martes, 19 de diciembre de 2017

El duelo a media noche

 - Es casi seguro que sacaron el paquete a tiempo, supongo que el paquete está en Hogwarts, el otro lugar relativamente “seguro” es Gringotts y obviamente sabe del pasado de Snape con tu padre, pero no te lo dirá porque lo más seguro es que no sepa cómo – le contestaba Frank haciendo gala de su perspectiva de auror enorgulleciendo a Alastor.
- Cariño, le estas respondiendo a un libro – claramente Frank se ruborizo por lo que le dijo su esposa para diversión de su hijo.
- Sigue leyendo Hannah – le dijo para que los demás olvidaran lo que pasó, pero la chica entre risas le dijo – Ya terminó el capítulo – y cerro el libro. 

Entonces Hannah le pasó el libro a Harry, lo que ocasiono que sus amigos lo miraran raro, incluso Draco.
– No me miren así, estoy completamente seguro de lo que vendrá en este capítulo y prefiero leerlo yo mismo para controlar el ritmo de la lectura – y lanzándoles una mirada a Ron, Hermione, Neville y a Draco esos comprendieron a lo que se refería.

- Hay no – decía con pesar Lily, nadie entendía a excepción de James que sonreía nervioso.
Harry comenzó a leer
Harry nunca…
- Espera MiniJames – dijeron al unísono los Sirius de la sala
- ¿Qué pasa Sirius? – le respondió el chico, esperando que no saliera con un comentario inapropiado. Pero era Sirius Black, así que no podía esperar mucho de… - te saltaste el nombre del capítulo – y si, no podía esperar mucho de su padrino y de manera resignada dijo – El capítulo se llama ElDueloAMediaNoche – pero a pesar de decirlo rápido todos entendieron.
- No ha pasado ni una semana y ya vas a andar en problemas, ¿tienes algún argumento con el cual defenderte? – y Harry viendo que su padrino, tanto el joven como el del futuro y peor aún su padre intentaban aguantar la risa al ver que se le venía su posible primer regaño – ¿Sangre de merodeador? – la sonrisa de James se borró por completo, mas no la de ambos Sirius.  Y Harry para no verse tan malo comenzó a leer de nuevo.
Harry nunca había creído que pudiera existir un chico al que detestara más que a Dudley,
Draco empezó a ver mal a Harry suponiendo por donde iba la cosa
pero eso era antes de haber conocido a Draco Malfoy.
- Gracias anteojitos, yo también te quiero –
- ¿Anteojitos? –
- ¿Preferías cararajada? –
- Tu nunca dejaras de ser hurón – y siguió leyendo, ante la indignación del huro… Draco, para no dar explicaciones.  
Sin embargo, los de primer año de Gryffindor sólo compartían con los de Slytherin la clase de Pociones, así que no tenía que encontrarse mucho con él. O, al menos, así era hasta que apareció una noticia en la sala común de Gryffindor; que los hizo protestar a todos.  Las lecciones de vuelo comenzarían el jueves... y Gryffindor y Slytherin aprenderían juntos.
- Eso o termina en pelea o termina en pelea – dijo Tonks
- ¿Por qué insisten en ponernos con Slytherin? – preguntaba a nadie en especifico Charlie
—Perfecto —dijo en tono sombrío Harry—. Justo lo que siempre he deseado. Hacer el ridículo sobre una escoba delante de Malfoy.
- Tu nunca harás el ridículo en una escoba - dijo James – y si llegaras a hacerlo… - e hizo el gesto de atravesarse el cuello con su dedo.
- ¡Potter! Ten más confianza en tu hijo por Merlín, es imposible que haga el ridículo, con el padre que tiene – James estaba engrandecido al igual que Harry por lo dicho por Lily.
Deseaba aprender a volar más que ninguna otra cosa.
—No sabes aún si vas a hacer un papelón —dijo razonablemente Ron—.
De todos modos, sé que Malfoy siempre habla de lo bueno que es en quidditch, pero seguro que es pura palabrería.
- ¿En tan mal concepto me tenían? – dijo Draco mirando a Ron y a Harry
- … -
- … -
- Vale vale, me lo gané, pero tampoco era tan malo –
- Si tú lo dices – susurraba Ron
La verdad es que Malfoy hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch
Los del futuro se permitieron una mueca irónica
y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles.  
La mayoría en la sala reía a carcajada suelta, hasta los más serios intentaban ocultar la risa y miraban a Draco como si le hubieran salido dos cabezas mientras que a este sus mejillas se le coloreaban
- ¿Enserio Draco? – Narcissa lucia preocupada y asustada
- No mamá, solo quería impresionar, además tenía once años - 
Pero a pesar de sus excusas se seguían burlando de él, y Harry apiadándose de él, siguió leyendo.
Pero no era el único: por la forma de hablar de Seamus Finnigan, parecía que había pasado toda la infancia volando por el campo con su escoba. Hasta Ron podía contar a quien quisiera oírlo que una vez casi había chocado contra un planeador con la vieja escoba de Charles.  
- ¡Ronald! –
- Tranquila mamá, también lo dije para impresionar, nunca volaba tan alto –
- Mas te vale o no te dejare tocar una escoba hasta que empieces Hogwarts –
Gred y Feorge se burlaban de su hermano.
Todos los que procedían de familias de magos hablaban constantemente de quidditch. Ron ya había tenido una gran discusión con Dean Thomas, que compartía el dormitorio con ellos, sobre fútbol.  Ron no podía ver qué tenía de excitante un juego con una sola pelota, donde nadie podía volar.
- Debe de ser muy interesante – dijo Arthur entusiasmado, y la mayoría, al ser de descendencia mágica lo miraban raro mientras que Molly bufaba exasperada.
- La verdad es que son deportes parecidos, cuando todo esto acabe te llevare a ver algún juego Arthur – Este miraba agradecido a Ted   
Harry había descubierto a Ron tratando de animar un cartel de Dean en que aparecía el equipo de fútbol de West Ham, para hacer que los jugadores se movieran.
- Si Dean estuviera aquí – decía con una sonrisa Neville
Neville no había tenido una escoba en toda su vida, porque su abuela no se lo permitía. Harry pensó que ella había actuado correctamente, dado que Neville se las ingeniaba para tener un número extraordinario de accidentes, incluso con los dos pies en tierra.
Neville lucia bastante apenado
- Tranquilo Neville, es un defecto que muy pocos aprecian – intentaba animarlo Dora
Hermione Granger estaba casi tan nerviosa como Neville con el tema del vuelo. Eso era algo que no se podía aprender de memoria en los libros, aunque lo había intentado.
James lucia indignado, al igual que Regulus, pero este prefirió no hacer ningún comentario por temor a que lo malinterpretaran
En el desayuno del jueves, aburrió a todos con estúpidas notas sobre el vuelo que había encontrado en un libro de la biblioteca, llamado Quidditch a través de los tiempos.  Neville estaba pendiente de cada palabra, desesperado por encontrar algo que lo ayudara más tarde con su escoba, pero todos los demás se alegraron mucho cuando la lectura de Hermione fue interrumpida por la llegada del correo.
Hermione miraba indignada a sus amigos de casa.
Harry no había recibido una sola carta desde la nota de Hagrid, algo que Malfoy ya había notado, por supuesto. La lechuza de Malfoy siempre le llevaba de su casa paquetes con golosinas, que el muchacho abría con perversa satisfacción en la mesa de Slytherin.
- Draco, por muy mal que te lleves con el muchacho no puedes ser tan cruel – reprendió para sorpresa de todos Narcissa a su hijo. Draco agacho la cabeza un tanto avergonzado.
Un lechuzón entregó a Neville un paquetito de parte de su abuela. Lo abrió excitado y les enseñó una bola de cristal, del tamaño de una gran canica, que parecía llena de humo blanco.  
Frank bufó molesto y decía mientras su esposa reía – uno de los inventos más estúpidos, espero que por lo menos diga que es lo que se olvida en el futuro -
—¡Es una Recordadora! —explicó—. La abuela sabe que olvido cosas y esto te dice si hay algo que te has olvidado de hacer. Mirad, uno la sujeta así, con fuerza, y si se vuelve roja... oh... —se puso pálido, porque la Recordadora súbitamente se tiñó de un brillo escarlata—... es que has olvidado algo...
Neville estaba tratando de recordar qué era lo que había olvidado, cuando Draco Malfoy que pasaba al lado de la mesa de Gryffindor; le quitó la Recordadora de las manos.
- ¿Se puede saber que buscabas en la mesa de Gryffindor? – cuestionaba Alice
- Problemas, supongo – le respondía el chico, totalmente resignado a que le reclamaran todo lo de los libros.
Harry y Ron saltaron de sus asientos. En realidad, deseaban tener un motivo para pelearse con Malfoy, pero la profesora McGonagall, que detectaba problemas más rápido que ningún otro profesor del colegio, ya estaba allí.
Lily y Molly miraron a la profesora agradecidas.
—¿Qué sucede?
—Malfoy me ha quitado mi Recordadora, profesora.
Con aire ceñudo, Malfoy dejó rápidamente la Recordadora sobre la mesa.
—Sólo la miraba —dijo, y se alejó, seguido por Crabbe y Goyle.
Aquella tarde, a las tres y media, Harry, Ron y los otros Gryffindors bajaron corriendo los escalones delanteros, hacia el parque, para asistir a su primera clase de vuelo.
Era evidente la emoción de James, Sirius y Canuto, ya que para ellos era obvio que Harry lo había hecho bien.
Era un día claro y ventoso. La hierba se agitaba bajo sus pies mientras marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia.
Los merodeadores se miraban entre sí de manera cómplice, seguramente recordando las noches de luna llena en el bosque.
Los Slytherins ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas en el suelo. Harry había oído a Fred y a George Weasley quejarse de las escobas del colegio, diciendo que algunas comenzaban a vibrar si uno volaba muy alto, o que siempre volaban ligeramente torcidas hacia la izquierda.
- Esas escobas deben suponer un peligro para la comunidad estudiantil – decía Dorcas
- Viéndolo de otra manera, si son escobas nuevas puede que los estudiantes no puedan controlarlas –
- Pero las nuevas pueden ser encantadas para que no vuelen muy rápido – respondía Dorcas pensativa sin darse cuenta de que era Regulus el que le estaba respondiendo.
Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.
—Bueno ¿qué estáis esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.
Harry miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.  
Los amantes del quidditch soltaron un jadeo horrorizados.
—Extended la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y decid «arriba».
—¡ARRIBA! —gritaron todos.
La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió.
James se limpiaba una lagrima falsa - Ese es mi bebé – decía.
- ¡Papá! No me digas así – decía completamente sonrojado mientras sus amigos reían.
La de Hermione Granger no hizo más que rodar por el suelo y la de Neville no se movió en absoluto. «A lo mejor las escobas saben, como los caballos, cuándo tienes miedo», pensó Harry, y había un temblor en la voz de Neville que indicaba, demasiado claramente, que deseaba mantener sus pies en la tierra.
- Nunca mejor dicho – reía Neville – lo que más quería en ese momento era salir corriendo a la sala común –
- Lo mismo quiso hacer Alice –
- ¡Calla Marlene! –
Para eso momento madre e hijo Longbottom estaban sonrojados al más puro estilo Weasley.
Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla.
Harry y Ron se alegraron muchísimo cuando la profesora dijo a Malfoy que lo había estado haciendo mal durante todos esos años.
Todos miraron al rubio esperando que este respondiera algo, pero Draco los ignoro olímpicamente.
—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos...
Pero Neville, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada antes de que sonara el silbato.
- Por favor dime que no te paso nada – Alice miraba suplicante a Neville
- No me paso nada que la Sra. Pomfrey no pudiera arreglar –
- No es como si eso me tranquilizara – le susurraba Alice a Frank dejando que Harry siguiera leyendo.
—¡Vuelve, muchacho! —gritó, pero Neville subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros... Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear; deslizarse hacia un lado de la escoba y.. BUM... Un ruido horrible y Neville quedó tirado en la hierba. Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido y desapareció de la vista.
- Vete lejos escoba… - decía Gideon
- … nadie te extrañará – completó Fabian
La señora Hooch se inclinó sobre Neville, con el rostro tan blanco como el del chico.
—La muñeca fracturada —la oyó murmurar Harry—. Vamos, muchacho... Está bien... A levantarse.
Se volvió hacia el resto de la clase.
—No debéis moveros mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejad las escobas donde están o estaréis fuera de Hogwarts más rápido de lo que tardéis en decir quidditch. Vamos, hijo.
Lily fulminó con la mirada a su hijo
- Y supongo que tu te quedaste quieto, como pidió la profesora – decía con enojo Lily
- ¿Fue por una buena causa? –
- No me des excusas –
- Pero… -
- Mejor sigue leyendo hijo – cortó la discusión James
Neville, con la cara surcada de lágrimas y agarrándose la muñeca, cojeaba al lado de la señora Hooch, que lo sostenía.
- Pobre de mi bebé – decía Alice mientras miraba con infinito amor a su hijo el cual solo se sonrojaba en brazos de su novia.
Casi antes de que pudieran marcharse, Malfoy ya se estaba riendo a carcajadas.
Ahora Alice se dedicaba a fulminar con la mirada al joven Malfoy que se encontraba en la sala
- ¿Te ha parecido gracioso? – le preguntaba con un pequeño deje de enfado
- En ese momento si – respondió Draco con sinceridad, mientras que Narcissa se preguntaba qué clase de educación le habían dado a su hijo.
—¿Habéis visto la cara de ese gran zoquete?
Los otros Slytherins le hicieron coro.
- Malditas serpientes – murmuraban los gemelos Prewett
—¡Cierra la boca, Malfoy! —dijo Parvati Patil en tono cortante.
—Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? —dijo Pansy Parkinson, una chica de Slytherin de rostro duro. Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.
- Parkinson como siempre tan adorable – decía con sarcasmo Astoria
—¡Mirad! —dijo Malfoy, agachándose y recogiendo algo de la hierba—. Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom.
- Mi sexto sentido me dice que vas a hacer algo muy Potter – decía Lily a su hijo mientras que James reía nerviosamente, al igual que Harry
La Recordadora brillaba al sol cuando la cogió.
—Trae eso aquí, Malfoy —dijo Harry con calma. Todos dejaron de hablar para observarlos.  
- Pelea pelea pelea – animaba Canuto
- Señor Black, compórtese – le reprendía McGongall
- ¿Cuál Black? –
- Usted obviamente, ya que su hermano se sabe comportar – le respondió la profesora mientras que Regulus intentaba no reírse.
Malfoy sonrió con malignidad.
- ¿A caso tienes otra sonrisa? – le pregunto Astoria en un susurro.
—Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué os parece... en la copa de un árbol?
Lucius le sonrió con aprobación a su hijo, pero este no le devolvió la sonrisa.
—¡Tráela aquí! —rugió Harry, pero Malfoy había subido a su escoba y se alejaba. No había mentido, sabía volar. Desde las ramas más altas de un roble lo llamó:
—¡Ven a buscarla, Potter!
Harry cogió su escoba.
- Si Lily, Harry va a hacer algo muy Potter – decía Lunático
- Para ser más específicos algo muy James - decía Remus, ambos con una sonrisa que aparentaba ser inocente, pero sus amigos que le conocían bien sabían que era una sonrisa burlona.
- Cría cuervos y te sacaran los ojos – decía con dramatismo James.
—¡No! —gritó Hermione Granger—. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos. Nos vas a meter en un lío.
- Hermione Sensatez Granger – decían los gemelos Weasley
- Déjenla en paz – defendía Ron a su novia mientras la abrazaba. 
Harry no le hizo caso.
Lily suspiro.
Le ardían las orejas. Se montó en su escoba, pegó una fuerte patada y subió. El aire agitaba su pelo y su túnica, silbando tras él y, en un relámpago de feroz alegría, se dio cuenta de que había descubierto algo que podía hacer sin que se lo enseñaran. Era fácil, era maravilloso.  
Harry detuvo la lectura permitiéndose ver a su padre con esa mirada orgullosa, cabe decir que James casi lloraba.
Empujó su escoba un poquito más, para volar más alto, y oyó los gritos y gemidos de las chicas que lo miraban desde abajo, y una exclamación admirada de Ron.
- Es que de verdad parecía que lo hubieras hecho toda tu vida –
James parecía pavorreal de lo orgulloso que estaba de su niño.
Dirigió su escoba para enfrentarse a Malfoy en el aire. Éste lo miró asombrado.
—¡Déjala —gritó Harry— o te bajaré de esa escoba!
—Ah, ¿sí? —dijo Malfoy, tratando de burlarse, pero con tono preocupado.
- No esperaba que supieras volar tan bien – admitía el chico
Harry sabía, de alguna manera, lo que tenía que hacer.
- Lo llevas en la sangre hijo, con un padre como yo es imposible que no se te dé bien volar – Harry le sonrió a su padre y se apresuro a leer ya quería ver su reacción cuando se enterara que había sido admitido en el equipo desde su primer año.
Se inclinó hacia delante, cogió la escoba con las dos manos y se lanzó sobre Malfoy como una jabalina. Malfoy pudo apartarse justo a tiempo, Harry dio la vuelta y mantuvo firme la escoba. Abajo, algunos aplaudían.
—Aquí no están Crabbe y Goyle para salvarte, Malfoy —exclamó Harry
Parecía que Malfoy también lo había pensado.
—¡Atrápala si puedes, entonces! —gritó. Giró la bola de cristal hacia arriba y bajó a tierra con su escoba.
Nadie interrumpía, unos porque querían saber si había logrado atrapar la recordadora y otros como Lucius, Snape y Ojoloco que creían que esas partes del libro eran insignificantes.
Harry vio, como si fuera a cámara lenta, que la bola se elevaba en el aire y luego comenzaba a caer. Se inclinó hacia delante y apuntó el mango de la escoba hacia abajo. Al momento siguiente, estaba ganando velocidad en la caída, persiguiendo a la bola, con el viento silbando en sus orejas mezclándose con los gritos de los que miraban.
- Sentíamos que te romperías el cuello Harry – le dijo Neville.
- Fue muy impresionante – dijo Hermione
Extendió la mano y, a unos metros del suelo, la atrapó, justo a tiempo para enderezar su escoba y descender suavemente sobre la hierba, con la Recordadora a salvo.
Lily e incluso James espiraron todo el aire que habían contenido en ese pequeño trozo de lectura.
- ¿Enserio la atrapaste? – le preguntaba Lunático, a lo que Harry asentía.
- Increíble, no creo que tu hayas podido Charlie – le decía Bill a su hermano mientras este negaba con la cabeza, ligeramente sorprendido, es decir, el y había escuchado las capacidades de vuelo de Harry, pero creyó que exageraban.
- Serás un excelente buscador – le dijo ya mas calmado James a su hijo.
—¡HARRY POTTER!
Su corazón latió más rápido que nunca. La profesora McGonagall corría hacia ellos. Se puso de pie, temblando.
—Nunca... en todo mis años en Hogwarts...
La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, y sus gafas centelleaban de furia.
- Profesora, no cree que esta exagerando un poco – decía Edgar
- Se ha podido romper el cuello, un alumno de primero, en su primera clase de vuelo, claramente Señor Bones, no estoy exagerando – le respondió la profesora.
—¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello...
- Sigue pensando lo mismo profesora – decía Dorcas con una sonrisa
—No fue culpa de él, profesora...
- ¡Exacto! No sé quién lo dijo, pero tiene razón, fue culpa del tonto de mi sobrino – decía Canuto haciendo berrinche recibiendo una fea mirada de los Malfoy
—Silencio, Parvati.
—Pero Malfoy..
—Ya es suficiente, Weasley. Harry Potter, ven conmigo.
- ¿No lo ira a castigar o si profesora? –
- A pesar de que ha volado increíblemente bien, desobedeció directamente a un profesor y puso en riesgo su vida – y ante eso James no pudo decir nada.
En aquel momento, Harry pudo ver el aire triunfal de Malfoy, Crabbe y Goyle, mientras andaba inseguro tras la profesora McGonagall, de vuelta al castillo.
- Pensábamos que te expulsarían, o que te caería un buen castigo, pero no contábamos con lo otro –
- ¿Qué es lo otro? – preguntaba James como niño pequeño.
- Deja que mi ahijado siga leyendo, te va a encantar – le decía Canuto Mayor
Lo iban a expulsar; lo sabía. Quería decir algo para defenderse, pero no podía controlar su voz. La profesora McGonagall andaba muy rápido, sin siquiera mirarlo. Tenía que correr para alcanzarla. Esta vez sí que lo había hecho. No había durado ni dos semanas. En diez minutos estaría haciendo su maleta. ¿Qué dirían los Dursley cuando lo vieran llegar a la puerta de su casa?
La mayoría de los de la sala creían que el chico estaba siendo un tanto exagerado.
- No te van a expulsar por eso hijo, nosotros hicimos cosas peores y nunca lo hicieron – intentaba tranquilizar James a su hijo, olvidando que este ya había vivido todo esto.
Subieron por los peldaños delanteros y después por la escalera de mármol.
La profesora McGonagall seguía sin hablar. Abría puertas y andaba por los pasillos, con Harry corriendo tristemente tras ella.
- ¿A dónde lo lleva profesora? – preguntaba Hestia
- Sinceramente, no sé qué es lo que mi yo dentro de 11 años pretenda hacer –
Tal vez lo llevaba ante Dumbledore.
- Eso es de lo mejor que te puede pasar cuanto te descubren haciendo algo que vaya contra las reglas MiniJames, ya que Dumbledore normalmente no te castiga – afirmaba Canuto sin ser consciente del problema en el que había metido al director del colegio, el cual intentaba no mirar a la jefa de la casa de los leones que lo veía furiosa.
Pensó en Hagrid, expulsado, pero con permiso para quedarse como guardabosque.
Hagrid se sonrojo de manera considerable.
Quizá podría ser el ayudante de Hagrid. Se le revolvió el estómago al imaginarse observando a Ron y los otros convirtiéndose en magos, mientras él andaba por ahí, llevando la bolsa de Hagrid.
Los gemelos Weasley/Prewett se iban a burlar del chico, pero vieron la mirada amenazante de Molly y se arrepintieron.
La profesora McGonagall se detuvo ante un aula. Abrió la puerta y asomó la cabeza.
—Discúlpeme, profesor Flitwick. ¿Puedo llevarme a Wood un momento?
«¿Wood? —pensó Harry aterrado—. ¿Wood sería el encargado de aplicar los castigos físicos?»
- Nunca aplicaría un castigo físico a mis alumnos Sr. Potter – decía una ligera escandalizada Minerva – como pudo pensar algo así – susurraba.
Algunos voltearon a ver al chico mientras este suspiraba y decía…
- Los Dursley nunca me castigaron físicamente, descuiden –
- No, solo te mataban de hambre y te encerraban por días –
- Gracias Ron, era necesario ese comentario – y siguió leyendo, ya estaba por llegar a su parte favorita.
Pero Wood era sólo un muchacho corpulento de quinto año, que salió de la clase de Flitwick con aire confundido.
Remus y Lily abrieron mucho los ojos, sorprendidos, pensando que en verdad a James le iba a encantar eso, incluso Regulus lo estaba, aunque no lo demostrara.
—Seguidme los dos —dijo la profesora McGonagall. Avanzaron por el pasillo, Wood mirando a Harry con curiosidad.
—Aquí.
La profesora McGonagall señaló un aula en la que sólo estaba Peeves, ocupado en escribir groserías en la pizarra.
—¡Fuera, Peeves! —dijo con ira la profesora.
- Pobre Peeves, con él se desquito la profesora – decía Neville
Peeves tiró la tiza en un cubo y se marchó maldiciendo. La profesora McGonagall cerró la puerta y se volvió para encararse con los muchachos.
—Potter, éste es Oliver Wood. Wood, te he encontrado un buscador.
- ¿Te ha metido al equipo? ¿Sin una prueba? Wow – decía Edgar
- No es para asombrarse Bones, es mi hijo – decía con arrogancia James mientras que Lily negaba con la cabeza, pero James asimilo mejor lo escuchado - ¡ENTRASTE EN EL EQUIPO CON 11 AÑOS! – grito asustando a medio mundo.
- Y sin tener que hacer pruebas – le recordó Remus
- ¡Y SIN TENER QUE HACER PRUEBAS! – James tenia las manos en la cabeza con pleno gesto de sorpresa – Hijo, con solo eso estas perdonado por haberme engañado con que no te gustaba el quidditch – Harry estaba contentísimo pero un codazo de Hermione le recordó que tenia que seguir con el capítulo.
La expresión de intriga de Wood se convirtió en deleite.
—¿Está segura, profesora?
—Totalmente —dijo la profesora con vigor—. Este chico tiene un talento natural. Nunca vi nada parecido…
- No sé si sentirme ofendido o alegrarme – decía Charlie con una sonrisa a Percy, el cual estaba contento de que sus hermanos no le guardaran rencor. Algunos no entendían a que se refería el pelirrojo.
… ¿Ésta ha sido tu primera vez con la escoba, Potter? —
- Mas impresionante aún – decía James mientras aplaudía como niño pequeño ante la alegría de sus amigos, esposa e hijo.
Harry asintió con la cabeza en silencio. No tenía una explicación para lo que estaba sucediendo, pero le parecía que no lo iban a expulsar y comenzaba a sentirse más seguro.
- Tus deducciones me impresionan Harry –
- Sabes que tu eres la inteligente del grupo Hermione – le respondía el niño que vivió-
- Y la más tranquila… - dijo Fred
- … la más responsable … - decía George
- … la más sensata … - le siguió Fred
- … la más… -
- ¡Ya entendimos! – les gritaron Harry y Ron a los gemelos.
—Atrapó esa cosa con la mano, después de un vuelo de quince metros — explicó la profesora a Wood—. Ni un rasguño. Charlie Weasley no lo habría hecho mejor.
- Ohh -  exclamaron la mayoría al entender lo antes dicho por el amante de los dragones.
- La diferencia es que yo llevaba volando desde pequeño – dijo este con una sonrisa.
Wood parecía pensar que todos sus sueños se habían hecho realidad.
- James, ¿no será tu hijo perdido? – preguntaba en burla Sirius. Harry podía ver un brillo en los ojos de su padrino que no había visto antes, suponía que era por la convivencia con su padre.
—¿Alguna vez has visto un partido de quidditch, Potter? —preguntó excitado.
- Siempre supe que ese chico llegaría a capitán, se le daba bien el quidditch – decía Bill
- Era lo único que se le daba bien – le recordaba Percy.
—Wood es el capitán del equipo de Gryffindor —aclaró la profesora McGonagall.
—Y tiene el cuerpo indicado para ser buscador —dijo Wood, paseando alrededor de Harry y observándolo con atención —. Ligero, veloz... Vamos a tener que darle una escoba decente, profesora, una Nimbus 2.000 o una Cleansweep 7.
- Dime que conseguiste la Nimbus – pedía James con mirada suplicante a su hijo.
Y Harry, con una sonrisa que esperaba no le delatara decidió tentar su suerte bromeando con su padre… - Pues no, pero la Cleansweep volaba muy bien –.
- Oh, está bien –  le respondió, aunque tenía una expresión de funeral. 
—Hablaré con el profesor Dumbledore para ver si podemos suspender la regla del primer año. Los cielos saben que necesitamos un equipo mejor que el del año pasado. Fuimos aplastados por Slytherin en ese último partido. No pude mirar a la cara a Severus Snape en vanas semanas...
Los Slytherins de la sala no pudieron evitar una mueca burlona al ver la cara de horror de algunos leones, aunque la mas resaltada era la de Regulus a su hermano, el cual en un gesto totalmente maduro le saco la lengua.
La profesora McGonagall observó con severidad a Harry, por encima de sus gafas.
—Quiero oír que te entrenas mucho, Potter, o cambiaré de idea sobre tu castigo.
- ¿Castigo? Eso no es un castigo Minerva, es un premio – le decía Flitwick a la profesora que muy en el fondo pensaba que en verdad tenia que estar muy desesperada para hacer algo así, *lo que hago por el quidditch* pensaba.
Luego, súbitamente, sonrió.
—Tu padre habría estado orgulloso —dijo—. Era un excelente jugador de quidditch.
- Por supuesto que estoy orgulloso, en el equipo, en primer año, y entro de una manera fantástica – decía James a nadie en particular, estaba en su mundo de Quidditch.
—Es una broma.
Era la hora de la cena. Harry había terminado de contarle a Ron todo lo sucedido cuando dejó el parque con la profesora McGonagall. Ron tenía un trozo de carne y pastel de riñón en el tenedor; pero se olvidó de llevárselo a la boca.
-Eso si es un milagro hermanito – le dijo Ginny
- Harry calla a tu novia quieres –
- Con un beso seguro se calla –
- Mejor no. Sigue leyendo, nos ven raro de que estamos susurrando -
—¿Buscador? —dijo—. Pero los de primer año nunca... Serías el jugador más joven en...
—Un siglo —terminó Harry, metiéndose un trozo de pastel en la boca.
Tenía muchísima hambre después de toda la excitación de la tarde—. Wood me lo dijo.
Ron estaba tan sorprendido e impresionado que se quedó mirándolo boquiabierto.
- Es que era increíble, primero vuelas de maravilla para ser tu primera vez en una escoba, luego para tu suerte te ve la profesora McGonagall y pasas de un castigo seguro a ser el buscador más joven en un siglo, era muy difícil de asimilar – y los del futuro le daban la razón.
—Tengo que empezar a entrenarme la semana que viene —dijo Harry—.
Pero no se lo digas a nadie, Wood quiere mantenerlo en secreto.
- Buena suerte con eso Harry, en Hogwarts no puede haber secretos – le decía Marlene.
Fred y George Weasley aparecieron en el comedor; vieron a Harry y se acercaron rápidamente.
—Bien hecho —dijo George en voz baja—. Wood nos lo contó. Nosotros también estamos en el equipo. Somos golpeadores.
­- Hay por Merlín, estos chicos me van a matar – decía con pesar Molly.
- Tranquila Molly, si son como tus hermanos, seguro son muy buenos – la calmaba Arthur
—Te lo aseguro, vamos a ganar la copa de quidditch este curso —dijo
Fred—. No la ganamos desde que Charlie se fue, pero el equipo de este año será muy bueno. Tienes que hacerlo bien, Harry. Wood casi saltaba cuando nos lo contó.
- No le gustaba perder los partidos, es lógico que se emocione – decía Charlie
- Además es un jugador recomendado la jefa de su casa, debe de emocionarse – decía Hagrid
—Bueno, tenemos que irnos. Lee Jordan cree que ha descubierto un nuevo pasadizo secreto, fuera del colegio.
—Seguro que es el que hay detrás de la estatua de Gregory Smarmy, que nosotros encontramos en nuestra primera semana.
Los merodeadores les levantaron los pulgares en gesto de aprobación.
Fred y George acababan de desaparecer, cuando se presentaron unos visitantes mucho menos agradables. Malfoy, flanqueado por Crabbe y Goyle.
- ¿Por qué pienso que vas a hacer algo estúpido? – le pregunto Astoria
- Porque voy a hacer algo estúpido – admitió el rubio – no fue de mis mejores ideas – terminó mientras que Narcissa negaba con la cabeza.
- Habla por ti – le dijo Neville con una mueca un poco asustada, aun recordaba ese jodido perro. Esa mueca no le gusto a sus padres, ni a los Potter.
—¿Comiendo la última cena, Potter? ¿Cuándo coges el tren para volver con los muggles?
- Esa si no te la esperabas eh, hurón – le dijo Ron
—Eres mucho más valiente ahora que has vuelto a tierra firme y tienes a tus «amiguitos» 
 —dijo fríamente Harry.
- Uhhhhh – se burlaban los bromistas de la sala.
Por supuesto que en Crabbe y Goyle no había nada que justificara el diminutivo, pero como la Mesa Alta estaba llena de profesores, no podían hacer más que crujir los nudillos y mirarlo con el ceño fruncido.
—Nos veremos cuando quieras —dijo Malfoy—. Esta noche, si quieres. Un duelo de magos. Sólo varitas, nada de contacto. ¿Qué pasa? Nunca has oído hablar de duelos de magos, ¿verdad?  
- ¡Draco! No puedes estar en los pasillos a tales horas y menos metiéndote en duelos – le reprendió Narcissa.
- Espero que no te descubran Harry –
- Lily, ¿no es mejor decirle que no se meta en problemas? – le preguntaba la profesora McGonagall
- Profesora, con el padre que tiene seria como pedirle peras al manzano, o sea, seria pedir un imposible – dijo con un suspiro.
—Por supuesto que sí —dijo Ron, interviniendo—. Yo soy su segundo. ¿Cuál es el tuyo?
- ¡Ronald! Se van a meter en líos – le medio gritaba Molly.
Malfoy miró a Crabbe y Goyle, valorándolos.
—Crabbe —respondió—. A medianoche, ¿de acuerdo? Nos encontraremos en el salón de los trofeos, nunca se cierra con llave.
- ¿Y tú como sabias eso? – le pregunto Narcissa
- Lo escuche de unos chicos de quinto año – admitió el rubio.
Cuando Malfoy se fue, Ron y Harry se miraron.
—¿Qué es un duelo de magos? —preguntó Harry—. ¿Y qué quiere decir que seas mi segundo?
—Bueno, un segundo es el que se hace cargo, si te matan —dijo Ron sin darle importancia.
- Tienes tanta sensibilidad como una roca Ron – le dijo Hermione
Al ver la expresión de Harry, añadió rápidamente—: Pero la gente sólo muere en los duelos reales, ya sabes, con magos de verdad.  Lo máximo que podéis hacer Malfoy y tú es mandaros chispas uno al otro. Ninguno sabe suficiente magia para hacer verdadero daño. De todos modos, seguro que él esperaba que te negaras.
Molly y Lily ya suspiraban resignadas
—¿Y si levanto mi varita y no sucede nada?
- ¡A lo muggle! – dijeron ambos Sirius, siendo fulminados por Lily
—La tiras y le das un puñetazo en la nariz — le sugirió Ron.
- Vaya Sirius, piensas como un niño de once años, ya vas mejorando – se burló Marlene
—Disculpad.
Los dos miraron. Era Hermione Granger.
El trio hizo una mueca.
—¿No se puede comer en paz en este lugar? —dijo Ron. Hermione no le hizo caso y se dirigió a Harry
—No pude dejar de oír lo que tú y Malfoy estabais diciendo...
—No esperaba otra cosa —murmuró Ron.
- ¿Como es que ahora se llevan tan bien? – pregunto Tonks
—... y no debes andar por el colegio de noche. Piensa en los puntos que perderás para Gryffindor si te atrapan, y lo harán. La verdad es que es muy egoísta de tu parte.
- Y eso demuestra que Hermione es la… -
- Si si, la tranquila, responsable y sensata, ahora, ¡déjenme leer! – interrumpió Harry a los gemelos.
—Y la verdad es que no es asunto tuyo —respondió Harry.
- Lo siento Herms –
- Cállate y sigue leyendo -
—Adiós —añadió Ron.
- Olvidalo Ron – le dijo la castaña
De todos modos, pensó Harry, aquello no era lo que llamaría un perfecto final para el día. Estaba acostado, despierto, oyendo dormir a Seamus y a Dean (Neville no había regresado de la enfermería).
- ¿Y eso? ¿Dónde estabas Neville? – le preguntó Augusta
- La verdad, la razón es un poco ridícula y en cualquier momento aparecerá –
Ron había pasado toda la velada dándole consejos del tipo de: «Si trata de maldecirte, será mejor que te escapes, porque no recuerdo cómo se hace para pararlo».
Los merodeadores y ambos pares de gemelos se carcajeaban de risa. Y los otros intentaban ocultarla.
- ¿Y así planeabas ser su segundo? – le preguntaba Hermione con una sonrisa en su cara, pero a Ron no le importaban las burlas y chocaba los puños con Harry.
Tenían grandes probabilidades de que los atraparan Filch o la Señora Norris, y Harry sintió que estaba abusando de su suerte al transgredir otra regla del colegio en un mismo día.
Lily miro a su hijo con ternura, - por lo menos tienes un poco de mí – le decía.
Por otra parte, el rostro burlón de Malfoy se le aparecía en la oscuridad, y aquélla era la gran oportunidad de vencerlo frente a frente. No podía perderla.
- Un poco de mi y todo lo demás de tu padre – volvía a decir la pelirroja mirando sonriente a su hijo.
—Once y media —murmuró finalmente Ron—. Mejor nos vamos ya.
Se pusieron las batas, cogieron sus varitas y se lanzaron a través del dormitorio de la torre. Bajaron la escalera de caracol y entraron en la sala común de Gryffindor. Todavía brillaban algunas brasas en la chimenea, haciendo que todos los sillones parecieran sombras negras. Ya casi habían llegado al retrato, cuando una voz habló desde un sillón cercano.
- ¿Quién era? – pregunto Remus
- Nuestra conciencia – respondieron los dos amigos mirando a Hermione.
—No puedo creer que vayas a hacer esto, Harry.
Una luz brilló. Era Hermione Granger; con el rostro ceñudo y una bata rosada.
—¡Tu! —dijo Ron furioso—. ¡Vuelve a la cama!
- Eso no sonó muy bien sobrino, aun eran unos niños – decía Gideon en tono burlón, mientras Ron y Hermione se ruborizaban.
- ¡Gideon! ¡Deja a mi niño y a mi nuera en paz! –
- Si Molly – dijo este un poco asustado.
—Estuve a punto de decírselo a tu hermano —contestó enfadada Hermione—. Percy es el prefecto y puede deteneros.
- Debiste hacerlo – dijo el ex prefecto
- Me hubieran odiado mas de lo que ya me odiaban en ese momento – Harry y Ron tuvieron la decencia de avergonzarse.
Harry no podía creer que alguien fuera tan entrometido.
- ¡Harry!, eso no se debe de decir de los amigos –
- Lo sé mamá, pero en ese momento no éramos amigos – dijo Harry con una sonrisa que se fue borrando al ver la expresión de su mamá, así que mejor siguió leyendo.
—Vamos —dijo a Ron. Empujó el retrato de la Dama Gorda y se metió por el agujero. Hermione no iba a rendirse tan fácilmente. Siguió a Ron a través del agujero, gruñendo como una gansa enfadada.
- ¡¿Gansa enfadada?! – le gritaba Herms a su amigo, casi hermano.
- Hermione, era un chico de once años y no controlaba lo que pensaba -
—No os importa Gryffindor; ¿verdad? Sólo os importa lo vuestro. Yo no quiero que Slytherin gane la copa de las casas y vosotros vais a perder todos los puntos que yo conseguí de la profesora McGonagall por conocer los encantamientos para cambios.
—Vete.
—Muy bien, pero os he avisado. Recordad todo lo que os he dicho cuando estéis en el tren volviendo a casa mañana. Sois tan...
- Irresponsables… - preguntaba Fabian
- … necios … - decía Gideon
- ¡Brutos barbajanes! – dijeron los gemelos Weasley
- ¡Que se callen! – gritaron Ron y Harry
Pero lo que eran no lo supieron. Hermione había retrocedido hasta el retrato de la Dama Gorda, para volver; y descubrió que la tela estaba vacía. La Dama Gorda se había ido a una visita nocturna y Hermione estaba encerrada, fuera de la torre de Gryffindor.
—¿Y ahora qué voy a hacer? —preguntó con tono agudo.
—Ése es tu problema —dijo Ron—. Nosotros tenemos que irnos o llegaremos tarde.
- Que caballero Ron – le dijo su hermana
No habían llegado al final del pasillo cuando Hermione los alcanzó.
—Voy con vosotros —dijo.
—No lo harás.
—¿No creeréis que me voy a quedar aquí, esperando a que Filch me atrape? Si nos encuentra a los tres, yo le diré la verdad, que estaba tratando de deteneros, y vosotros me apoyaréis.
- Que sinvergüenza – dijeron ambos Sirius recibiendo un golpe en la cabeza de ambos Remus
—Eres una caradura —dijo Ron en voz alta.
- Ven! También Ron piensa algo parecido – le decía Sirius mayor al Remus de su época, algo que apoyaba su versión joven porque asentía vigorosamente.
- Insisto Black, siéntete orgulloso de pensar como un niño de once años – y ambos Sirius le sacaron la lengua a la rubia de nombre Marlene.
—Callaos los dos —dijo Harry en tono cortante—. He oído algo. Era una especie de respiración.
—¿La Señora Norris? —resopló Ron, tratando de ver en la oscuridad.
No era la Señora Norris. Era Neville. Estaba enroscado en el suelo, medio dormido, pero se despertó súbitamente al oírlos.
- ¿Que hacías a esas horas fuera de la torre? Espero que no te guste andar paseándote por los pasillos hijo –
- Tranquilo papá, a los que les gusta salir es a esos tres que ves allá - dijo señalando al trio de oro.
- Gracias Neville – decían los tres chicos esquivando las miradas de Lily, Molly y McGonagall
—¡Gracias a Dios que me habéis encontrado! Hace horas que estoy aquí. No podía recordar el nuevo santo y seña para irme a la cama.
- Ay hijo – decían sus padres negando con la cabeza
—No hables tan alto, Neville. El santo y seña es «hocico de cerdo», pero ahora no te servirá, porque la Dama Gorda se ha ido no sé dónde.
—¿Cómo está tu muñeca? —preguntó Harry
—Bien —contestó, enseñándosela—. La señora Pomfrey me la arregló en un minuto.
—Bueno, mira, Neville, tenemos que ir a otro sitio. Nos veremos más tarde...
—¡No me dejéis! —dijo Neville, tambaleándose —. No quiero quedarme aquí solo. El Barón Sanguinario ya ha pasado dos veces.
- Eso no le va a gustar a Ron – dijo Charlie
Ron miró su reloj y luego echó una mirada furiosa a Hermione y Neville.
—Si nos atrapan por vuestra culpa, no descansaré hasta aprender esa Maldición de los Demonios, de la que nos habló Quirrell, y la utilizaré contra vosotros. Hermione abrió la boca, tal vez para decir a Ron cómo utilizar la Maldición de los Demonios, pero Harry susurró que se callara y les hizo señas para que avanzaran.
- Esos tiempos donde era fácil evitar sus peleas – decía el chico con un suspiro para luego reanudar la lectura.
Se deslizaron por pasillos iluminados por el claro de luna, que entraba por los altos ventanales. En cada esquina, Harry esperaba chocar con Filch o la Señora Norris, pero tuvieron suerte.
- Esos años donde tú de verdad tenías suerte – decía Ron en el mismo tono que Harry provocando unas pocas risas en la sala.
Subieron rápidamente por una escalera hasta el tercer piso y entraron de puntillas en el salón de los trofeos.
Malfoy y Crabbe todavía no habían llegado. Las vitrinas con trofeos brillaban cuando las iluminaba la luz de la luna. Copas, escudos, bandejas y estatuas, oro y plata reluciendo en la oscuridad. Fueron bordeando las paredes, vigilando las puertas en cada extremo del salón. Harry empuñó su varita, por si Malfoy aparecía de golpe. Los minutos pasaban.
—Se está retrasando, tal vez se ha acobardado —susurró Ron.
- O tal vez no vaya y sea una trampa – dijo James viendo mal al chico de la sala.
Entonces un ruido en la habitación de al lado los hizo saltar. Harry ya había levantado su varita cuando oyeron unas voces. No era Malfoy.
—Olfatea por ahí, mi tesoro. Pueden estar escondidos en un rincón.
- ¡Que maldito! – exclamó Canuto
- ¡Sirius! ¡No te permito que te expreses así de mi hijo! -le grito Narcissa enfadada, Draco sonrió agradeciéndole a su madre que le defendiera.
Era Filch, hablando con la Señora Norris. Aterrorizado, Harry gesticuló salvajemente para que los demás lo siguieran lo más rápido posible. Se escurrieron silenciosamente hacia la puerta más alejada de la voz de Filch. Neville acababa de pasar, cuando oyeron que Filch entraba en el salón de los trofeos.
- Si era una trampa ¿verdad? – le pregunto Astoria a su novio.
- Si - respondió este con orgullo y sin vergüenza, mientras el trio de oro y Neville le miraban mal.
—Tienen que estar en algún lado —lo oyeron murmurar—. Probablemente se han escondido.
—¡Por aquí! —señaló Harry a los otros y, aterrados, comenzaron a atravesar una larga galería, llena de armaduras. Podían oír los pasos de Filch, acercándose a ellos. Súbitamente, Neville dejó escapar un chillido de miedo y empezó a correr, tropezó, se aferró a la muñeca de Ron y se golpearon contra una armadura.
- Y hasta ahí llego nuestra suerte – dijo Ron
Los ruidos eran suficientes para despertar a todo el castillo.
- Yo y mi torpeza- decía Neville para aliviar tensiones
—¡CORRED! —exclamó Harry, y los cuatro se lanzaron por la galería, sin darse la vuelta para ver si Filch los seguía.
- Eso hubiera sido fatal, si estas huyendo es mejor no mirar atrás – decía Dora a lo que Ojo Loco asentía, ya que según él era un error muy tonto que muchos cometían.
Pasaron por el quicio de la puerta y corrieron de un pasillo a otro, Harry delante, sin tener ni idea de dónde estaban o adónde iban.
- Deberías ser mas descriptivo Harry, para saber en qué parte del castillo estas y poder decirte un atajo- decía Remus. A Harry no se le ocurría para que quería saber un atajo cuando eso ya había pasado así que mejor siguió leyendo.
Se metieron a través de un tapiz y se encontraron en un pasadizo oculto, lo siguieron y llegaron cerca del aula de Encantamientos, que sabían que estaba a kilómetros del salón de trofeos.  
Los merodeadores miraban orgullosos a Harry
- Esos pasadizos son muy útiles – decía Bill.
—Creo que lo hemos despistado —dijo Harry, apoyándose contra la pared fría y secándose la frente. Neville estaba doblado en dos, respirando con dificultad.  
- Nunca entendí como es que estabas tan campante, apenas y sudaste y vaya que corrimos mucho – decía Neville
- Se me daba correr – le respondió Harry y como no quería responder por que siguió leyendo.
—Te... lo... dije —añadió Hermione, apretándose el pecho—. Te... lo... dije.
—Tenemos que regresar a la torre Gryffindor —dijo Ron— lo más rápido posible.
—Malfoy te engañó —dijo Hermione a Harry—. Te has dado cuenta, ¿no? No pensaba venir a encontrarse contigo. Filch sabía que iba a haber gente en el salón de los trofeos. Malfoy debió de avisarle.
Harry pensó que probablemente tenía razón, pero no iba a decírselo.
- Hermione, si te hubiera dado la razón cada vez que la tenías, los libros serían más largos – dijo el chico antes de que su amiga le dijera algo
—Vamos.
No sería tan sencillo. No habían dado más de una docena de pasos, cuando se movió un pestillo y alguien salió de un aula que estaba frente a ellos. Era Peeves. Los vio y dejó escapar un grito de alegría.
- Si que tienen mala suerte, mira que encontrarte con Filch y con Peeves en su primera excursión nocturna, ¿Quién falta? – decía James
- Algún profesor, tal vez McGonagall o Snape – le respondió Frank
- Preferíamos encontrarnos a la profesora McGonagall, ella solo nos hubiera restado puntos, en cambio, el profesor Snape nos quitaría puntos y nos daría detención y luego nos llevaría con McGonagall que probablemente nos quitaría más puntos – razonaba Harry
—Cállate, Peeves, por favor... Nos vas a delatar.
Peeves cacareó.
—¿Vagabundeando a medianoche, novatos? No, no, no. Malitos, malitos, os agarrarán del cuellecito.
—No, si no nos delatas, Peeves, por favor.
—Debo decírselo a Filch, debo hacerlo —dijo Peeves, con voz de santurrón, pero sus ojos brillaban malévolamente—. Es por vuestro bien, ya lo sabéis.
—Quítate de en medio —ordenó Ron, y le dio un golpe a Peeves. Aquello fue un gran error.
- ¡Un grandísimo error! – gritaban James y ambos Sirius con las manos en la cara tal cual retrato del grito.
—¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA! —gritó Peeves—. ¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA, EN EL PASILLO DE LOS ENCANTAMIENTOS!
Pasaron debajo de Peeves y corrieron como para salvar sus vidas, recto hasta el final del pasillo, donde chocaron contra una puerta... que estaba cerrada.
- ¡Ay por Merlin! ¡¿Es que nada les sale bien?! – exclamaban Lily y Dorcas
—¡Estamos listos! —gimió Ron, mientras empujaban inútilmente la puerta—. ¡Esto es el final!
A Harry le hacia gracia como todos estaba expectantes a la lectura.
Podían oír las pisadas: Filch corría lo más rápido que podía hacia el lugar de donde procedían los gritos de Peeves.
- Maldito Peeves – murmuraba enfadada Alice
—Oh, muévete —ordenó Hermione. Cogió la varita de Harry, golpeó la cerradura y susurró—: ¡Alohomora!
- Bien hecho Srta. Granger – decía Flitwick con una sonrisa mientras los histéricos de la sala se relajaban notoriamente y Minerva le sonreía a la chica orgullosa de que en un futuro fuera de su casa.
- Ahora esperen a que se valla Filch y salen corriendo hacia la torre – decía Edgar
El pestillo hizo un clic y la puerta se abrió. Pasaron todos, la cerraron rápidamente y se quedaron escuchando.
—¿Adónde han ido, Peeves? —decía Filch—. Rápido, dímelo.
- Estoy completamente seguro de que le toma el pelo – dijo Ted
- No tengas duda de eso papá – le respondió la metamorfomaga.
—Di «por favor».
—No me fastidies, Peeves. Dime adónde fueron.
—No diré nada si me lo pides por favor —dijo Peeves, con su molesta vocecita.
—Muy bien... por favor.
—¡NADA! Ja, ja. Te dije que no te diría nada si me lo pedías por favor. ¡Ja, ja! —Y oyeron a Peeves alejándose y a Filch maldiciendo enfurecido.
—Él cree que esta puerta está cerrada —susurro Harry—. Creo que nos vamos a escapar. ¡Suéltame, Neville! —Porque Neville le tiraba de la manga desde hacía un minuto—. ¿Qué pasa?
­- ¡¿QUE PASA!? – decía exasperada Lily
- No sé que pasa con exactitud Sra. Potter, pero sospecho que su hijo y sus aventureros amigos se encuentran en el pasillo prohibido del tercer piso – decía con calma Dumbledore
- Por eso la puerta estaba cerrada – razono Remus
- Pero… ¿Qué hay allí? – preguntaba Frank
- Dejen que mi hijo lea para saberlo – decía un muy preocupado James, su emoción por el puesto de buscador de su hijo había desaparecido de su bell… de su rostro.
Harry mirando a sus amigos que ya se estaban preparando para los gritos siguió leyendo.
Harry se dio la vuelta y vio, claramente, lo que pasaba. Durante un momento, pensó que estaba en una pesadilla: aquello era demasiado, después de todo lo que había sucedido.  
Lily, Molly Alice y sus respectivas parejas estaban bastante intranquilos junto con algunos otros de la sala.
- Creo que debimos preparar pociones tranquilizantes – le susurró al Hermione a Harry el cual solo asintió con la cabeza esperando que comprendieran que eso ya había pasado y estaban bien.
No estaban en una habitación, como él había pensado. Era un pasillo. El pasillo prohibido del tercer piso. Y ya sabían por qué estaba prohibido.
- ¡¿POR QUÉ?! – exclamaban las mencionadas.
Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos.
­- Hijo, si es una broma ya la puedes ir terminando – decía un pálido James
- No es una broma papá, era un perro de tres cabezas – dijo intentando tranquilizarlo con una sonrisa.
- ¡¿Y QUE HACIA UNA COSA ASÍ EN EL COLEGIO?! – gritaron Lily, Molly y Alice
- Es peligroso, mas aun en un castillo lleno de niños – decía Andrómeda
- Exacto, niños de entre 11 y 18 años, diles que no hagan algo y seguro lo hacen – decía Marlene
- Tranquilos, de verdad no nos pasó nada – intentaba tranquilizar Neville
Los padres de los tres los inspeccionaban como si pudieran observar debajo de sus ropas alguna mordida.
Estaba casi inmóvil, con los seis ojos fijos en ellos, y Harry supo que la única razón por la que no los había matado ya era porque la súbita aparición lo había cogido por sorpresa.  
- Era algo que no se esperaba seguro – dijo Sirius
Pero se recuperaba rápidamente: sus profundos gruñidos eran inconfundibles.
Neville suspiraba, paso varias noches con pesadillas por culpa de ese perro.
Harry abrió la puerta. Entre Filch y la muerte, prefería a Filch.
- Esa ha sido, sin duda alguna, una de tus mejores improvisaciones Harry – dijo Ginny
- Bueno, no iba a esperar a averiguar si Hermione había leído sobre bestias de ese tipo – dijo este con una sonrisa ganándose un codazo de su amiga
Retrocedieron y Harry cerró la puerta tras ellos.  
Los padres de los niños exhalaron el aire que habían estado conteniendo por mucho tiempo. Corrieron, casi volaron por el pasillo. Filch debía de haber ido a buscarlos a otro lado, porque no lo vieron. Pero no les importaba: lo único que querían era alejarse del monstruo.
- No creo que sea un monstruo si lo sabes controlar – decía Hagrid, quien internamente deseaba que le hubieran encargado el cuidado de ese perro.
Algunos quisieron reprocharle su comentario, pero querían saber si los niños habían llegado con bien a su sala común.
No dejaron de correr hasta que alcanzaron el retrato de la Dama Gorda en el séptimo piso.
- Pobres, correr 4 pisos como alma que lleva el diablo sintiendo que detrás de ti va un perro de tres cabezas … ¿No tuvieron pesadillas? – preguntaba Tonks.
Mientras el trio de oro no dijo ni demostró nada, Neville asentía con la cabeza.
—¿Dónde os habíais metido? —les preguntó, mirando sus rostros sudorosos y rojos y sus batas desabrochadas, colgando de sus hombros.
Los seis merodeadores no pudieron evitar mirarse con complicidad.
—No importa... Hocico de cerdo, hocico de cerdo —jadeó Harry, y el retrato se movió para dejarlos pasar. Se atropellaron para entrar en la sala común y se desplomaron en los sillones.
- HARRY JAMES POTTER, como vuelvas a aceptar batirte en duelo a media noche en cualquier parte del castillo, te juro que… - pero Sirius la cortó, dispuesto a ayudar a su ahijado – o sea que, si se puede batir en duelo, solo que debe ser en el día – le dijo, ignorando por completo su sentido de supervivencia.
Pasó un rato antes de que nadie hablara. Neville, por otra parte, parecía que nunca más podría decir una palabra.  
- Lo admitiré, estaba muy asustado – decía el chico con una sonrisa.
- Lo raro hubiera sido que no lo estuvieras, tan solo con la descripción da miedo – decía Fleur*
—¿Qué pretenden, teniendo una cosa así encerrada en el colegio? — dijo finalmente Ron—. Si algún perro necesita ejercicio, es ése.
- ¿Enserio eso fue lo primero que dijiste sobrino? – le preguntaban sus tíos.
- Estaba asustado todavía, mi cerebro no pensaba – se defendía el chico.
- ¿Y alguna vez pensó? – se burlaban sus hermanos.
- Dejen en paz a mi hijo – les reñía Molly tanto a sus hijos como a sus hermanos.
Hermione había recuperado el aliento y el mal carácter.
- Hermione me vas a dejar marcado de tanto codazo – le decía su amigo con una mueca de dolor.
- ¡Pues controla lo que piensas Potter! – le gritaba mientras Ron se burlaba de su amigo, a pesar de que él había pensado lo mismo.
— ¿Es que no tenéis ojos en la cara? —dijo enfadada—. ¿No visteis lo que había debajo de él?
Fue hasta ese momento que Ojo Loco puso atención en la lectura.
- ¿El suelo? Lo mas importante eran sus tres cabezas – le decía James
—¿El suelo? — Sugirió Harry—. No miré sus patas, estaba demasiado ocupado observando sus cabezas.
Padre e hijo se miraron extrañados pero emocionados de pensar casi lo mismo.
- Cornamenta, piensas como un niño de primero – se burlaba canuto de su casi hermano.
- Es lo que pasa por juntarme contigo – le respondió este con la misma intención.
Canuto solo se encogió de hombros
—No, el suelo no. Estaba encima de una trampilla. Es evidente que está vigilando algo.
- Que buena deducción niña – le dijo Moody
- Pero… ¿qué puede ser? – se preguntaba Dorcas
- Creo que lo diré en un momento – le dijo Harry y siguió leyendo.
Se puso de pie, mirándolos indignada.
Harry y Ron se rieron por esta frase.
- Ey… de que se ríen ustedes dos – les decía Ginny
- Es que desde antes de ser amigos Hermione nos miraba indignada – decían entre risas Harry a lo que Ron asentía.  
Los demás también se rieron al ver que Hermione los miraba indignada.
—Espero que estéis satisfechos. Nos podía haber matado. O peor, expulsado. Ahora, si no os importa, me voy a la cama.
- Hermione, eres la bruja mas inteligente de tu edad, ya te lo había dicho, pero… - empezó a decir Sirius
- … ordena tus prioridades- terminó de decir Canuto
Hermione se sonrojó.
Ron la contempló boquiabierto.
- Como bobo enamorado – se burlaba Harry
Ron se puso como rábano en insolación.
- Quieres seguir leyendo “amigo” – le reprochaba.
—No, no nos importa —dijo— Nosotros no la hemos arrastrado, ¿no?
Pero Hermione le había dado a Harry algo más para pensar, mientras se metía en la cama.
La mayoría miraba al chico como si le hubiera salido otra cabeza.
- ¿Cómo podías pensar después de lo que habías pasado? – le preguntaba Edgar
- Se me da bien pensar con adrenalina en el cuerpo – le respondió, pero esa respuesta a sus padres, tíos y padrinos no les gusto nada.
El perro vigilaba algo... ¿Qué había dicho Hagrid? Gringotts era el lugar más seguro del mundo para cualquier cosa que uno quisiera ocultar... excepto tal vez Hogwarts.
­- Exactamente – afirmaba el guardabosques.
Parecía que Harry había descubierto dónde estaba el paquetito arrugado de la cámara setecientos trece.
- Oh…….-

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