Disclairmer. La historia de Harry Potter así como sus
personajes no me pertenecen. (Ya quisiera) le pertenecen a la gran JK Rowling
***Hagrid marcó la pagina y cerro el libro - Así termina el capitulo - dijo
con una sonrisa.
- Bien, creo que sería mejor almorzar, quiero
suponer que esa puerta lleva a las concinas ¿no es así?- les
pregunto a los de futuro.
-Si profesor, así debe ser - le
respondió Neville que conocía muy bien el funcionamiento de la sala.
- Bien en lo que traigo los alimentos
conversen una rato- y diciendo eso se levanto de su siento y se
fue.***
En cuanto el profesor Dumbledore se fue, Neville deseo que la Sala
les brindara un comedor, pronto apareció una gran mesa con muchas sillas a su
alrededor.
- Genial Neville -
le dijo Ron a su amigo.
- Sabes muy bien como se ocupa esta sala hijo
- Frank estaba asombrado de que en su tiempo nadie supiera de esa
sala.
- Si la verdad es que la entiendo muy bien -
le respondió Nev a su papá.
- ¿Y bien, ahora si nos explican lo de Los
merodeadores?- preguntaron los gemelos W.
- Pues no hay mucho que explicar, creo que es
obvio - dijo
con una sonrisa Ron
- ¿Que tenemos que ver nosotros en esto? -
preguntaron los tres merodeadores presentes.
- ¡Ustedes son los merodeadores!.
- Juro solemnemente que mis intenciones no son
buenas - dijeron a una sola voz y los gemelos W.
sonriendo les contestaron - Travesura
Realizada - y ambos junto con Sirius, Canuto y Cornamenta se fundieron en
un abrazo dramático.
- Nuestro legado Corni, ellos tiene nuestro
legado - lloraba Canuto.
Mientras ellos se iban a platicar sobre bromas Lucius y Narcissa se
llevaron a Draco para hablar a solas.
- ¡De verdad es necesario que leamos esos
estúpidos libros!
- Lucius cálmate ¿quieres?, hijo ¿es verdad
que tu pediste que nosotros estuviéramos presentes?.
- Si mamá - a Narcissa se
le inundo el pecho al oír esa palabra - creo
que ustedes merecen saber todos su errores, no me gustaría ver a papá en
Azkaban otra vez - y ante la pregunta silenciosa de
Lucius Draco continuó - Si
padre, cuando estuve es sexto año en Hogwarts, solo fueron unos meses, no
debería decirlo pero es algo que necesitan saber, luego de la guerra Potter
evitó que ambos fueran a la prisión- ante eso Lucius no supo que decir
además de un gruñido. - Padre, no te
convine seguir pinchando a los Weasley, porque en los libros tu yo del futuro
hace cosas horribles y no querrás que se desquiten contigo además si eres
inteligente sabrás darte cuenta que son nueve contra ti - y con esto Draco
dio por finalizada la conversación yéndose a sentar con Astoria que estaba
platicando con Ginny en la mesa.
Canuto por su parte quería conversar con Regulus pero no sabía cómo
empezar, al ver esto James le dio un empujoncito: - Ve a hablar con él - y
armándose de valor fue a donde su hermano menor - Reg, quisiera hablar
contigo - y ante un asentimiento
Regulus se levantó y acompaño a su hermano a una parte alejada de los demás.
Mientras Canuto platicaba con su hermano menor una mujer de
aproximadamente 25 años llegó a la sala en medio de una bruma negra.
-Hola a todos mi nombre es - y
mirando feo al matrimonio Tonks que ya sabían quién era, continuo - Nymphadora Tonks aunque llaméenme Dora o
Tonks - dijo con una sonrisa apenada. Y se dirigió a abrazar a sus padres,
principalmente a Ted que del año en que venía ya había muerto en su fuga del
ministerio. Después se fue a abrazar a HarryBebé - Oh, Harry, eras una monada - dijo haciéndole pucheritos al bebé
ante la sonrisas de la mayoría de los presentes y el sonrojo del Harry adulto,
poco después llegó Dumbledore con la comida y falta decir que los Weasley
varones y tanto Sirius como Canuto (que volvía de platicar con Regulus con una
sonrisa que se le hizo más grande al ver la comida) se abalanzaron contra los
platillos que fueron apareciendo en la mesa, Regulus sonrió, ya extrañaba el
tragón de su hermano.
Después de varios:
* ¡Sirius come decentemente! *
* ¡Ron, no hables con la boca llena! *
*
No Bill, integta comeg la cagne cogcida *
*
¡Harry no te atragantes con la tarta de melaza que te puedes ahogar! *
De parte de Marlene, Hermione, Fleur y Lily
respectivamente y varias sonrisas de los demás.
Una vez que terminaron de comer todos se
sentaron en sus lugares y Dora se sentara junto a los dos Remus y Sirius, se
ofreció a leer el capitulo siguiente…
-
Bien, el capitulo de llama “El
callejón Diagon”-
Varios sonrieron ya que amaban ese callejón y
Lily estaba algo triste ya que le hubiera gustado llevar a su bebé ella misma
pero comprendió que si eran inteligentes podrían cambiarlo así que puso
atención a la lectura.
Tonks leyó:
Harry se despertó temprano aquella mañana.
Aunque sabía que ya era de día, mantenía los ojos muy cerrados.
- ¿Porque? - preguntaron
varios.
- Me aferraba a la esperanza.
Varios no
entendieron a que sereferia así que Tonks siguio leyendo.
«Ha sido un sueño —se dijo con firmeza—. Soñé
que un gigante llamado Hagrid vino a decirme que voy a ir a un colegio de
magos. Cuando abra los ojos estaré en casa, en mi alacena.»
Todos sin exepcion voltearon a ver al Niño que vivio.
- Solia tener sueños donde me pasaban cosas
geniales, como ya no vivir con los Dursley - casi todos se
entristecieron al oir las palabras del niño.
Se produjo un súbito golpeteo.
«Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta»,
pensó Harry con el corazón abrumado. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido
un sueño tan bonito...
- El sueño de todo muggle -
murmuraron varios.
Toc. Toc. Toc.
—Está bien —rezongó Harry—. Ya me levanto.
Se incorporó y se le cayó el pesado abrigo
negro de Hagrid. La cabaña estaba iluminada por el sol, la tormenta había
pasado, Hagrid estaba dormido en el sofá y había una lechuza golpeando con su
pata en la ventana, con un periódico en el pico.
*El profeta* pensaban
algunos.
Harry se puso de pie, tan feliz como si un
gran globo se expandiera en su interior.
- Vivir lejos de los Dursley por 10 meses. Una
genial perspectiva - dijo soñadoramente Harry haciendo reir a
varios en la sala.
Fue directamente a la ventana y la abrió. La
lechuza bajó en picado y dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó.
Entonces la lechuza se posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.
- Oh, el animal quiere que le pages -
acoto Alice.
- Cariño, en ese momento el no podia saberlo.
Alice se sonrojó
—No hagas eso.
Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta
cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.
— ¡Hagrid! — dijo Harry en voz alta — Aquí hay
una lechuza...
— Págala —
gruñó Hagrid desde el sofá.
— ¿Qué?
— Quiere que le pagues por traer el periódico.
- Deseguro eso te parecio extraño.
- A esa altura no tanto mamá, digo, un hombre
me acaba de hablar de magia maldiciones y esas cosas.
Lily estaba de maravilla al ver que a su hijo no se le dificultaba
llamarle mamá
Busca en los bolsillos.
El abrigo de Hagrid parecía hecho de
bolsillos, con contenidos de todo tipo: manojos de llaves, proyectiles de
metal, bombones de menta, saquitos de té...
Finalmente Harry sacó un puñado de monedas de
aspecto extraño.
— Dale cinco knuts —dijo soñoliento Hagrid.
- ¡Eso es mucho! En este tiempo cuesta dos
knuts - dijo la profesora McGonagall. Muchos
estuvieron de acuerdo con ella.
— ¿Knuts?
— Esas pequeñas de bronce.
Harry contó las cinco monedas y la lechuza
extendió la pata, para que Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de
cuero que llevaba atada. Y salió volando por la ventana abierta.
Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se
desperezó.
— Es mejor que nos demos prisa, Harry. Tenemos
muchas cosas que hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del
colegio ―
Harry estaba dando la vuelta a las monedas
mágicas y observándolas. Acababa de pensar en algo que le hizo sentir que el
globo de felicidad en su interior acababa de pincharse.
-
¿Y ahora porque? -
preguntaron con un poco de hastio Hermione y Ron
— Mm... ¿Hagrid?
— ¿Sí? — dijo Hagrid, que se estaba calzando
sus colosales botas.
—Yo no tengo dinero y ya oíste a tío Vernon
anoche, no va a pagar para que vaya a aprender magia.
Ante eso James comenzo a reir estruendosamente al igual que Canuto
y Sirius.
La mayoria veían a Harry con diversion.
-
¡Oigan! -
les gritó a su padre y a sus padrinos - yo
no sabia nada de mi familia ¿recuerdan?.
Los tres
merodeadores dejaron de reir.
-
Tu si que sabes arruinar un momento MiniCornamenta - le dijo Canuto con una
mirada fulminante.
-
Si, ni tenías que recordarnolos.
Tonks siguió
leyendo.
—No te preocupes por eso —dijo Hagrid,
poniéndose de pie y golpeándose la cabeza — ¿No creerás que tus padres no te
dejaron nada?
—Pero si su casa fue destruida...
- Hijo no guardariamos el dinero en la casa - le
dijo Lily.
*no alcanzaria el espacio*
pensaba James pero no dijo nada.
— ¡Ellos no guardaban el oro en la casa,
muchacho! No, la primera parada para nosotros es Gringotts. El banco de los
magos. Come una salchicha, frías no están mal, y no me negaré a un pedacito de
tu pastel de cumpleaños.
— ¿Los magos tienen bancos?
— Sólo uno. Gringotts. Lo dirigen los gnomos.
Harry dejó caer el pedazo de salchicha que le
quedaba.
- ¡No desperdicies la comida! - le
gritó Ron.
- Hmp, menos si hay traidores
como los Weasley que la necesitan por ser tan pobretones - dino con sorna
Lucius.
- Padre ¡cállate!
Los hermanos Weasley estuvieron a punto de hechizar a Lucius pero
al ver que este cerraba el pico se sentaron.
— ¿Gnomos?
—Ajá... Así uno tendría que estar loco para
intentar robarlos, puedo decírtelo.
Nunca te metas con los gnomos,
Harry.
- Pues no le quedó muy claro -
le dijo Ron a Hermione en un susurro para que nadie eacuchara pero si fueron
escuchados por Harry.
- Oh ya callense -
les dijo este.
- Ustedes saben de que hablan esos tres -
preguntó Edgar a los del futuro. Estos asintieron recordando aquella vez que la
noticia fue publicada en el profeta pero no revelaron nada.
- Gringotts es el lugar más seguro del mundo
para lo que quieras guardar, excepto tal vez Hogwarts. Por otra parte, tenía
que visitar Gringotts de todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts. —
Hagrid se irguió con orgullo — En general, me utiliza para asuntos importantes.
Buscarte a ti... sacar cosas de Gringotts... él sabe que puede confiar en mí.
- Es algo que todos sabemos -
murmuraron los merodeadores, los gemelos y el trio de oro
¿Lo tienes todo? Pues vamos.
Harry siguió a Hagrid fuera de la cabaña. El
cielo estaba ya claro y el mar brillaba a la luz del sol. El bote que tío
Vernon había alquilado todavía estaba allí, con el fondo lleno de agua después
de la tormenta.
— ¿Cómo llegaste aquí? — preguntó Harry;
mirando alrededor, buscando otro bote.
— Volando —dijo Hagrid.
- ¿Volando? -
preguntaban la mayoria.
— ¿Volando?
—Sí... pero vamos a regresar en esto. No debo
utilizar la magia, ahora que ya te encontré.
Subieron al bote.
- ¿Y en que regresaron el trio de animales que
tienes como familia?
- No lo sé - dijo Harry
como respuesta a Tonks
Harry todavía miraba a Hagrid, tratando de
imaginárselo volando.
— Sin embargo, me parece una lástima tener que
remar — dijo Hagrid, dirigiendo a Harry una mirada de soslayo — Si yo...
apresuro las cosas un poquito, ¿te importaría no mencionarlo en Hogwarts?
— Por supuesto que no — respondió Harry,
deseoso de ver más magia.
- Logicamente quedrias ver mas magia, esta en
tu sangre ser llamado por ella - dijo filosoficamente James.
Hagrid sacó otra vez el paraguas rosado, dio
dos golpes en el borde del bote y salieron a toda velocidad hacia la orilla.
— ¿Por qué tendría que estar uno loco para
intentar robar en Gringotts? —preguntó Harry.
—Hechizos... encantamientos —dijo Hagrid,
desdoblando su periódico mientras hablaba—... Dicen que hay dragones
custodiando las cámaras de máxima seguridad.
Los futuristas voltearon a ver al trio de oro.
Ellos aún se preguntaban como rayos habían salido vivios ese día
Y además, hay que saber encontrar el camino.
Gringotts está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes? Muy por
debajo del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras
podido robar algo.
Harry permaneció sentado pensando en aquello,
mientras Hagrid leía su periódico, El Profeta. Harry había aprendido de su tío
Vernon que a las personas les gustaba que las dejaran tranquilas cuando hacían
eso, pero era muy difícil, porque nunca había tenido tantas preguntas que hacer
en su vida.
- Me hubieras preguntado lo que quisieras
Harry.
- Si Hagrid ahora lo sé -
le contestó Harry con una sonrisa.
— El Ministerio de Magia está confundiendo las
cosas, como de costumbre — murmuró Hagrid, dando la vuelta a la hoja.
— ¿Hay un Ministerio de Magia? — preguntó
Harry, sin poder contenerse.
— Por supuesto — respondió Hagrid —. Querían
que Dumbledore fuera el ministro, claro, pero él nunca dejará Hogwarts, así que
el viejo Cornelius Fudge consiguió el trabajo.
- ¡Pero si sólo es un Hufflepuff idiota!
- ¡Tío no insultes a los de mi casa!- Lo regañó Nymphadora.
- Fuiste sorteada Hufflepuff - decía
con orgullo Ted y su hija solo asintió sonriente.
- ¿Pero cuando se hizo
Ministro de Magia? - preguntó Arthur
- En 1990 - respondió
Percy.
Nunca ha existido nadie tan chapucero. Así que
envía lechuzas a Dumbledore cada mañana, pidiendo consejos.
- Ves Nymphadora, no es que insulte a los
tejones, sólo que este es un idiota - le dijo Sirius a su sobrina.
Después leyeron la explicación de Hagrid acerca de lo que hacía un
Ministerio de Magia. Todos estuvieron de acuerdo en que los muggles no supieran
nada del mundo mágico.
- Vaya Hagrid, tienes que ser más discreto -le
dijo James al semi-gigante cuando se leyó acerca de su reacción a los
parquímetros. La profesora miró mal a Hagrid cuando este le dijo a Harry que
quería tener un dragón, ella no quería ninguna de esas bestias cerca de sus
alumnos. Y todos le recomendaron a Hagrid tomar algunas clases de Estudios Muggles cuando este le pidió a
Harry que comprara los boletos del tren
La gente los miraba más que nunca en el tren.
Hagrid ocupó dos asientos y comenzó a tejer lo que parecía una carpa de circo
color amarillo canario.
— ¿Todavía tienes la carta, Harry? —preguntó,
mientras contaba los puntos.
Harry sacó del bolsillo el sobre de pergamino.
— Bien — dijo Hagrid — Hay una lista con todo
lo que necesitas.
Harry desdobló otra hoja, que no había visto
la noche anterior, y leyó:
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
— Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
— Un sombrero puntiagudo (negro) para uso
diario.
— Un par de guantes protectores (piel de
dragón o semejante).
— Una capa de invierno (negra, con broches
plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar
etiquetas con su nombre.)
LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de
los siguientes libros:
— El libro reglamentario de hechizos (clase
1), Miranda Goshawk.
— Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
— Teoría mágica, Adalbert Waffling.
— Guía de transformación para principiantes,
Emeric Switch.
— Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida
Spore.
— Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
— Animales fantásticos y dónde encontrarlos,
Newt Scamander.
— Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la
autoprotección, Quentin Trimble.
RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza,
un gato o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE ALOS DE PRIMER
AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.
— ¿Podemos comprar todo esto en Londres? — se
preguntó Harry en voz alta.
— Sí, si sabes dónde ir — respondió Hagrid.
Harry no había estado antes en Londres.
Se oían diversos insultos para los Dursley en
esos momentos.
Aunque
Hagrid parecía saber adónde iban, era evidente que no estaba acostumbrado a
hacerlo de la forma ordinaria. Se quedó atascado en el torniquete de entrada al
metro y se quejó en voz alta porque los asientos eran muy pequeños y los trenes
muy lentos.
— No sé cómo los muggles se las arreglan sin
magia — comentó, mientras subían por una escalera mecánica estropeada que los
condujo a una calle llena de tiendas.
Hagrid era tan corpulento que separaba
fácilmente a la muchedumbre. Lo único que Harry tenía que hacer era mantenerse
detrás de él.
Risas se escucharon en la sala.
Pasaron ante librerías y tiendas de música,
ante hamburgueserías y cines, pero en ningún lado parecía que vendieran varitas
mágicas.
Los sangrepura se preguntaban que eran esas cosas.
Era una calle normal, llena de gente normal.
¿De verdad habría cantidades de oro de magos enterradas debajo de ellos? ¿Había
allí realmente tiendas que vendían libros de hechizos y escobas? ¿No sería una
broma pesada preparada por los Dursley?
- Ellos carecen de sentido humoristico hijo.
- Si, eso fue lo que pensé papá.
James sonrió. Su hijo era muy parecido a el y a su pelirroja.
Si Harry no hubiera sabido que los Dursley
carecían de sentido del humor, podría haberlo pensado. Sin embargo, aunque todo
lo que le había dicho Hagrid era increíble, Harry no podía dejar de confiar en
él.
- Como todo aquel que le conoce -
dijeron los merodeadores.
—Es aquí —dijo Hagrid deteniéndose—. El
Caldero Chorreante. Es un lugar famoso.
Era un bar diminuto y de aspecto mugriento.
Las mujeres de la sala asintieron. *Ese lugar necesita una limpieza*
pensaban ellas.
Si Hagrid no lo hubiera señalado, Harry no lo
habría visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba. Sus ojos iban de
la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no
pudieran ver el Caldero Chorreante. En realidad, Harry tuvo la extraña
sensación de que sólo él y Hagrid lo veían.
- De hecho así es Joven Potter.
Harry le sonrió McGonagall, estimaba mucho a esa profesora.
Antes de que pudiera decirlo, Hagrid lo hizo
entrar.
Para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y
destartalado.
Las mujeres volvieron a asentir ante la diversion de loa hombres.
- Mira Harry, piensas como mujer.
- No Fred, es solo que no me gusta ser
desordenado... - Ron lo miro burlon -... bueno, no tanto.
- El que tu vivas en un cuchitril no quiere
decir que a los demás nos guste - dijo Ginny defendiendo a Harry.
Todos parecían conocer a Hagrid. Lo saludaban
con la mano y le sonreían, y el cantinero buscó un vaso diciendo:
— ¿Lo de siempre, Hagrid?
— No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de
Hogwarts —respondió Hagrid, poniendo la mano en el hombro de Harry y
obligándole a doblar las rodillas.
— Buen Dios — dijo el cantinero, mirando
atentamente a Harry — ¿Es éste... puede ser...?
El Caldero Chorreante había quedado
súbitamente inmóvil y en silencio.
—Válgame Dios — susurró el cantinero — Harry
Potter... todo un honor.
Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia
Harry y le estrechó la mano, con los ojos llenos de lágrimas.
— Bienvenido, Harry, bienvenido.
Despues de eso, Hary estrecho las manos con
muchos magos y brujas. Diggle se emocionó cuando Harry lo reconoció. Luego se
topó con un mago llamado Quirrel que resultó ser prosefor de DCAO.
Deapues Hagrid se hizo oir.
—Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar.
Vamos, Harry.
- Gracias por sacarme de ahí Hagrid, es un
poco sofocante.
- Eres como Lily, no te gusta la fama.
- Para nada papá.
Doris Crockford estrechó la mano de Harry una
última vez y Hagrid se lo llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado,
donde no había más que un cubo de basura y hierbajos.
Hagrid miró sonriente a Harry
—Te lo dije, ¿verdad? Te dije que eras famoso.
Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerte, aunque te diré que
habitualmente tiembla.
- Estúpido Quirrell - murmuraban
el trio dorado.
-¿Enserio así es siempre? - preguntaban
a los del futuro.
- Si, siempre ha sido así - murmuraban
ellos.
— ¿Está siempre tan nervioso?
—Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante.
Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un
año de vacaciones, para tener experiencias directas... Dicen que encontró
vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una
hechicera... Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene
miedo de su propia asignatura... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?.
- Pues para ser profesor de DCAO es muy
patetico - dijo Lunático.
Sus amigos sonrieron, Lunático se tomaba muy enserio esa materia.
¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Harry era
un torbellino. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima
del cubo de basura.
—Tres arriba... dos horizontales...
—murmuraba—. Correcto. Un paso atrás, Harry
Dio tres golpes a la pared, con la punta de su
paraguas.
El ladrillo que había tocado se estremeció, se
retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más
ancho. Un segundo más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo
bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con
adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.
— Bienvenido — dijo Hagrid — al callejón
Diagon.
Sonrió ante el asombro de Harry y entraron en
el pasaje. Harry miró rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared
volvía a cerrarse.
Los nacidos muggles sonreían.
- La verdad es que la primera visita al
Callejón Diagon es asombrosa.
Regulus miraba a Dorcas, se veía hermosa con sus ojos brillosos,
aunque de esto solo su hermano mayor se dió cuenta.
El sol brillaba iluminando numerosos calderos,
en la puerta de la tienda más cercana. «Calderos - Todos los Tamaños - Latón,
Cobre, Peltre, Plata - Automáticos - Plegables», decía un rótulo que colgaba
sobre ellos.
— Sí, vas a necesitar uno —dijo Hagrid— pero
mejor que vayamos primero a conseguir el dinero.
Harry deseó tener ocho ojos más.
- Como las arañas -
picó George a Ron
- Callate que tú copia va a sufrir cuando mamá
se entere de mi fobia.
Fres que habia escuchado todo se asustó. Movía la cabeza en todas direcciones mientras iban calle arriba,
tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas, las cosas que estaban
fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta negaba con la cabeza en
la puerta de una droguería cuando ellos pasaron, diciendo: «Hígado de dragón a
diecisiete sickles la onza, están locos...».
- ¡Diecisiete! Eso es mucho -
dijo Molly.
- Mucho más para unos pobretones como ustedes.
- ¡Usted callese! -
le gritaron todos los hermanos Weasley a Lucius
Un suave ulular llegaba de una tienda oscura
que tenía un rótulo que decía: «El emporio de las lechuzas. Color pardo,
castaño, gris y blanco».
Harry sonrió triste al acordarse de Hedwick
Varios chicos de la edad de Harry pegaban la
nariz contra un escaparate lleno de escobas. «Mirad —oyó Harry que decía uno—,
la nueva Nimbus 2.000, la más veloz.»
- ¡Queremos una! -
gritaron Cornamenta, Canuto y los Gemelos P.
- Caballeros, ese modelo aún no sale -
les intentó explicar McGonagall aunque a ella también le fascinaban las
escobas.
Algunas tiendas vendían ropa; otras,
telescopios y extraños instrumentos de plata que Harry nunca había visto.
Escaparates repletos de bazos de murciélagos y
ojos de anguilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y
rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de la luna...
—Gringotts — dijo Hagrid.
Habían llegado a un edificio, blanco como la
nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tiendas. Delante de las puertas de
bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, había...
—Sí, eso es un gnomo — dijo Hagrid en voz
baja, mientras subían por los escalones de piedra blanca. El gnomo era una
cabeza más bajo que Harry. Tenía un rostro moreno e inteligente, una barba
puntiaguda y, Harry pudo notarlo, dedos y pies muy largos. Cuando entraron los
saludó. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas
palabras grabadas encima de ellas.
Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia,
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han
ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.
—Como te dije, hay que estar loco para
intentar robar aquí —dijo Hagrid.
-
Creo que ni nosotros lo intentariamos ¿Verdad Cornamenta? -
- Eso sería estúpido de su parte James.
Hermione, Harry y Ron se empezaron a asustar.
Dos gnomos los hicieron pasar por las puertas
plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de
gnomos estaban sentados en altos taburetes, detrás de un largo mostrador,
escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en balanzas de cobre
y examinando piedras preciosas con lentes. Las puertas de salida del vestíbulo
eran demasiadas para contarlas, y otros gnomos guiaban a la gente para entrar y
salir. Hagrid y Harry se acercaron al mostrador.
— Buenos días —dijo Hagrid a un gnomo
desocupado—. Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del
señor Harry Potter.
— ¿Tiene su llave, señor?
— La tengo por aquí —dijo Hagrid, y comenzó a
vaciar sus bolsillos sobre el mostrador, desparramando un puñado de galletas de
perro…
- ¡Yo quiero!
- Sirius ¡compórtate!
- ¿Cuál de los dos pelirroja? - preguntó
con sorna Canuto
- ¡El que está hablando idiota!
Ambos Sirius se encogieron con el grito.
- Corni, tu esposa me grito feo - le
dijo con un pucherito a su amigo
- Te lo mereces.
Sirius y Canuto miraron feo a James pero este solo recibió un beso
de Lily *mandilón* susurraban ambos.
…sobre el libro de cuentas del gnomo. Éste
frunció la nariz.
Todos le aplaudieron a Harry por haber hecho enfadar al gnomo.
Harry observó al gnomo que tenía a la derecha,
que pesaba unos rubíes tan grandes como carbones brillantes.
—Aquí está —dijo finalmente Hagrid, enseñando
una pequeña llave dorada.
El gnomo la examinó de cerca.
—Parece estar todo en orden.
—Y también tengo una carta del profesor
Dumbledore — dijo Hagrid, dándose importancia
Hagrid se ruborizó.
— Es
sobre lo-que-usted-sabe, en la cámara setecientos trece.
- ¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara
setecientos trece? - preguntó James
Harry sonrió - Es lo mismo
que yo pregunté -le dijo Harry a su papá, este sonrió anchamente.
El gnomo leyó la carta cuidadosamente.
—Muy bien —dijo, devolviéndosela a Hagrid—.
Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las dos cámaras. ¡Griphook!
Griphook era otro gnomo.
Los del trio de oro se miraron y gruñeron y los del pasado como
sabían que no sacarían nada acerca de porque actuaban así mejor no preguntaron
nada, Draco estaba preocupado, sabía que había conocido a Potter en el callejón
Diagon, esperaba que no fuera tan malo.
Cuando Hagrid guardó todas las galletas de
perro en sus bolsillos, él y Harry siguieron a Griphook hacia una de las
puertas de salida del vestíbulo.
— ¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara
setecientos trece? —preguntó Harry.
James casi revoloteaba de alegría ya que pensaba igual que su
cervatillo.
— No te lo puedo decir —dijo misteriosamente
Hagrid—. Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió.
- Hagrid, si es como Lily, no descansara hasta
averiguar que es, tu solo le das mas cuerda- le dijo
Marlene. Hagrid esperaba que no tuviera razón ya que McGonagall lo miraba feo.
Griphook les abrió la puerta. Harry, que había
esperado más mármoles, se sorprendió. Estaban en un estrecho pasillo de piedra,
iluminado con antorchas. Se inclinaba hacia abajo y había unos raíles en el
suelo. Griphook silbó y un pequeño carro llegó rápidamente por los raíles.
- Ash, odio esos carros - murmuraban
los Longbottom ante las risas de su amigos y bufidos de Hagrid, el también los
odiaba.
Subieron (Hagrid con cierta dificultad) y se
pusieron en marcha.
Al principio fueron rápidamente a través de un
laberinto de retorcidos pasillos.
Harry trató de recordar, izquierda, derecha,
derecha, izquierda, una bifurcación, derecha, izquierda, pero era imposible.
Todos miraban raro - ¡Sentí
que me perdía vale! -les grito Harry y sus amigos mejor no dijeron nada.
- Vale tío, no te enojes - le
tranquilizó Ron
El veloz carro parecía conocer su camino,
porque Griphook no lo dirigía.
A Harry le escocían los ojos de las ráfagas de
aire frío, pero los mantuvo muy abiertos. En una ocasión, le pareció ver un
estallido de fuego al final del pasillo y se dio la vuelta para ver si era un
dragón, pero era demasiado tarde.
- ¿De verdad hay dragones? -
preguntaban los del pasado a los del futuro.
- ¿Porque nos preguntan a nosotros? - les
preguntó Ginny
- Vienen del futuro…-
-…es obvio que saben más que nosotros.
- Pues se enteraran en los libros -
Iban
cada vez más abajo, pasando por un lago subterráneo en el que había gruesas
estalactitas y estalagmitas saliendo del techo y del suelo.
—Nunca lo he sabido —gritó Harry a Hagrid,
para hacerse oír sobre el estruendo del carro—. ¿Cuál es la diferencia entre
una estalactita y una estalagmita?
- Veras Harry, las estalactitas crecen en el
techo de una cueva y las estalagmitas crecen en el suelo por el goteo de una
estalactita.
- Gracias mamá, pero me quedo con la
explicación de Hagrid.
—Las estalagmitas tienen una eme — dijo Hagrid
Todos sonrieron a la explicación de Hagrid.
— Y no me hagas preguntas ahora, creo que voy
a marearme.
Su cara se había puesto verde y, cuando el
carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo, Hagrid
se bajó y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las
rodillas.
Griphook abrió la cerradura de la puerta. Una
oleada de humo verde los envolvió.
Cuando se aclaró, Harry estaba jadeando.
Dentro había montículos de monedas de oro.
Montones de monedas de plata. Montañas de
pequeños knuts de bronce.
- Una pequeña parte de la fortuna Potter - dijo
James pero sin esa pizca de arrogancia, sino más bien feliz de que a su hijo no
le falte nada materialmente hablando en el colegio.
— Todo tuyo — dijo Hagrid sonriendo.
Todo de Harry, era increíble. Los Dursley no
debían saberlo, o se abrían apoderado de todo en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cuántas
veces se habían quejado de lo que les costaba mantener a Harry? Y durante todo
aquel tiempo, una pequeña fortuna enterrada debajo de Londres le pertenecía.
Hagrid ayudó a Harry a poner una cantidad en
una bolsa.
— Las de oro son galeones — explicó —
Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un
sickle, es muy fácil. Bueno, esto será suficiente para un curso o dos,
dejaremos el resto guardado para ti. —Se volvió hacia Griphook—.
Ahora, por favor, la cámara setecientos trece.
¿Y podemos ir un poco más despacio?
- No cgeo que quiega, siempge digcen lo
migsmo.
- Una sola velocidad -
terminó Bill
— Una sola velocidad — contestó Griphook.
Fueron más abajo y a mayor velocidad. El aire
se volvió cada vez más frío, mientras doblaban por estrechos recodos. Llegaron
entre sacudidas al otro lado de una hondonada subterránea, y Harry se inclinó
hacia un lado para ver qué había en el fondo oscuro, pero Hagrid gruñó y lo
enderezó, cogiéndolo del cuello.
La cámara setecientos trece no tenía
cerradura.
— Un paso atrás — dijo Griphook, dándose
importancia. Tocó la puerta con uno de sus largos dedos y ésta desapareció — Si
alguien que no sea un gnomo de Gringotts lo intenta, será succionado por la
puerta y quedará atrapado —añadió.
— ¿Cada cuánto tiempo comprueban que no se
haya quedado nadie dentro? —quiso saber Harry.
—Más o menos cada diez años —dijo Griphook,
con una sonrisa maligna.
Los del trio de oro gruñeron, odiaban a ese duende.
Algo realmente extraordinario tenía que haber
en aquella cámara de máxima seguridad, Harry estaba seguro, y se inclinó
anhelante, esperando ver por lo menos joyas fabulosas, pero la primera
impresión era que estaba vacía. Entonces vio el sucio paquetito, envuelto en
papel marrón, que estaba en el suelo. Hagrid lo cogió y lo guardó en las
profundidades de su abrigo. A Harry le hubiera gustado conocer su contenido,
pero sabía que era mejor no preguntar.
- Y espero que así se quede todo el año Sr.
Potter - le dijo McGonagall a Harry.
- Eso hubiéramos querido profesora -
y Harry le dio un zape a Ron
— Vamos, regresemos en ese carro infernal y no
me hables durante el camino; será mejor que mantengas la boca cerrada —dijo
Hagrid.
Después de la veloz trayectoria, salieron
parpadeando a la luz del sol, fuera de
Gringotts. Harry no sabía adónde ir primero
con su bolsa llena de dinero. No necesitaba saber cuántos galeones había en una
libra, para darse cuenta de que tenía más dinero que nunca, más dinero incluso
que el que Dudley tendría jamás.
— Tendrías que comprarte el uniforme — dijo
Hagrid, señalando hacia «Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones»
Draco se movió en su asiento algo incomodo
— Oye, Harry; ¿te importa que me dé una vuelta
por el Caldero Chorreante? Detesto los carros de Gringotts — Todavía parecía
mareado, así que Harry entró solo en la tienda de Madame Malkin, sintiéndose
algo nervioso.
Madame Malkin era una bruja sonriente y
regordeta, vestida de color malva.
— ¿Hogwarts, guapo? — dijo, cuando Harry
empezó a hablar — Tengo muchos aquí... En realidad, otro muchacho se está
probando ahora.
En el fondo de la tienda, un niño de rostro
pálido y puntiagudo estaba de pie sobre un escabel, mientras otra bruja le
ponía alfileres en la larga túnica negra.
Casi todos voltearon a ver a Draco y este los miro fulminantemente
Madame Malkin puso a Harry en un escabel al
lado del otro, le deslizó por la cabeza una larga túnica y comenzó a marcarle
el largo apropiado.
— Hola — dijo el muchacho — ¿También Hogwarts?
— Sí — respondió Harry.
— Mi padre está en la tienda de al lado,
comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas —
dijo el chico. Tenía voz de aburrido y arrastraba las palabras
Varios soltaron risitas.
-Típico de un Malfoy - dijeron
algunos pero Lucius se quedo callado
—. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de
carrera. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que
voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando
de alguna manera.
McGonagall miró feo al chico y este se encogió de hombros.
Harry recordaba a Dudley
Ahora Draco miraba feo a Harry.
- No te pases Potter.
- Tienes que admitir que eras así- esto
provocó muchas risas.
— ¿Tú tienes escoba propia? —continuó el
muchacho.
— No —dijo Harry.
— ¿Juegas al menos al quidditch?
— No —dijo de nuevo Harry, preguntándose qué
diablos sería el quidditch.
- ¡Oh por favor James, no vayas a montar un
drama!
- Pero cariño, mi hijo, MI HIJO, no sabe lo
que es el quidditch - decía mirando a Harry como quisiera desheredarlo
en ese mismo momento.
- De hecho papá, no me gusta el quidditch - James
se quiso morir ante esto mientras Lily negaba con la cabeza preguntándose si se
había casado con un hombre o con un niño -
¡me encanta! - gritó Harry con un puño en el aire ocasionando que todos se
rieran incluido Harry pero a este se lo borro la sonrisa al ver la expresión de
su padre - ¡Harry James Potter Evans!
¡Estarás castigado hasta que vayas a Hogwarts y entres en el equipo de tu casa!
¡¿Quedo claro?! ¡Y ni se te ocurra volver a asustarme así! ¿¡entendiste?! - Harry
solo murmuro un *si papá* pero cuando
pensaban que volverían a la lectura, un bebé comenzó a llorar, claramente
BebeHarry se había asustado con los gritos de su padre. -James, has asustado al niño- dijo con una voz terriblemente
calmada que hasta el mismo Dumbledore se asustó, todos sabían que esa noche
James dormiría en el suelo, este se sentó mirando medio mal a su hijo que lo
veía con una sonrisa de disculpa pero James volteo la cara provocando más risas
de su amigos.
— Yo sí. Papá dice que sería un crimen que no
me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya
sabes en qué casa vas a estar?
— No —dijo Harry, sintiéndose cada vez más
tonto.
— Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos
allí, pero yo sé que seré de
Slytherin, porque toda mi familia fue de allí.
¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Yo creo que me iría, ¿no te parece?
- ¡Oye!- exclamó Tonks,
pero como no quería hacer drama mejor siguió leyendo.
— Mmm —contestó Harry, deseando poder decir
algo más interesante.
— ¡Oye, mira a ese hombre! —dijo súbitamente
el chico, señalando hacia la vidriera de delante. Hagrid estaba allí, sonriendo
a Harry y señalando dos grandes helados, para que viera por qué no entraba.
— Ése es Hagrid — dijo Harry, contento de
saber algo que el otro no sabía— Trabaja en Hogwarts.
—Oh — dijo el muchacho —, he oído hablar de
él. Es una especie de sirviente, ¿no?
—Es el guardabosque — dijo Harry. Cada vez le
gustaba menos aquel chico.
- Y así empezó la enemistad más reñida de
nuestro curso - dijo con un susurro Hermione.
- Harry, donde se lea que te has peleado en el
colegio me vas a conocer.
- Mamá fuiste tú la que se caso con un
Merodeador.
Y ante eso Lily miro mal a James, el cual pensaba en las distintas
maneras de torturar/matar a su hijo, eso era traición.
—Sí, claro. He oído decir que es una especie
de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en
cuando se emborracha. Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su
cama.
— Yo creo que es estupendo —dijo Harry con
frialdad.
Hagrid miro agradecido a Harry y este le sonrió. * Hogwarts no era lo mismo sin él* pensaba
— ¿Eso crees? — preguntó el chico en tono
burlón—. ¿Por qué está aquí contigo? ¿Dónde están tus padres?
— Están muertos — respondió en pocas palabras.
No tenía ganas de hablar de ese tema con él.
—Oh, lo siento —dijo el otro, aunque no
pareció que le importara—. Pero eran de nuestra clase, ¿no?
- ¡Purista a la vista! - gritó
Canuto tirándose al suelo.
- Tío ¡déjame leer!- y ante ese gritó Canuto
se sentó.
— Eran un mago y una bruja, si es eso a lo que
te refieres
— Realmente creo que no deberían dejar entrar
a los otros ¿no te parece? No son como nosotros, no los educaron para conocer
nuestras costumbres. Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que
recibieron la carta, ya te imaginarás. Yo creo que debería quedar todo en las
familias de antiguos magos. Y a propósito, ¿cuál es tu apellido?
Pero antes de que Harry pudiera contestar,
Madame Malkin dijo:
— Ya está listo lo tuyo, guapo.
Y Harry, sin lamentar tener que dejar de
hablar con el chico, bajó del escabel.
— Bien, te veré en Hogwarts, supongo —dijo el
muchacho.
- Por desgracia - dijeron
los dos al mismo tiempo.
Harry estaba muy silencioso, mientras comía el
helado que Hagrid le había comprado (chocolate y frambuesa con trozos de
nueces).
— ¿Qué sucede? —preguntó Hagrid.
— Nada — mintió Harry.
-Apuesto a que está deprimido por no saber
casi nada del mundo mágico - dijo Ron como si quisiera demostrar que
conocía mucho a su casi hermano.
- Nadie tomaría esa apuesta Ron, Harry es
demasiado cabeza hueca como para deprimirse por todo.
- Gracias Mione, es bueno saber que cuento
contigo.
- Así son los amigos hijo, te apuñalan por la
espalda - dijo dramáticamente James.
*Si supieras* pensaban
los del futuro
Se detuvieron a comprar pergamino y plumas.
Harry se animó un poco cuando encontró un frasco de tinta que cambiaba de color
al escribir.
Cuando salieron de la tienda, preguntó:
— Hagrid, ¿qué es el quidditch?
Insertar gemidos de parte de James.
— Vaya, Harry; sigo olvidando lo poco que
sabes... ¡No saber qué es el quidditch!
— No me hagas sentir peor — dijo Harry. Le
contó a Hagrid lo del chico pálido de la tienda de Madame Malkin.
— ... y dijo que la gente de familia de
muggles no deberían poder ir...
- Una reverenda estupidez si me permiten
decir.
- ¡Así se habla Hagrid!- le
aplaudían casi todos los de la sala.
— Tú no eres de una familia muggle. Si hubiera
sabido quién eres... Él ha crecido conociendo tu nombre, si sus padres son
magos. Ya lo has visto en el Caldero Chorreante. De todos modos, qué sabe él,
algunos de los mejores que he conocido eran los únicos con magia en una larga línea
de muggles. ¡Mira tu madre! ¡Y mira la hermana que tuvo!
- Exactamente, la Srta. Evans es una gran
bruja - dijo el profesor Flitwick
Lily se ruborizaba pero le dijo: - Gracias profesor pero ya no soy Srta. Evans sino Sra. Potter - el
profesor solo le sonrió a la que algunos año9s atrás fue su mejor alumna.
— Entonces ¿qué es el quidditch?
- ¡El mejor deporte del mundo!- gritaron
cuatro voces
- ¡James!
- ¡Sirius!
- ¡Ron!
- ¡Cállense! - gritaban
Lily, Marlene y Hermione.
— Es nuestro deporte. Deporte de magos. Es...
como el fútbol en el mundo muggle, todos lo siguen. Se juega en el aire, con
escobas, y hay cuatro pelotas... Es difícil explicarte las reglas.
— ¿Y qué son Slytherin y Hufflepuff?
— Casas del colegio. Hay cuatro. Todos dicen
que en Hufflepuff son todos inútiles, pero...
Hagrid se sonrojó, ahí estaba la jefa de dicha casa, pero esta no
le dijo nada.
— Seguro que yo estaré en Hufflepuff —dijo
Harry desanimado.
— Es mejor Hufflepuff que Slytherin — dijo
Hagrid con tono lúgubre —. Las brujas y los magos que se volvieron malos habían
estado todos en Slytherin. Quien-tú-sabes fue uno.
— ¿Vol... perdón... Quien-tú-sabes estuvo en
Hogwarts?
— Hace muchos años — respondió Hagrid.
El trio dorado esperaban que Hagrid pudiera volver a hacer magia y en
cierta manera, aprender a controlarla cuando se supiera que el no fue el
culpable de lo que pasó hacia 30 años.
Compraron los libros de Harry en una tienda
llamada Flourish y Blotts, en donde los estantes estaban llenos de libros hasta
el techo. Había unos grandiosos forrados en piel, otros del tamaño de un sello,
con tapas de seda, otros llenos de símbolos raros y unos pocos sin nada impreso
en sus páginas. Hasta Dudley, que nunca leía nada, habría deseado tener alguno
de aquellos libros. Hagrid casi tuvo que arrastrar a Harry para que dejara
Hechizos y contrahechizos (encante a sus amigos y confunda a sus enemigos con
las más recientes venganzas: Pérdida de Cabello, Piernas de Mantequilla, Lengua
Atada y más, mucho más), del profesor Vindictus Viridian.
—Estaba tratando de averiguar cómo hechizar a
Dudley
- ¡Pensamiento de merodeador! - gritaron
Sirius, Canuto y James
—No estoy diciendo que no sea una buena idea,
pero no puedes utilizar la magia en el mundo muggle, excepto en circunstancias
muy especiales —dijo Hagrid—. Y de todos modos, no podrías hacer ningún hechizo
todavía, necesitarás mucho más estudio antes de llegar a ese nivel.
Hagrid tampoco dejó que Harry comprara un
sólido caldero de oro (en la lista decía de peltre) pero consiguieron una bonita
balanza para pesar los ingredientes de las pociones y un telescopio plegable de
cobre. Luego visitaron la droguería, tan fascinante como para hacer olvidar el
horrible hedor, una mezcla de huevos pasados y repollo podrido. En el suelo
había barriles llenos de una sustancia viscosa y botes con hierbas.
Raíces secas y polvos brillantes llenaban las
paredes, y manojos de plumas e hileras de colmillos y garras colgaban del
techo. Mientras Hagrid preguntaba al hombre que estaba detrás del mostrador por
un surtido de ingredientes básicos para pociones, Harry examinaba cuernos de
unicornio plateados, a veintiún galeones cada uno, y minúsculos ojos negros y
brillantes de escarabajos (cinco knuts la cucharada).
Fuera de la droguería, Hagrid miró otra vez la
lista de Harry
— Sólo falta la varita... Ah, sí, y todavía no
te he buscado un regalo de cumpleaños.
Harry sintió que se ruborizaba.
— No tienes que...
— Sé que no tengo que hacerlo. Te diré qué
será, te compraré un animal. No un sapo, los sapos pasaron de moda hace años,
se burlarán...
- ¡Oye! - reclamaban los
Longbottom
y no me gustan los gatos,
McGonagall y Hermione miraban a Hagrid medio feo
…me hacen estornudar.
- Oh, entonces es comprensible - dijo
Hermione
Te voy a regalar una lechuza. Todos los chicos
quieren tener una lechuza. Son muy útiles, llevan tu correspondencia y todo lo
demás.
Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio
de la Lechuza, que era oscuro y lleno de ojos brillantes, susurros y aleteos.
Harry llevaba una gran jaula con una hermosa lechuza blanca, medio dormida, con
la cabeza debajo de un ala.
Y no dejó de agradecer el regalo,
tartamudeando como el profesor Quirrell.
— Ni lo menciones — dijo Hagrid con aspereza—
No creo que los Dursley te hagan muchos regalos.
- Oh, gracias Hagrid, por sacarlo de esa
cabaña fea, por llevarlo al callejón, por el regalo, por todo - sollozaba
Lily en los brazos de su esposo.
- No tienes que agradecer Lily, seguro que mi
yo del futuro lo hace encantado.
Ahora
nos queda solamente Ollivander, el único lugar donde venden varitas, y tendrás
la mejor.
Una varita mágica... Eso era lo que Harry
realmente había estado esperando.
- Como todos - mencionaron
algunos.
La última tienda era estrecha y de mal
aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: «Ollivander: fabricantes
de excelentes varitas desde el 382 a.C.». En el polvoriento escaparate, sobre
un cojín de desteñido color púrpura, se veía una única varita.
- La primera varita fabricada por la familia
Ollivander - dijo
Dumbledore
Cuando entraron, una campanilla resonó en el
fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacío, salvo por una silla
larguirucha donde Hagrid se sentó a esperar. Harry se sentía algo extraño, como
si hubieran entrado en una biblioteca muy estricta. Se tragó una cantidad de
preguntas que se le acababan de ocurrir, y en lugar de eso, miró las miles de
estrechas cajas, amontonadas cuidadosamente hasta el techo. Por alguna razón,
sintió una comezón en la nuca. El polvo y el silencio parecían hacer que le
picara por alguna magia secreta.
—Buenas tardes —dijo una voz amable.
Harry dio un salto. Hagrid también debió de
sobresaltarse porque se oyó un crujido y se levantó rápidamente de la silla.
Un anciano estaba ante ellos; sus ojos,
grandes y pálidos, brillaban como lunas enla penumbra del local.
—Hola —dijo Harry con torpeza.
—Ah, sí —dijo el hombre—. Sí, sí, pensaba que
iba a verte pronto. Harry Potter — No era una pregunta —Tienes los ojos de tu
madre ― Parece que fue ayer el día en que ella vino aquí, a comprar su primera
varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa
varita para encantamientos.
- Siempre me he preguntado cómo logra
acordarse de todas las varitas que ha vendido - se
decía Hermione
- Nunca ha querido revelar su secreto, y por lo
que veo nunca lo hará, tal vez, solo tenga una muy buena memoria - expuso el
profesor Dumbledore.
- Gracias a eso supuse que mamá era muy buena
en Encantamientos y papá en Transformaciones - dijo
Harry con una sonrisa.
- ¿También te dijo la descripción de la mía? -
Harry solo asintió
El señor Ollivander se acercó a Harry. El
muchacho deseó que el hombre parpadeara. Aquellos ojos plateados eran un poco
lúgubres.
—Tu padre, por otra parte, prefirió una varita
de caoba. Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y
excelente para transformaciones.
James en un gesto infantil abrazo a su varita como si fuera lo más
preciado en el mundo.
Bueno, he dicho que tu padre la prefirió, pero
en realidad es la varita la que elige al mago.
El señor Ollivander estaba tan cerca que él y
Harry casi estaban nariz contra nariz.Harry podía ver su reflejo en aquellos
ojos velados.
—Y aquí es donde...
El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz
de la frente de Harry, con un largo dedo blanco.
- ¡Eso es descortés! - gritó
Molly
—Lamento decir que yo vendí la varita que hizo
eso — dijo amablemente — Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita
poderosa, muy poderosa, y en lasmanos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido
lo que esa varita iba a hacer en el mundo...
Negó con la cabeza y entonces, para alivio de
Harry, fijó su atención en Hagrid.
—¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo
otra vez... Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible... ¿Era así?
—Así era, sí, señor —dijo Hagrid.
—Buena varita. Pero supongo que la partieron
en dos cuando lo expulsaron —dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.
Hagrid se entristeció al recordar eso.
— Eh..., sí, eso hicieron, sí —respondió
Hagrid, arrastrando los pies—. Sin embargo, todavía tengo los pedazos —añadió
con vivacidad.
— Pero no los utiliza, ¿verdad? —preguntó en
tono severo.
— Oh, no, señor — dijo Hagrid rápidamente.
Harry se dio cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado.
- Y así como no sabes cambiar de tema sin que
se den cuenta, amigo Hagrid, tampoco sabes disimular - le
dijeron los gemelos P.
- Necesitas quien te enseñe Hagrid - decían
los gemelos W. con un brillo divertido en sus ojos.
- ¡Ustedes no van a enseñarle nada! -
y los gemelos se callaron al oír el regaño de su madre.
— Mmm — dijo el señor Ollivander, lanzando una
mirada inquisidora a Hagrid —
Bueno, ahora, Harry... Déjame ver. — Sacó de
su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas—. ¿Con qué brazo coges la
varita?
— Eh... bien, soy diestro — respondió Harry.
— Extiende tu brazo. Eso es. — Midió a Harry
del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la
rodilla a la axila y alrededor de su cabeza.
Mientras medía, dijo—: Cada varita Ollivander
tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica, Harry. Utilizamos
pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No
hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves
fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la
varita de otro mago.
De pronto, Harry se dio cuenta de que la cinta
métrica, que en aquel momento le medía entre las fosas nasales, lo hacía sola.
El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.
— Esto ya está — dijo, y la cinta métrica se
enrolló en el suelo—. Bien, Harry
Prueba ésta. Madera de haya y nervios de
corazón de dragón. Veintitrés centímetros. Bonita y flexible. Cógela y agítala.
- Esa no me gusta, la madera de haya es muy
sensible - decía Lily como si estuvieran en Ollivander
comprando la varita de su hijo.
Harry cogió la varita y (sintiéndose tonto) la
agitó a su alrededor, pero el señor Ollivander se la quitó casi de inmediato.
— Arce y pluma de fénix. Diecisiete
centímetros y cuarto. Muy elástica. Prueba...
- Esa tampoco es muy resistente.
Harry
probó, pero tan pronto como levantó el brazo el señor Ollivander se la quitó.
— No, no... Ésta. Ébano y pelo de unicornio,
veintiún centímetros y medio. Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.
- Esa es muy dura - dijo
James que se había puesto en el mismo plan que Lily.
Harry lo intentó. No tenía ni idea de lo que
estaba buscando el señor Ollivander. Las varitas ya probadas, que estaban sobre
la silla, aumentaban por momentos, pero cuantas más varitas sacaba el señor
Ollivander, más contento parecía estar.
—Qué cliente tan difícil, ¿no? No te
preocupes, encontraremos a tu pareja perfecta por aquí, en algún lado. Me
pregunto... sí, por qué no, una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix,
veintiocho centímetros, bonita y flexible.
Harry sonrió recordando su varita, Merlín gracias que se pudo
reparar.
Harry tocó la varita. Sintió un súbito calor
en los dedos. Levantó la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire
polvoriento, y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta
como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes.
Hagrid lo vitoreó y aplaudió y el señor Ollivander dijo:
— ¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien,
bien, bien... Qué curioso... Realmente qué curioso...
Puso la varita de Harry en su caja y la
envolvió en papel de embalar, todavía murmurando: «Curioso... muy curioso».
- ¿Qué es tan curioso?
- Mira chucho pulgoso, si me dejaras leer…-
- Tranquila Tonks -
- Es que Remus, me interrumpe - dijo
con un pucherito Tonks que hizo que Remus sintiera remolinos en el estomago.
— Perdón —dijo Harry—. Pero ¿qué es tan
curioso?
El señor Ollivander fijó en Harry su mirada
pálida.
— Recuerdo cada varita que he vendido, Harry
Potter. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió
la pluma que está en tu varita dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es muy
curioso que estuvieras destinado a esa varita, cuando fue su hermana la que te
hizo esa cicatriz.
- Varitas gemelas - susurraban
la mayoría
- Bueno, eso te da ventaja ¿no? - dijo
una no muy convencida Lily.
Harry tragó, sin poder hablar.
— Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente
curioso cómo suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo... Creo
que debemos esperar grandes cosas de ti, Harry Potter...
Sus padres sonrieron orgullosos
Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado
hizo grandes cosas... Terribles, sí, pero grandiosas. Harry se estremeció. No
estaba seguro de que el señor Ollivander le gustara mucho.
Pagó siete galeones de oro por su varita y el
señor Ollivander los acompañó hasta la puerta de su tienda.
Al atardecer, con el sol muy bajo en el cielo,
Harry y Hagrid emprendieron su camino otra vez por el callejón Diagon, a través
de la pared, y de nuevo por el Caldero Chorreante, ya vacío. Harry no habló
mientras salían a la calle y ni siquiera notó la cantidad de gente que se
quedaba con la boca abierta al verlos en el metro, cargados con una serie de
paquetes de formas raras y con la lechuza dormida en el regazo de Harry.
Este sonrió recordando a su lechuza
Subieron por la escalera mecánica y entraron
en la estación de Paddington. Harry acababa de darse cuenta de dónde estaban cuando
Hagrid le golpeó el hombro.
— Tenemos tiempo para que comas algo antes de
que salga el tren —dijo.
- Oh gracias Hagrid - dijo
una ya calmada Lily - estoy segura que
muy pocas personas antes habían sido tan amables con mi bebé - Harry se
sonrojo por como lo llamaba su mamá
Le compró una hamburguesa a Harry y se
sentaron a comer en unas sillas de plástico. Harry miró a su alrededor. De
alguna manera, todo le parecía muy extraño.
- Y ahí vamos, con los complejos de
inferioridad nivel Potter - dijeron con un suspiro los dos mejores amigos
del niño que vivió. Este los miró feo.
— ¿Estás bien, Harry? Te veo muy silencioso
—dijo Hagrid. Harry no estaba seguro de poder explicarlo. Había tenido el mejor
cumpleaños de su vida y, sin embargo, masticó su hamburguesa, intentando
encontrar las palabras.
— Todos creen que soy especial — dijo
finalmente— Toda esa gente del Caldero
Chorreante, el profesor Quirrell, el señor
Ollivander... Pero yo no sé nada sobre magia.
¿Cómo pueden esperar grandes cosas? Soy famoso
y ni siquiera puedo recordar por qué soy famoso. No sé qué sucedió cuando
Vol... Perdón, quiero decir, la noche en que mis padres murieron.
Hagrid se inclinó sobre la mesa. Detrás de la
barba enmarañada y las espesas cejas había una sonrisa muy bondadosa.
— No te preocupes, Harry. Aprenderás muy
rápido. Todos son principiantes cuando empiezan en Hogwarts. Vas a estar muy
bien. Sencillamente sé tú mismo. Sé que es difícil. Has estado lejos y eso
siempre es duro. Pero vas a pasarlo muy bien en Hogwarts, yo lo pasé y, en
realidad, todavía lo paso.
- Los mejores años los pasas en Hogwarts - Decían
la mayoría.
Hagrid ayudó a Harry a subir al tren que lo
llevaría hasta la casa de los Dursley y luego le entregó un sobre.
— Tu billete para Hogwarts — dijo —. El uno de
septiembre, en Kings Cross. Está todo en el billete. Cualquier problema con los
Dursley y me envías una carta con tu lechuza, ella sabrá encontrarme... Te veré
pronto, Harry.
El tren arrancó de la estación. Harry deseaba
ver a Hagrid hasta que se perdiera de vista. Se levantó del asiento y apretó la
nariz contra la ventanilla, pero parpadeó y Hagrid ya no estaba.
- ¡OH NO! - bramó Hagrid
- ¿¡Que pasa!?
-No le dije a Harry como entrar al andén.
- No te preocupes Hagrid, fue lo mejor que
pudiste haber hecho por mí - dijo con una sonrisa Harry.
- De acuerdo, ahora, ese es el final, ¿quien
lee? -preguntó Tonks - el capitulo que sigue se
llama “El viaje desde el andén nueve y tres cuartos”
- Yo leo…-