*** Parecía que Harry había descubierto dónde estaba el paquetito
arrugado de la cámara setecientos trece.
- Oh.......- ***
- ¿Qué podrá ser? – se preguntaba Canuto. Sirius
negaba con la cabeza al ver que su MiniYo era corto de entendederas
- Canuto, es un poco obvio, basta con recordar el
título del libro – le dijo con cansancio Lunático.
- Oh… - exclamó el animago.
- Bien, lo mejor será leer un capítulo más y después
ir a la cama – dijo Dumbledore y a pesar de que muchos querían seguir leyendo
también tenían necesidad de dormir un poco.
-Si todos están de acuerdo entonces, terminemos este
día de lectura, ¿algún voluntario? – preguntó.
- Yo leeré profesor – dijo James mientras con su
varita levitaba el libro hacia él, que se encontraba en el regazo de Harry.
- Solo no interrumpas a cada rato – le dijo su esposa
mientras buscaba el capítulo que continuaba.
- Bien, el capítulo se llama “Halloween”, ¿paso algo
interesante? – preguntó dirigiéndose a su hijo.
Este, pensándolo bien le respondió: - supongo que va a
aclararse una gran duda – mirando de rojo a sus amigos.
- Bien, empezaré … Malfoy no podía creer lo que veían sus ojos, cuando vio que Harry y Ron
todavía estaban en Hogwarts al día siguiente, con aspecto cansado pero muy
alegres.
- Acaban de esta frente a un perro de tres cabezas, ¿y
están alegres? – decía Tonks, la cual la tonta autora no recordaba donde estaba
sentada, per se encontraba entre los dos Remus y los dos Sirius.
- Bueno Dora, llevan en la sangre la aventura, Harry
por James y Ron por sus tíos – le dijo Remus.
En realidad, por la mañana Harry y Ron pensaron que el encuentro con el
perro de tres cabezas había sido una excelente aventura, y ya estaban
preparados para tener otra.
Lily y Molly fulminaron a sus hijos con la mirada.
- ¡Ni se les ocurra! – les gritaron al mismo tiempo.
Estos voltearon a ver a sus padres esperando algo de
ayuda, pero tanto Arthur como James miraban hacia otro lado como quien no
quiere la cosa, *cobardes* pensaban.
Mientras tanto, Harry le habló a Ron del paquete que había sido llevado
de Gringotts a Hogwarts, y pasaron largo rato preguntándose qué podía ser
aquello para necesitar una protección así.
- Debe ser algo muy valioso – dijo Gideon
- O muy peligroso – le rebatió su hermano Fabian
- O las dos cosas – le dijo Sirius
—Es algo muy valioso, o muy peligroso —dijo Ron.
- Definitivamente si cambiamos su futuro, ustedes no
ce acercaran a Ron – les decía severamente su hermana
—O las dos cosas —opinó Harry
- Harry, cambiaras de padrino – dijo en el mismo tono
que Molly Lily.
- Pero Lily… - se quejaban Canuto y Sirius
Pero como lo único que sabían con seguridad del misterioso objeto era
que tenía unos cinco centímetros de largo, no tenían muchas posibilidades de
adivinarlo sin otras pistas.
- Y sospecho, que no se van a detener hasta descubrir
que es ¿cierto? – les preguntaba severamente McGonagall
- Profesora, no haga preguntas de las que no quiere
saber la respuesta – le respondió Ginny.
- Harry es curioso por naturaleza Potter-Evans, y Ron
como buen amigo le apoyará – intentaba darse a entender Arthur
- Solo espero que no se metan en problemas – decía
Molly con esperanza.
El trio de oro estaba lo que seguía después de
nerviosos.
Ni Neville ni Hermione demostraron el menor interés en lo que había
debajo del perro y la trampilla. Lo
único que le importaba a Neville era no volver a acercarse nunca más al animal.
- Egso ega lo mags sengsato – decía Fleur.
- Sabemos que mi hermano y sus amigos son todo menos
sensatos – le decía Bill en voz baja para que nadie le oyera, aun recordaba el
susto que se llevó cuando se enteró que no les había bastado con entrar a
Gringotts sino que habían escapado montados en el dragón.
Hermione se negaba a hablar con Harry y Ron, pero como era una sabihonda
mandona, los chicos lo consideraron como un premio.
Los de la sala solo veían con lastima a los chicos al
ver los golpes que les daba Hermione.
- Vamos Herms, el que pensó eso fue Harry no yo - se
defendía Ron
- Gracias Ron – decía este mientras se defendía de la
chica – Hermione, eres muy ruda – le dijo cuando se calmó.
- Claro, ruda y una sabihonda mandona ¿quieres agregar
otro adjetivo? – le decía la chica ácidamente. James siguió leyendo para que su
hijo no se viera obligado a responder. Harry le agradeció con la mirada,
mientras que abrazaba a su amiga, la cual se dejó dando a entenderle a Harry
que ya no estaba tan molesta.
Lo que realmente deseaban en aquel momento era poder vengarse de Malfoy
y, para su gran satisfacción, la posibilidad llegó una semana más tarde, por
correo.
- ¿Qué te llegó MiniJames? –
- Si dejas que James siga leyendo supongo que lo
sabrás Black – le decía Marlene
Mientras las lechuzas volaban por el Gran Comedor, como de costumbre, la
atención de todos se fijó de inmediato en un paquete largo y delgado, que
llevaban seis lechuzas blancas.
James se detuvo - es lo que creo que es – le decía con
añoranza a su hijo - ¿una escoba? – preguntaba con ilusión.
- Es obvio que e una escoba James, la pregunta es…
¿quién se la mando? Porque en ningún momento leímos que Harry hiciera un
pedido. – le decía Lily. Harry pensaba que su padre iba a adorar a la profesora
de transformación.
Harry estaba tan interesado como los demás en ver qué contenía, y se
sorprendió mucho cuando las lechuzas bajaron y dejaron el paquete frente a él,
tirando al suelo su tocino. Se estaban alejando, cuando otra lechuza dejó caer
una carta sobre el paquete.
Harry abrió el sobre para leer primero la carta y fue una suerte, porque
decía:
James sonrío mientras leía.
NO ABRAS EL PAQUETE EN LA MESA. Contiene tu nueva Nimbus 2.000, pero
no
quiero que todos sepan que te han comprado una escoba, porque también
querrán una. Oliver Wood te esperará esta noche en el campo de quidditch a
las siete, para tu primera sesión de entrenamiento.
James leyó el remitente, se paró y fue directo a
abrazar a la profesora McGonagall.
– Gracias gracias gracias, usted siempre fue mi
profesora preferida – le decía mientras se separaba de una muy sonrojada
Minerva – y no tiene nada que ver que le haya regalado a mi hijo una escoba
último modelo – continuaba mientras regresaba a su lugar, McGonagall sonrió
ante eso último. – supongo que mi yo del futuro hizo lo que creyó que aria
usted, no solo fue uno de mis estudiantes más alborotadores, también fue uno de
los mejores alumnos en mi materia – le decía con nostalgia – y no tiene nada
que ver que gracias a usted Gryffindor ganó unas cuantas Copas de Quidditch –
terminó de decir con una sonrisa mientras muchos en la sala reían.
Harry tuvo dificultades para ocultar su alegría, mientras le alcanzaba
la nota a Ron.
- Estabas con una sonrisa de oreja a oreja colega – le
dijo este.
—¡Una Nimbus 2.000! —gimió Ron con envidia—. Yo nunca he tocado ninguna.
Ron se ruborizó al igual que Molly y Arthur, Lucius
estuvo a punto de decir un comentario despectivo, como siempre, pero su hijo le
negó con la cabeza así que se lo guardo.
Salieron rápidamente del comedor para abrir el paquete en privado, antes
de la primera clase, pero a mitad de camino se encontraron con Crabbe y Goyle,
que les cerraban el camino. Malfoy le quitó el paquete a Harry y lo examinó.
—Es una escoba — dijo, devolviéndoselo bruscamente, con una mezcla de
celos y rencor en su cara—. Esta vez lo has hecho, Potter. Los de primer año no
tienen permiso para tener una.
- Que no se note la envidia – decía con ironía Frank.
Ron no pudo resistirse.
- Hay Ron – negaba con la cabeza Molly
—No es ninguna escoba vieja —dijo—. Es una Nimbus 2.000. ¿Cuál dijiste
que tenías en casa, Malfoy, una Comet 260? —Ron rió con aire burlón —. Las
Comet parecen veloces, pero no tienen nada que hacer con las Nimbus.
- Bien, supongo que me gané a pulso lo que me
respondió Malfoy – dijo Ron con una sonrisa nerviosa.
—¿Qué sabes tú, Weasley, si no puedes comprar ni la mitad del palo?
—replicó Malfoy—. Supongo que tú y tus hermanos tenéis que ir reuniendo la
escoba ramita a ramita.
Narcissa que, al haber escuchado el comentario de Ron,
no se sorprendió por ese comentario de su hijo, pero si se preguntaba ¿Qué tipo
de educación le habían dado?, Gideon y Fabian estaban dispuestos a decirle unas
cuantas cositas al MiniMalfoy, pero al ver como este parecía realmente avergonzado
mejor no dijeron nada. Lucios ignorando completamente ese gesto de su hijo
sonrió con arrogancia.
Antes de que Ron pudiera contestarle, el profesor Flitwick apareció
detrás de Malfoy.
- No le iba a contestar, iba a pelearme a lo muggle –
admitió el chico evitando la mirada de su muy enojada madre, pero si viendo los
pulgares en alto de sus tíos.
- Lo peor hubiera sido que me lanzaras un tragacaracoles – decía con burla.
- Cállate hurón, ya veremos cómo toman todos esa parte
– Draco se asustó, pero no lo demostró, su novia Astoria le susurraba *eso te
pasa por no callarte*.
Los del pasado se miraban sin saber ni un pepino, pero
como sabían que no les adelantarían nada mejor ni preguntaron.
—No os estaréis peleando, ¿verdad, chicos? —preguntó con voz chillona.
El profesor se sonrojo al escuchar como describen su
voz.
—A Potter le han enviado una escoba, profesor —dijo rápidamente Malfoy.
- Mi última esperanza era que te bajaran puntos por
eso – decía un muy frustrado Draco
- La esperanza es lo último que se pierde – le decía
Tonks
—Sí, sí, está muy bien —dijo el profesor Flitwick, mirando radiante a
Harry—. La profesora McGonagall me habló de las circunstancias especiales,
Potter. ¿Y qué modelo es?
- ¡Toma esa hurón oxigenado! – se burlaba Canuto
señalándole con el dedo mientras se reía a carcajada limpia.
- Canuto… ¿sabes siquiera porque le dicen así? –
- No lunático, pero si así le dicen todos debe ser por
algo bueno –
Draco no le veía lo bueno a esa situación y miro
disimuladamente a Moody, aunque sabía que el que le hizo eso pudo haberle hecho
algo mucho peor, pero paro sus pensamientos al escuchar como le gritaban a su tío.
- ¡Te das cuenta de que yo también soy rubia animal! –
le decía Marlene mientras que varios pájaros conjurados por ella misma
picoteaban al pobre perrito. Los de buen humor de la sala reían de la desgracia
del Joven Sirius.
- ¡Cornamenta! ¡Ayúdame! – le gritaba a su amigo. – Lo
siento Canuto, Lily me tiene bien sujeto – varios en la sala se rieron aún más,
incluso los amargados tenían una mueca parecida a una sonrisa en la cara porque
era mentira, ya que Lily no sujetaba a James.
- ¡McKinnon yo no dije nada! ¡Quítame tus bestias de
encima! – gritaba Sirius
- Son la misma persona, piensan igual – dijo esta.
Después de unos minutos James decidió no ser tan
desgraciado y siguió leyendo causando que los pájaros desaparecieran.
—Una Nimbus 2.000, señor —dijo Harry, tratando de no reír ante la cara
de horror de Malfoy—. Y realmente es gracias a Malfoy que la tengo.
- Ya no diré nada – decía Canuto con un puchero de lo
más infantil.
- Si, mejor cállate – le decía su versión mayor
Harry y Ron subieron por la escalera, conteniendo la risa ante la
evidente furia y confusión de Malfoy.
—Bueno, es verdad —continuó Harry cuando llegaron al final de la
escalera de mármol—. Si él no hubiera robado la Recordadora de Neville, yo no
estaría en el equipo...
- Harry, espero que no lo tomes como un premio por
desobedecer a tu maestra –
Harry le sonrió inocentemente a su mamá.
—¿Así que crees que es un premio por quebrantar las reglas? —Se oyó una
voz irritada a sus espaldas. Hermione subía la escalera, mirando con aire de desaprobación
el paquete de Harry
Lily le sonrió a la amiga de su hijo, esperando que
ella pronto limara asperezas en el libro para que lo controle un poco.
*Si supiera* pensaba la autora.
—Pensaba que no nos hablabas —dijo Harry.
—Sí, continúa así —dijo Ron—. Es mucho mejor para nosotros.
Hermione se alejó con la nariz hacia arriba.
Los amigos voltearon a ver a su amiga que los miro con
una sonrisa.
- Si me enojo con ustedes por esos comentarios, con
los que vienen en los próximos libros voy a querer matarlos - les decía con comprensión.
- Eso no pensabas hace rato - le reprochaba Harry
- Gansa enfadada y sabihonda mandona fueron
comentarios que me tomaron por sorpresa – le decía con mirada de disculpa. *
¿Cómo quiere que controle mis pensamientos? * fue lo que quiso preguntar Harry,
pero mejor así o dejó
Durante aquel día, Harry tuvo que esforzarse por atender a las clases.
Harry evitó la mirada de su mamá.
Su mente volvía al dormitorio, donde su escoba nueva estaba debajo de la
cama, o se iba al campo de quidditch, donde aquella misma noche
aprendería a jugar. Durante la cena comió sin darse cuenta de lo que tragaba, y
luego se apresuró a subir con Ron, para sacar; por fin, a la Nimbus 2.000 de su
paquete.
- Oh, ya sé que quitarte cuando me lleguen las cartas
de que no prestas atención a las clases – Harry palideció y volteo a mirar a su
padre con la idea de que este le defendería.
- A mí ni me mires hijo, aun no olvido que me
engañaste con lo de la Cleansweep y la Nimbus – le decía indignado sin creer
que se retoño le hubiera jugado una broma y el no se hubiera dado cuenta.
Harry como último recurso miró a sus padrinos, pero
estos estaban ocupados curando las heridas de los pájaros y no le hicieron
caso, así que mientras su padre continuaba leyendo Harry comenzó a idear un
plan para interceptar las lechuzas.
—Oh —suspiró Ron, cuando la escoba rodó sobre la colcha de la cama de
Harry. Hasta Harry, que no sabía nada sobre las diferencias en las escobas… Harry supo, al ver la mirada de su padre que, si cambiaban su futuro, el
sabría tooooodo sobre las escobas …pensó
que parecía maravillosa. Pulida y brillante, con el mango de caoba, tenía una
larga cola de ramitas rectas y, escrito en letras doradas: «Nimbus 2.000».
Los amantes del quidditch escuchaban embelesados la
descripción de la escoba.
- ¿Debería de ponerme celosa de una escoba James? –
- Claro que no Lily – le decía este abrazándola, pero
en su mente tenía la futura escoba de su hijo.
Cerca de las siete, Harry salió del castillo y se encaminó hacia el
campo de quidditch. Nunca había estado en aquel estadio deportivo. Había
cientos de asientos elevados en tribunas alrededor del terreno de juego, para
que los espectadores estuvieran a suficiente altura para ver lo que ocurría. En
cada extremo del campo había tres postes dorados con aros en la punta. Le
recordaron los palitos de plástico con los que los niños muggles hacían
burbujas, sólo que éstos eran de quince metros de alto.
Los ojos de Arthur brillaban de curiosidad, algo que
Hermione notó, y mostro el juguete muggle en el pizarroncito mágico que la
tonta de la autora había olvidado.
Demasiado deseoso de volver a volar antes de que llegara Wood, Harry
montó en su escoba y dio una patada en el suelo. Qué sensación.
- Y es ahí cuando lo Evans desaparece y se queda lo
Potter – dijo alguien para el orgullo de James.
- Nunca mejor dicho Remus – le decía Sirius ya
recuperado de los picotazos, aunque de vez en cuando miraba mal a Marlene.
Subió hasta los postes dorados y luego bajó con rapidez al terreno de
juego. La Nimbus 2.000 iba donde él quería
con sólo tocarla.
Insertar suspiros de los amantes del quidditch. Los
que no entendían porque tanta fascinación por el juego, rodaban los ojos.
—¡Eh, Potter, baja!
Había llegado Oliver Wood. Llevaba una caja grande de madera debajo del
brazo. Harry aterrizó cerca de él.
—Muy bonito —dijo Wood, con los ojos brillantes—. Ya veo lo que quería
decir McGonagall, realmente tienes un talento natural…
- Supongo que en el fondo estaba saltando de la
emoción – decía Charlie
- Insisto, casi saltaba cuando nos lo dijo al resto
del equipo – reía Fred
… Voy a enseñarte las reglas esta noche y luego te unirás al equipo,
para el entrenamiento, tres veces por semana.
- Olvidó decir que te despertaría a las 5 de la mañana
por los próximos tres años – decía George
- ¡Que cosa! – exclamó Lily
- No te exaltes mamá, no era para tanto – decía Harry
fulminando a los gemelos.
- Con el padre que tiene, no es de sorprender que eso
no sea muy extremista para el – reía Remus
- Cuando se trata de la Copa de Quidditch, es
necesario ser extremista mi querido Lunático Mayor – decía solemnemente James a
lo que Harry asentía con la cabeza.
Abrió la caja. Dentro había cuatro pelotas de distinto
tamaño.
—Bueno —dijo Wood—. El quidditch es fácil de
entender; aunque no tan fácil de jugar. Hay siete jugadores en cada equipo.
Tres se llaman cazadores.
—Tres cazadores —repitió Harry, mientras Wood sacaba
una pelota rojo brillante, del tamaño de un balón de fútbol.
—Esta pelota se llama quaffle —dijo Wood—. Los
cazadores se tiran la quaffle y tratan de pasarla por uno de los aros de
gol. Obtienen diez puntos cada vez que la quaffle pasa por un aro. ¿Me
sigues?
- Pues no es la
explicación más entera del mundo, pero… -
- … es la
explicación más fácil y entendible James – le cortó Lily.
—Los cazadores tiran la quaffle y la pasan por
los aros de gol —recitó Harry—.
Entonces es una especie de baloncesto, pero con
escobas y seis canastas.
- Eso es otro
deporte muggle supongo – afirmaba Arthur.
- No entiendo la
necesidad de los muggles de tener tantos deportes – decía Narcissa
- Es porque son
muggles, querida – le respondió su esposo, pronunciando la palabra muggles en
un tono muy feo.
- Pues de hecho es
algo inteligente, porque así hay más variedad para los diferentes gustos – le
respondió Hermione, a la cual le importo un reverendo cacahuate la mirada de
asco de Lucius. Ron la miraba embobado.
—¿Qué es el baloncesto? —preguntó Wood.
—Olvídalo —respondió rápidamente Harry
- Quería saber más
del quidditch – se apresuró a explicar Harry
—Hay otro jugador en cada lado, que se llama guardián.
Yo soy guardián de Gryffindor. Tengo que volar alrededor de nuestros aros y
detener los lanzamientos del otro equipo.
- Un excelente
guardián para ser exactos, sacaba los tiros de los aros, incluso cuando
parecían tiros imposibles – decía Neville
—Tres cazadores y un guardián —dijo Harry, decidido a
recordarlo todo—. Y juegan con la quaffle. Perfecto, ya lo tengo. ¿Y
para qué son ésas? —Señaló las tres pelotas restantes.
—Ahora te lo enseñaré — dijo Wood —. Toma esto.
Dio a Harry un pequeño palo, parecido a un bate de
béisbol.
—Voy a enseñarte para qué son —dijo Wood—. Esas dos
son las bludgers.
- No se le va a
ocurrir soltarlas ¿o sí? - decía la profesora Sprout
- Sip, lo va a hacer
-le sonrió Neville a la profesora.
Enseñó a Harry dos pelotas idénticas, pero negras y un
poco más pequeñas que la roja quaffle. Harry notó que parecían querer
escapar de las tiras que las sujetaban dentro de la caja.
—Quédate atrás —previno Wood a Harry. Se inclinó y
soltó una de las bludgers.
- No te paso nada
¿verdad? – pregunto Lily que tenía ganas de ir a buscar a un pequeño Wood y
asesinarlo.
- No mamá, tranquila
- *por lo menos no ese año* pensó el de los ojos como sapo en escabeche.
De inmediato, la pelota negra se elevó en el aire y se
lanzó contra la cara de Harry. Harry la rechazó con el bate, para impedir que
le rompiera la nariz, y la mandó volando por el aire. Pasó zumbando alrededor
de ellos y luego se tiró contra Wood, que se las arregló para sujetarla contra
el suelo.
- Serias un
excelente golpeador – dijo Fred
- Pero no tan bueno como
nosotros – termino George
—¿Ves? —dijo Wood jadeando, metiendo la pelota en la
caja a la fuerza y asegurándola con las tiras—. Las bludgers andan por
ahí, tratando de derribar a los jugadores de las escobas. Por eso hay dos
golpeadores en cada equipo (los gemelos Weasley son los nuestros).
- Los mejores
golpeadores de la historia de Hogwarts – se alababan los gemelos mientras sus
tíos aplaudían vigorosamente.
- Autógrafos luego,
por favor – se pavoneaba Fred. Nadie noto la mirada melancólica de George.
Su trabajo es proteger a su equipo de las bludgers y
desviarlas hacia el equipo contrario. ¿Lo has entendido?
—Tres cazadores tratan de hacer puntos con la quaffle,
el guardián vigila los aros y los golpeadores mantienen alejadas las bludgers
de su equipo —resumió Harry.
- Un muy buen
resumen – dijo Dorcas
—Muy bien —dijo Wood.
—Hum... ¿han matado las bludgers alguna vez a
alguien? —preguntó Harry, Deseando que no se le notara la preocupación.
- Solo te mandan a
la enfermería todo inconsciente y mallugado, pero nada más – le respondía James
a su hijo del libro.
- Estuve muy
angustiada por ti, pero nada más – decía una indignada Sra. Potter, con su hijo
en brazos (¿acaso nadie me iba a decir que me había olvidado de chiquiHarry?).
- Lastima que no lo
reconociste hasta tres años después – dijo con pesar el padre Potter
—Nunca en Hogwarts. Hemos tenido algunas mandíbulas
rotas, pero nada peor hasta ahora. Bueno, el último miembro del equipo es el buscador.
Ese eres tú. Y no tienes que preocuparte por la quaffle o las bludgers...
- Claro, porque solo
son inocentes pelotitas que te pueden arrancar la cabeza – decía Lily
—A menos que me rompan la cabeza.
- Pelirroja piensas
como… -
- Como mi hijo Canuto
– y con una mirada de *puedo invocar aves más agresivas* lo mandó a callar
—Tranquilo, los Weasley son los oponentes perfectos
para las bludgers. Quiero decir que ellos son como una pareja de bludgers
humanos.
- ¿Por qué a mí? –
preguntaba con pesar Molly
- Es para que no nos
extrañes hermanita – le decían los Prewett. Molly les sonrió, pensando en cómo
podría soportar una vida sin sus alborotadores hermanos.
Wood buscó en la caja y sacó la última pelota.
Comparada con las otras, era pequeña, del tamaño de una nuez grande. Era de un
dorado brillante y con pequeñas alas plateadas.
- La snitch – decía
Harry en un susurro.
—Esta dorada —continuó Wood— es la snitch. Es
la pelota más importante de todas. Cuesta mucho de atrapar por lo rápida y
difícil de ver que es. El trabajo del buscador es atraparla. Tendrás que ir y
venir entre cazadores, golpeadores, la quaffle y las bludgers,
antes de que la coja el otro buscador, porque cada vez que un buscador la
atrapa, su equipo gana ciento cincuenta puntos extra, así que prácticamente
acaba siendo el ganador. Por eso molestan tanto a los buscadores.
- Muy
tranquilizador, era un niño que nunca había jugad quidditch y va y le dice eso
– decía Edgar mientras negaba.
- Oliver no pensaba
en eso, solo pensaba en quidditch – explicaban los gemelos.
Un partido de quidditch sólo termina cuando se
atrapa la snitch, así que puede durar muchísimo. Creo que el record fue
tres meses. Tenían que traer sustitutos para que los jugadores pudieran dormir...
Bueno, eso es todo. ¿Alguna pregunta?
Harry negó con la cabeza. Entendía muy bien lo que
tenía que hacer; el problema era conseguirlo.
- Tranquilo hijo, yo
sé que lo aras muy bien –
- Con un padre como
tú, pecado seria si no –
- Ya vas aprendiendo
MiniYo –
Lily miraba enternecida
el intercambio de palabras de sus dos hombrecitos.
—Todavía no vamos a practicar con la snitch —dijo
Wood, guardándola con cuidado en la caja—. Está demasiado oscuro y podríamos
perderla. Vamos a probar con unas pocas de éstas.
Sacó una bolsa con pelotas de golf de su bolsillo y,
unos pocos minutos más tarde, Wood y Harry estaban en el aire. Wood tiraba las
pelotas de golf lo más fuertemente que podía en todas las direcciones, para que
Harry las atrapara. Éste no perdió ni una y Wood estaba muy satisfecho.
Al igual que la
profesora McGonagall de la sala.
Después de media hora se hizo de noche y no pudieron
continuar.
—La copa de quidditch llevará nuestro nombre
este año —dijo Wood lleno de alegría mientras regresaban al castillo—. No me
sorprendería que resultaras ser mejor jugador que Charles Weasley. Él podría
jugar en el equipo de Inglaterra si no se hubiera ido a cazar dragones.
- No digas nada
mamá, los dragones son mi vida –
- Pero son unas
bestias, mira como tienes los brazos – decía muy preocupada la Sra. Weasley
- Son solo criaturas
incomprendidas mamá –
- Ya suenas como
Hagrid – dijo Ron mirando al semigigante con una sonrisa para que supiera que
no lo decía en mal sentido. Este le devolvió la sonrisa.
Tal vez fue porque estaba ocupado tres noches a la
semana con las prácticas de quidditch, además de todo el trabajo del
colegio, la razón por la que Harry se sorprendió al comprobar que ya llevaba
dos meses en Hogwarts. El castillo era mucho más su casa de lo que nunca había
sido Privet Drive.
- Me siento feliz,
pero a la vez triste por eso – decía Lily mirando a sus hijos, tanto el grande
que estaba sentado con sus amigos como al que tenía en brazos. James la reconfortaba con un abrazo.
Canuto miraba a su
ahijado con comprensión, al igual que Severus, pero este lo disimulo.
Sus clases, también, eran cada vez más interesantes,
una vez aprendidos los principios básicos.
Lily y ambos Remus
le sonrieron.
En la mañana de Halloween…
Harry y Ron hicieron
una mueca que solo sus madres notaron, claro está que no les gustó nada
se despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada
flotando por todos los pasillos.
- Ya me dio hambre…
y si adelantamos la cena – pedía Canuto, pero nadie le hizo caso salvo su
versión adulta y Ron, que opinaban lo mismo.
Pero lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su
clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que
todos se morían por hacer; desde que vieron cómo hacía volar el sapo de Neville.
El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. *mi madre me va a
matar por mi trato a Hermione* pensaba Ron
La pareja de Harry era Seamus Finnigan (lo que fue un
alivio, porque Neville había tratado de llamar su
atención).
- Yo hubiera hecho
lo mismo – dijo Neville dándole a entender a Harry que no le había molestado su
comentario
Ron, sin embargo, tuvo que trabajar con
Hermione Granger.
- Egso no tegminaga
bien – decía Fleur mirando a Hermione con pena.
Molly ya estaba
mirando mal a su hijo.
Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos. La
muchacha no les hablaba desde el día en que Harry recibió su escoba.
—Y ahora no os olvidéis de ese bonito movimiento de
muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor; subido a
sus libros, como de costumbre —. Agitar y golpear; recordad, agitar y golpear.
Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no
os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se
encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.
James y Canuto ya
estaban sacando las varitas…
- ¡Ni se les ocurra!
– les reprendió McGonagall con una mirada que hasta a Dumbledore asustó
Era muy difícil.
- No lo es – decían
Lily, Flitwick y Marlene
Harry y Seamus agitaron y golpearon, pero la pluma que
debía volar hasta el techo no se movía del pupitre. Seamus se puso tan
impaciente que la pinchó con su varita y le prendió fuego, y Harry tuvo que apagarlo
con su sombrero.
- Le di un buen uso
a ese sombrero – decía Harry
- Seamus y su manía
por incendiar cosas – decía Ron – fue un milagro que nunca incendiara la torre
de Gryffindor. McGonagall estaba palida.
Ron, en la mesa próxima, no estaba teniendo mucha más
suerte.
—¡Wingardium leviosa! —gritó, agitando sus
largos brazos como un molino.
Flitwick lucia
escandalizado.
—Lo estás diciendo mal. —Harry oyó que Hermione lo
reñía—. Es Win-gar-dium levi-o-sa, pronuncia gar más claro y más
largo.
- Y eso no le gustará nada a Ron – decía Hannah
- No creo que se lo tome tan mal –
- Créeme Hagrid, me lo tome muuuy mal – decía avergonzado.
—Dilo, tú, entonces, si eres tan inteligente —dijo Ron
con rabia.
- Lo peor que puedes
hacer es retar a un sabelotodo a que lo haga mejor que tu – le dijo Gideon
- Porque lo ara
mejor que tu – añadió Fabian.
Varios en la sala
asentían a lo dicho por los gemelos.
Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó
la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó
hasta más de un metro por encima de sus cabezas.
—¡Oh, bien hecho! —gritó el profesor Flitwick,
aplaudiendo—. ¡Mirad, Hermione Granger lo ha conseguido!
- Como era de esperarse, es la mejor bruja de
nuestra generación –
- Y ese es Ron,
intentando remediar sus errores – se reía Ginny
Al finalizar la clase, Ron estaba de muy mal humor.
—No es raro que nadie la aguante —dijo a Harry, cuando
se abrían paso en el pasillo—. Es una pesadilla, te lo digo en serio.
- ¡Ronald Weasley!
¡Vas a estar castigado desde que nazcas hasta que aprendas a tener un poco de
tacto! – le retaba la Sra. Weasley
Ron murmuro un *lo
siento* a Hermione, la cual lo abrazo enternecida.
Alguien chocó contra Harry. Era Hermione. Harry pudo
ver su cara y le sorprendió ver que estaba llorando.
Las mujeres en la
sala miraban mal al pelirrojo.
—Creo que te ha oído.
—¿Y qué? —dijo Ron, aunque parecía un poco incómodo—.
Ya debe de haberse dado cuenta de que no tiene amigos.
Ron miro confundido
a Hermione al sentir que rompía el abrazo.
- Es que eso no lo
había escuchado – dijo cabizbaja.
- Yo… lo siento, no
me hagas caso, era un poco idiota –
- Bueno, después lo
solucionaste - le dijo un poco más animada – además, fue por esa pelea que nos
hicimos amigos, así que no importa. – dijo al fin abrazando a los dos.
James continúo
leyendo para que los de la sala dejaran de ver al amigo de su hijo que le
repetía a Hermione que lo sentía de nuevo.
Hermione no apareció en la clase siguiente y no la
vieron en toda la tarde. De camino al Gran Comedor, para la fiesta de
Halloween, Harry y Ron oyeron que Parvati Patil le decía a su amiga Lavender
que Hermione estaba llorando en el cuarto de baño de las niñas y que deseaba que la dejaran
sola.
Los de la sala aún se preguntaban qué era lo que los
había unido.
Ron pareció más molesto aún, pero un momento más tarde habían entrado en el Gran
Comedor; donde las decoraciones de Halloween les hicieron olvidar a Hermione.
Hermione que seguía
abrazando a sus dos amigos les apretó el brazo como seña de que no había
problema.
Mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que
otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las
velas de las calabazas. El festín apareció de pronto en los platos dorados,
como había ocurrido en el banquete de principio de año.
Los que habían asistido a Hogwarts de la sala, que
eran casi todos, no pudieron evitar recordar los festines del colegio.
Harry se estaba sirviendo una patata con su piel, cuando el profesor
Quirrell llegó rápidamente al comedor; con el turbante torcido y cara de
terror.
- ¿Qué pasó ahora? – Preguntaba Dorcas
- No me sorprendería que ese profesor se haya asustado
de su propia sombra – decía Lunático.
Todos lo contemplaron mientras se acercaba al profesor Dumbledore, se
apoyaba sobre la mesa y jadeaba:
—Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo.
Y se desplomó en el suelo.
- ¡QUE COSA! – Exclamaron la mayoría de los presentes
- Los trolls son muy tontos, no pudo haber entrado por
si solo – decía Moody, sobresaltando a los presentes que habían olvidado que
estaba ahí.
- ¿Insinúas que alguien lo dejo entrar? – le
cuestionaba Sprout
- No lo insinúa, lo está afirmando – decía de manera
seria Frank
Se produjo un tumulto. Para que se hiciera el silencio, el profesor
Dumbledore tuvo que hacer salir varios fuegos artificiales de su varita.
—Prefectos —exclamó—, conducid a vuestros grupos a los dormitorios, de inmediato.
Percy estaba en su elemento.
Molly le sonrió orgullosa a su hijo, al igual que
Arthur. Los gemelos hacían muecas asqueadas.
—¡Seguidme! ¡Los de primer año, manteneos juntos! ¡No necesitáis temer
al trol si seguís mis órdenes! Ahora, venid conmigo. Haced sitio, tienen que
pasar los de primer año. ¡Perdón, soy un prefecto!
- Hermano, relájate un poco – le decía Charlie
- Había un troll en el colegio y estaba a cargo de
niños de primer año, no me podía relajar – decía Percy. McGonagall y los demás
profesores apoyaban esos pensamientos.
—¿Cómo ha podido entrar aquí un trol? —preguntó Harry, mientras subían
por la escalera.
—No tengo ni idea, parece ser que son realmente estúpidos —dijo Ron—.
Tal vez Peeves lo dejó entrar; como broma de Halloween.
- Peeves no aria tal cosa, aunque no lo crean tiene sus
límites – les decía Dumbledore.
Pasaron entre varios grupos de alumnos que corrían en distintas
direcciones. Mientras se abrían camino entre un tumulto de confundidos
Hufflepuffs, Harry súbitamente se aferró al brazo de Ron.
- Hay no – suspiraba Lily.
—¡Acabo de acordarme... Hermione!
—¿Qué pasa con ella?
—No sabe nada del trol.
- Díganselo a Percy – decía asustada Marlene
Lily y Molly se aferraban a sus maridos nerviosas,
sabían que sus hijos irían por su amiga, tan nerviosa estaba Lily que prefirió dejar
a Harry en la cuna.
Ron se mordió el labio.
—Oh, bueno —dijo enfadado—. Pero que Percy no nos vea.
- ¡Ron! – exclamaba Molly.
- Tranquila Molly, si Ron, Hermione y Harry están aquí
es porque no les paso nada – intentaba razonar Arthur con su esposa, las demás
mamás de la sala negaban resignadas.
Se agacharon y se mezclaron con los Hufflepuffs que iban hacia el otro
lado, se deslizaron por un pasillo desierto y corrieron hacia el cuarto de baño
de las niñas. Acababan de doblar una esquina cuando oyeron pasos rápidos a sus
espaldas.
—¡Percy! —susurró Ron, empujando a Harry detrás de un gran buitre de
piedra.
Sin embargo, al mirar; no vieron a Percy, sino a Snape. Cruzó el pasillo
y desapareció de la vista.
Snape frunció el ceño, preguntándose a donde iría.
—¿Qué es lo que está haciendo? —murmuró Harry—. ¿Por qué no está en las
mazmorras, con el resto de los profesores?
- Exacto Snape, porque no estas con los demás
profesores – le recriminaba Canuto, pero el susodicho ni se molestó en
responderle.
—No tengo la menor idea.
Lo más silenciosamente posible, se arrastraron por el otro pasillo,
detrás de los pasos apagados del profesor.
—Se dirige al tercer piso —dijo Harry, pero Ron levantó la mano.
—¿No sientes un olor raro?
- Tenia la esperanza de que no se lo encontraran –
decía Alice mirando lo nerviosa que se encontraba su amiga.
Harry olfateó y un aroma especial llegó a su nariz, una mezcla de
calcetines sucios y baño público que nadie limpia.
Un sonido de asco se escuchó en la sala.
Y lo oyeron, un gruñido y las pisadas inseguras de unos pies
gigantescos. Ron señaló al fondo del pasillo, a la izquierda. Algo enorme se
movía hacia ellos. Se ocultaron en las sombras y lo vieron surgir a la luz de
la luna.
- ¡Que esperan para salir de ahí! – exclamaba Remus
- Es que son idiotas o que – les decía Astoria
abrazada a Draco
Era una visión horrible. Más de tres metros y medio de alto y tenía la
piel de color gris piedra, un descomunal cuerpo deforme y una pequeña cabeza
pelada.
Hannah lucia ligeramente muy asustada
Tenía piernas cortas, gruesas como troncos de árbol, y pies achatados y
deformes. El olor que despedía era increíble. Llevaba un gran bastón de madera
que arrastraba por el suelo, porque sus brazos eran muy largos.
El monstruo se detuvo en una puerta y miró hacia el interior. Agitó sus
largas orejas, tomando decisiones con su minúsculo cerebro, y luego entró
lentamente en la habitación.
- ¡Enciérrenlo! – gritaban la mayoría, Hermione gimió,
poniéndose pálida de repente, algo que solo Harry, Ron y Regulus notaron.
—La llave está en la cerradura —susurró Harry—. Podemos encerrarlo allí.
—Buena idea —respondió Ron con voz agitada.
Se acercaron hacia la puerta abierta con la boca seca, rezando para que
el trol no decidiera salir. De un gran salto, Harry pudo empujar la puerta y
echarle la llave.
—¡Sí!
- No – dijeron Harry y Ron, ocasionando que los del
pasado es miraran extrañados.
- Su amiga está ahí dentro, se ha puesto pálida solo
de escuchar que encerrarían al trol en ese cuarto – explico el hermano menor de
Sirius, y todas las miradas que le veían se dirigieron a Hermione.
Animados con la victoria, comenzaron a correr por el pasillo para
volver, pero al llegar a la esquina oyeron algo que hizo que sus corazones se
detuvieran: un grito agudo y aterrorizado, que procedía del lugar que acababan
de cerrar con llave.
- Ahora si deben ir por un profesor – decía Dorcas
- No les daría tiempo Meadowes – le respondió
Regulus.
Los de la sala se pusieron aún más pálidos, tan solo
de imaginarse a dos niños de 11 años enfrentarse a un troll, a Sirius y a
Canuto les gustaba que Regulus se estuviera soltando más.
—Oh, no —dijo Ron, tan pálido como el Barón Sanguinario.
—¡Es el cuarto de baño de las chicas! —bufó Harry.
—¡Hermione! —dijeron al unísono.
- No se imaginan cuanto los adoro - les decía Hermione que seguía abrazándolos.
- Fue por mi culpa que estuvieras encerrada ahí - le
dijo Ron mientras que Harry reía.
- Ya olvídalo, está superado. Ese día salvaron mi vida
- le dijo la castaña.
- Si, bueno… es que en ese tiempo no lo acepté –
admitió nerviosamente Ron.
Era lo último que querían hacer; pero ¿qué opción les quedaba? Volvieron
a toda
velocidad hasta la puerta y dieron la vuelta a la llave, resoplando de
miedo. Harry
empujó la puerta y entraron corriendo.
Hermione Granger estaba agazapada contra la pared opuesta, con aspecto
de estar
a punto de desmayarse.
- Pobre – murmuraban en la sala mirando a Hermione, la
cual les sonrió para que se tranquilizaran.
El personaje deforme avanzaba hacia ella, chocando contra los lavamanos.
- Era una visión horrorosa – decía la chica
—¡Distráelo! —gritó Harry desesperado y tirando de un grifo, lo arrojó
con toda su fuerza contra la pared.
El trol se detuvo a pocos pasos de Hermione. Se balanceó, parpadeando
con aire estúpido, para ver quién había hecho aquel ruido. Sus ojitos malignos
detectaron a Harry.
Harry ya no sabía quién
confortaba a quien, si Lily a su padre o James a su madre.
Vaciló y luego se abalanzó sobre él, levantando su bastón.
- Nunca mencionaste un trol
cuando me contaste tus años en Hogwarts – le reprochaba su padrino.
- Fue un pequeño detalle que
olvide mencionar – le decía inocentemente. Tonks, sentada a un lado de su tío
le palmeaba la espalda para tranquilizarlo. Obviamente, no ayudaba que
MiniSirius, que estaba del otro lado de su tío mayor casi se comía las uñas de
sus manos de los nervios.
—¡Eh, cerebro de guisante! —gritó Ron desde el otro extremo, tirándole
una cañería de metal.
Varios rieron por el apodo que el
pequeño Ron le había puesto al troll.
El ser deforme no pareció notar que la cañería lo golpeaba en la
espalda, pero sí oyó el aullido y se detuvo otra vez, volviendo su horrible
hocico hacia Ron y dando tiempo a Harry para correr.
- Tranquila mamá, eso no es nada
comparado con otros años – Molly y Lily, por no decir muchos nombres más,
estaban horrorizadas. Definitivamente, lo dicho por los gemelos comprobó que el
poco tacto era de familia.
—¡Vamos, corre, corre! —Harry gritó a Hermione, tratando de empujarla
hacia la puerta, pero la niña no se podía mover. Seguía agazapada contra la
pared, con la boca abierta de miedo.
- ¡No es momento para entrar en
shock! – le grito Canuto
- ¡Tenia once años animal! –
defendió Marlene a Herms
Los gritos y los golpes parecían haber enloquecido al trol. Se volvió y
se enfrentó con Ron, que estaba más cerca y no tenía manera de escapar.
- Ay mi niño – sollozaba Molly
que estaba abrazada a Arthur.
- ¡Dale con todo Ron! – animaban
Fred y George, intentando animar un poco a su mamá y a todos en general. Ron
les agradeció mentalmente al igual que Harry.
Entonces Harry hizo algo…
- ¿Por qué tienes que parecerte
tanto a mí? – le preguntó James a su retoño.
Entonces Harry hizo algo muy valiente y muy estúpido: corrió, dando un
gran salto y se colgó, por detrás, del cuello de aquel monstruo.
- ¡ACASO ESTAS LOCO! – le gritaba
su madre
- Mamá, cálmate por favor –
- Como quieres que me calme si te
enfrentaste a un troll a los once años, si dicen que eso no es nada comparado
con otros años. – le respondía en un susurro.
La atroz criatura no se daba cuenta de que Harry colgaba de su espalda,
pero hasta un ser así podía sentirlo si uno le clavaba un palito de madera en
la nariz, pues la varita de Harry todavía estaba en su mano cuando saltó y se
había introducido directamente en uno de los orificios nasales del trol.
- Eww…. Moco de troll – decían
asqueados los Prewett.
- Tu pasas, de tener nada de
suerte a tener toda la del mundo – decía impresionado Draco.
Chillando de dolor; el trol se agitó y sacudió su bastón, con Harry
colgado de su cuello y luchando por su vida. En cualquier momento el monstruo
lo destrozaría, o le daría un golpe terrible con el bastón.
- ¿Cómo salieron de ese desastre?
– les preguntaba Hestia
- Ya lo verán – respondió Harry
mirando de reojo a Ron que poco a poco pasaba a tener el color de su pelo.
Hermione estaba tirada en el suelo, aterrorizada. Ron empuñó su propia
varita, sin saber qué iba a hacer; y se oyó gritar el primer hechizo que se le
ocurrió:
- ¿Qué hechizo puede derribar a
un troll? – se preguntaba Frank
- La pregunta correcta seria ¡Que
hechizo de primero puede derribar a un troll? – decía Bill, el cual lucia muy
preocupado.
—¡Wingardium leviosa!
- ¿¡Es enserio!? – preguntaron
muchos
- Bueno, ahora sabemos que nada
de lo que viene en los libros es casualidad – decía Charlie
- Pero como no se le va a venir a
la cabeza si es el hechizo que le enseño Hermione – se burlaba Ginny. Sip, Ron
parecía rábano en insolación.
El bastón salió volando de las manos del trol, se elevó, muy arriba, y
luego dio la vuelta y se dejó caer con fuerza sobre la cabeza de su dueño. El
trol se balanceó y cayó boca abajo con un ruido que hizo temblar la habitación.
- ¡Bien hecho Ron! – exclamaron
todos los hermanos Weasley.
- Ya pasó todo – decía Lily
Pero los gemelos Weasley se
pusieron a cantar…
- Por eso los Weasley debemos
cantar: a Weasley vamos a coronar…
Y sus hermanos se le unieron
- Por eso los Weasley debemos
cantar: a Weasley vamos a coronar…
Esto desencadeno carcajadas de
los que sabían el origen de la canción, Draco tenia una mueca entre fastidiada
y divertida. Mientras que Astoria le decía – nadie sabe para quien trabaja -.
Harry se puso de pie. Le faltaba el aire. Ron estaba allí, con la varita
todavía levantada, contemplando su obra. Hermione fue la que habló primero.
—Está... muerto?
—No lo creo —dijo Harry—. Supongo que está desmayado.
Se inclinó y retiró su varita de la nariz del trol. Estaba cubierta por
una gelatina gris.
- Eww… no son necesarios tantos
detalles Harry – le decía Dorcas. El ambiente de la sala ya era tranquilo una
vez que leyeron que Ron derribo al troll.
—Puaj... qué asco.
La limpió en la piel del trol. Un súbito portazo y fuertes pisadas
hicieron que los tres se sobresaltaran.
- Los descubrieron en la escena
del crimen – se reía Canuto
No se habían dado cuenta de todo el ruido que habían hecho, pero, por
supuesto, abajo debían haber oído los golpes y los gruñidos del trol. Un
momento después, la profesora McGonagall entraba apresuradamente en la
habitación, seguida por Snape y Quirrell, que cerraban la marcha.
- No les pudo haber ido mejor,
solo con McGonagall y Snape tienen castigo seguro -se interrumpió James
- Lunático… ¿crees que puedan
salir de esta? – le pregunto MiniSirius.
- Si alguno inventa una buena
excusa, tal vez – le dijo con tono serio.
Todo se derrumbó dentro de
McGonagall al ver a su merodeador favorito diciendo eso. Quirrell
dirigió una mirada al monstruo, se le escapó un gemido y se dejó caer en un
inodoro, apretándose el pecho.
- Que patético – sisearon Moody y
Snape al mismo tiempo.
- ¿Y se hace llamar profesor de
Defensa? – preguntaba indignado Remus.
Snape se inclinó sobre el trol. La profesora McGonagall miraba a Ron y
Harry.
Nunca la habían visto tan enfadada. Tenía los labios blancos. Las
esperanzas de ganar cincuenta puntos para Gryffindor se desvanecieron
rápidamente de la mente de Harry.
- Por muy valiente que haya sido,
pusieron en riesgo sus vidas, evidentemente no les daré ni un punto – les dijo
la profesora severamente.
- Pero derribaron a un troll profesora
– le decía Frank
- Y pudieron terminar gravemente
heridos, mi yo del futuro no los premiará por eso – añadió dando por zanjado el
asunto.
—¿En qué estabais pensando, por todos los cielos? —dijo la profesora
McGonagall, con una furia helada. Harry miró a Ron, todavía con la varita
levantada.
-
En la escena del crimen y con las manos en la masa – se burlaban los gemelos
Prewett
—. Tenéis suerte de que no os haya matado. ¿Por qué no estabais en los
dormitorios?
Snape dirigió a Harry una mirada aguda e inquisidora. Harry clavó la
vista en el suelo. Snape pensó en lo difícil que
sería ver los ojos de su amada Lily en un cuerpo idéntico a Potter. Deseó que Ron pudiera esconder la varita.
Entonces, una vocecita surgió de las sombras.
—Por favor; profesora McGonagall... Me estaban buscando a mí.
—¡Hermione Granger!
- ¡Que cosa! – exclamaron la
mayoría de los de la sala.
- Pero… te trataban fatal – decía
un aun estupefacto Sirius
- Salvaron mi vida – le respondió
Hermione – además, mis compañeras de dormitorio sabían dónde estaba, pero no lo
recordaron y ellos fueron los únicos que pensaron en mi – dijo la chica
sonriéndole a sus amigos.
- Pero ten encerraron con el
troll en el baño – le dijo sin entendimiento Percy, ocasionando malas miradas
de Harry y Ron.
- Pero fue sin querer, ellos no
podían saber que era el baño de niñas – Harry y Ron asentían vigorosamente como
niños de primero.
Hermione finalmente se había puesto de pie.
—Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo,
porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema. Ron dejó caer su varita.
¿Hermione Granger diciendo una mentira a su profesora?
- Y eso es a lo que me refería
con buena excusa – dijo sonriente Lunático
- Eso cambia el panorama - dijo Lily
—Si ellos no me hubieran encontrado, yo ahora estaría muerta. Harry le
clavó su varita en la nariz y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. No
tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda. Estaba a punto de matarme cuando ellos
llegaron.
- ¡Eres una genio! – exclamaba
Charlie
- Dile algo que no sepa - le dijo Bill
Harry y Ron trataron de no poner cara de asombro.
- No lo lograron - sonreía Hermione.
—Bueno... en ese caso —dijo la profesora McGonagall, contemplando a los
tres niños—... Hermione Granger; eres una tonta. ¿Cómo creías que ibas a
derrotar a un trol gigante tú sola?
- Profesora, no cree que fue un
poco dura – le decía Alice. Pero McGonagall pensaba como su yo del libro.
Hermione bajó la cabeza. Harry estaba mudo. Hermione era la última
persona que haría algo contra las reglas, y allí estaba, fingiendo una
infracción para librarlos a ellos del problema. Era como si Snape empezara a
repartir golosinas.
Snape miro mal a Harry el cual le
sonrío.
—Hermione Granger, por esto Gryffindor perderá cinco puntos —dijo la
profesora McGonagall—. Estoy muy desilusionada por tu conducta. Si no te ha
hecho daño, mejor que vuelvas a la torre Gryffindor. Los alumnos están
terminando la fiesta en sus casas.
- Y esos fueron los primeros
puntos que perdió Hermione – aplaudían los gemelos Weasley
Hermione se marchó. La profesora McGonagall se volvió hacia Harry y Ron.
—Bueno, sigo pensando que tuvisteis suerte, pero no muchos de primer año
podrían derrumbar a esta montaña. Habéis ganado cinco puntos cada uno para Gryffindor.
El profesor Dumbledore será informado de esto. Podéis iros.
- Creí que no les daría puntos
profesora - le decía Edgar
- Es muy diferente ir a enfrentar
un troll voluntariamente a ir a rescatar a una compañera – se excusaba.
-Pero porque solo cinco, ese fue
un acto de suma valentía y caballerosidad, digno de un Gryffindor… - Sirius
miraba a su profesora indignado.
McGonagall pensaba que tenía
razón, pero no se lo iba a decir.
Salieron rápidamente y no hablaron hasta subir dos pisos. Era un alivio
estar fuera del alcance del olor del trol, además del resto.
—Tendríamos que haber obtenido más de diez puntos —se quejó Ron.
-
Eso pensamos todos – decían varios de la sala
- Descontando los de Hermione,
serian cinco – le dijo Percy
—Cinco, querrás decir; una vez que se descuenten los de Hermione.
- Eso solo lo empeora – dijeron
los mismos
—Se portó muy bien al sacarnos de este lío —admitió Ron—. Claro que
nosotros la salvamos.
Molly negaba con la cabeza, *te
lo dije* le susurro Ron a Hermione
—No habría necesitado que la salváramos si no hubiéramos encerrado esa
cosa con ella —le recordó Harry. Habían llegado al retrato de la Dama Gorda.
- Bueno, ahora sabemos que Harry
es la conciencia de Ron y Hermione la de los dos – dijo Alice señalando a los chicos.
—Hocico de cerdo —dijeron, y entraron.
- Los Gryffindors y sus
contraseñas raras – decía Ted
- Mas raras son las del profesor
Dumbledore, siempre son dulces – le dijo su esposa
La sala común estaba llena de gente y ruidos. Todos comían lo que les
habían subido.
- Lo ven, nadie estaba preocupado
por una chic de primero sola en los baños, con un troll en los pasillos –
seguía defendiendo Hermione a su amigo y a su novio.
Hermione, sin embargo, estaba sola, cerca de la puerta, esperándolos.
Lily y Molly sonrieron, por fin
terminarían las peleas.
Se produjo una pausa muy incómoda. Luego, sin mirarse, todos dieron:
«Gracias» y corrieron a buscar platos para comer. Pero desde aquel momento
Hermione Granger se convirtió en su amiga.
- Así que por eso fue – decía
Neville
- ¿Ustedes nunca lo supieron? –
le pregunto su novia
- No, tu estabas en el mismo
curso y compartías Herbologia con nosotros, te diste cuenta de que de la nada
comenzaron a juntarse - respondió
- Y nada nos separó – dijeron los
tres al mismo tiempo
Hay algunas cosas que no se pueden compartir sin terminar unidos, y
derrumbar un trol de tres metros y medio es una de esas cosas.
- Nunca mejor dicho – exclamaron algunos
- ¿Es que no podían reconciliarse
de forma normal? – preguntaba Sirius, mientras que los chicos le negaban con la
cabeza.
- Pues me alegra que se hicieran
amigos, todos necesitan un Remus o un Lily en su vida – dijo James cerrando el
libro.
- ¡James! – le gritaron los nombrados.
_______________________
En el siguiente habrá
conversaciones, aun no sé si nocturnas o mañaneras. ¿Alguna sugerencia?
Pd. Mientras me da inspiración
para narrar conversaciones me puse a trabajar en el capítulo de Quidditch que ya está a medias 😉
FELIZ NAVIDAD A TODOS…
Gracias por leer esta historia 😉
No sientan pena de los muertos,
sino de los vivos, y sobretodo de aquellos que tienen que trabajar en
nochebuena ☹
Adoro el gif de este capitulo, esa escena debieron ponerla en la película.