martes, 20 de enero de 2015

El callejón Diagon

Disclairmer. La historia de Harry Potter así como sus personajes no me pertenecen. (Ya quisiera) le pertenecen a la gran JK Rowling

***Hagrid marcó la pagina y cerro el libro - Así termina el capitulo - dijo con una sonrisa.
- Bien, creo que sería mejor almorzar, quiero suponer que esa puerta lleva a las concinas ¿no es así?-  les pregunto a los de futuro.
-Si profesor, así debe ser - le respondió Neville que conocía muy bien el funcionamiento de la sala.
 - Bien en lo que traigo los alimentos conversen una rato- y diciendo eso se levanto de su siento y se fue.***

En cuanto el profesor Dumbledore se fue, Neville deseo que la Sala les brindara un comedor, pronto apareció una gran mesa con muchas sillas a su alrededor.
- Genial Neville - le dijo Ron a su amigo.
- Sabes muy bien como se ocupa esta sala hijo - Frank estaba asombrado de que en su tiempo nadie supiera de esa sala.
- Si la verdad es que la entiendo muy bien - le respondió Nev a su papá.
- ¿Y bien, ahora si nos explican lo de Los merodeadores?- preguntaron los gemelos W.
- Pues no hay mucho que explicar, creo que es obvio -  dijo con una sonrisa Ron
- ¿Que tenemos que ver nosotros en esto? - preguntaron los tres merodeadores presentes.
- ¡Ustedes son los merodeadores!.
- Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas - dijeron a una sola voz y los gemelos W. sonriendo les contestaron - Travesura Realizada - y ambos junto con Sirius, Canuto y Cornamenta se fundieron en un abrazo dramático.
- Nuestro legado Corni, ellos tiene nuestro legado - lloraba Canuto.
Mientras ellos se iban a platicar sobre bromas Lucius y Narcissa se llevaron a Draco para hablar a solas.
- ¡De verdad es necesario que leamos esos estúpidos libros!
- Lucius cálmate ¿quieres?, hijo ¿es verdad que tu pediste que nosotros estuviéramos presentes?.
- Si mamá - a Narcissa se le inundo el pecho al oír esa palabra - creo que ustedes merecen saber todos su errores, no me gustaría ver a papá en Azkaban otra vez - y ante la pregunta silenciosa de
Lucius Draco continuó - Si padre, cuando estuve es sexto año en Hogwarts, solo fueron unos meses, no debería decirlo pero es algo que necesitan saber, luego de la guerra Potter evitó que ambos fueran a la prisión- ante eso Lucius no supo que decir además de un gruñido. - Padre, no te convine seguir pinchando a los Weasley, porque en los libros tu yo del futuro hace cosas horribles y no querrás que se desquiten contigo además si eres inteligente sabrás darte cuenta que son nueve contra ti - y con esto Draco dio por finalizada la conversación yéndose a sentar con Astoria que estaba platicando con Ginny en la mesa.
Canuto por su parte quería conversar con Regulus pero no sabía cómo empezar, al ver esto James le dio un empujoncito: - Ve a hablar con él -  y armándose de valor fue a donde su hermano menor     - Reg, quisiera hablar contigo - y ante  un asentimiento Regulus se levantó y acompaño a su hermano a una parte alejada de los demás.
Mientras Canuto platicaba con su hermano menor una mujer de aproximadamente 25 años llegó a la sala en medio de una bruma negra.
-Hola a todos mi nombre es - y mirando feo al matrimonio Tonks que ya sabían quién era, continuo - Nymphadora Tonks aunque llaméenme Dora o Tonks - dijo con una sonrisa apenada. Y se dirigió a abrazar a sus padres, principalmente a Ted que del año en que venía ya había muerto en su fuga del ministerio. Después se fue a abrazar a HarryBebé - Oh, Harry, eras una monada - dijo haciéndole pucheritos al bebé ante la sonrisas de la mayoría de los presentes y el sonrojo del Harry adulto, poco después llegó Dumbledore con la comida y falta decir que los Weasley varones y tanto Sirius como Canuto (que volvía de platicar con Regulus con una sonrisa que se le hizo más grande al ver la comida) se abalanzaron contra los platillos que fueron apareciendo en la mesa, Regulus sonrió, ya extrañaba el tragón de su hermano.

Después de varios:
* ¡Sirius come decentemente! *
* ¡Ron, no hables con la boca llena! *
* No Bill, integta comeg la cagne cogcida * 
* ¡Harry no te atragantes con la tarta de melaza que te puedes ahogar! *
De parte de Marlene, Hermione, Fleur y Lily respectivamente y varias sonrisas de los demás.
Una vez que terminaron de comer todos se sentaron en sus lugares y Dora se sentara junto a los dos Remus y Sirius, se ofreció a leer el capitulo siguiente…

- Bien, el capitulo de llama “El callejón Diagon”-
Varios sonrieron ya que amaban ese callejón y Lily estaba algo triste ya que le hubiera gustado llevar a su bebé ella misma pero comprendió que si eran inteligentes podrían cambiarlo así que puso atención a la lectura.
Tonks leyó:
Harry se despertó temprano aquella mañana. Aunque sabía que ya era de día, mantenía los ojos muy cerrados.
- ¿Porque? - preguntaron varios.
- Me aferraba a la esperanza.
Varios no entendieron a que sereferia así que Tonks siguio leyendo.
«Ha sido un sueño —se dijo con firmeza—. Soñé que un gigante llamado Hagrid vino a decirme que voy a ir a un colegio de magos. Cuando abra los ojos estaré en casa, en mi alacena.»
Todos sin exepcion voltearon a ver al Niño que vivio.
- Solia tener sueños donde me pasaban cosas geniales, como ya no vivir con los Dursley - casi todos se entristecieron al oir las palabras del niño.
Se produjo un súbito golpeteo.
«Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta», pensó Harry con el corazón abrumado. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido un sueño tan bonito...
- El sueño de todo muggle - murmuraron varios.
Toc. Toc. Toc.
—Está bien —rezongó Harry—. Ya me levanto.
Se incorporó y se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid. La cabaña estaba iluminada por el sol, la tormenta había pasado, Hagrid estaba dormido en el sofá y había una lechuza golpeando con su pata en la ventana, con un periódico en el pico.
*El profeta* pensaban algunos.
Harry se puso de pie, tan feliz como si un gran globo se expandiera en su interior.
- Vivir lejos de los Dursley por 10 meses. Una genial perspectiva - dijo soñadoramente Harry haciendo reir a varios en la sala.
Fue directamente a la ventana y la abrió. La lechuza bajó en picado y dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces la lechuza se posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.
- Oh, el animal quiere que le pages - acoto Alice.
- Cariño, en ese momento el no podia saberlo.
Alice se sonrojó
—No hagas eso.
Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.
— ¡Hagrid! — dijo Harry en voz alta — Aquí hay una lechuza...
— Págala —  gruñó Hagrid desde el sofá.
— ¿Qué?
— Quiere que le pagues por traer el periódico.
- Deseguro eso te parecio extraño.
- A esa altura no tanto mamá, digo, un hombre me acaba de hablar de magia maldiciones y esas cosas.
Lily estaba de maravilla al ver que a su hijo no se le dificultaba llamarle mamá
Busca en los bolsillos.
El abrigo de Hagrid parecía hecho de bolsillos, con contenidos de todo tipo: manojos de llaves, proyectiles de metal, bombones de menta, saquitos de té...
Finalmente Harry sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.
— Dale cinco knuts —dijo soñoliento Hagrid.
- ¡Eso es mucho! En este tiempo cuesta dos knuts - dijo la profesora McGonagall. Muchos estuvieron de acuerdo con ella.
— ¿Knuts?
— Esas pequeñas de bronce.
Harry contó las cinco monedas y la lechuza extendió la pata, para que Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y salió volando por la ventana abierta.
Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se desperezó.
— Es mejor que nos demos prisa, Harry. Tenemos muchas cosas que hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio ―
Harry estaba dando la vuelta a las monedas mágicas y observándolas. Acababa de pensar en algo que le hizo sentir que el globo de felicidad en su interior acababa de pincharse.
- ¿Y ahora porque? - preguntaron con un poco de hastio Hermione y Ron
— Mm... ¿Hagrid?
— ¿Sí? — dijo Hagrid, que se estaba calzando sus colosales botas.
—Yo no tengo dinero y ya oíste a tío Vernon anoche, no va a pagar para que vaya a aprender magia.
Ante eso James comenzo a reir estruendosamente al igual que Canuto y Sirius.
La mayoria veían a Harry con diversion.
- ¡Oigan! - les gritó a su padre y a sus padrinos - yo no sabia nada de mi familia ¿recuerdan?.
Los tres merodeadores dejaron de reir.
- Tu si que sabes arruinar un momento MiniCornamenta - le dijo Canuto con una mirada fulminante.
- Si, ni tenías que recordarnolos.
Tonks siguió leyendo.
—No te preocupes por eso —dijo Hagrid, poniéndose de pie y golpeándose la cabeza — ¿No creerás que tus padres no te dejaron nada?
—Pero si su casa fue destruida...
- Hijo no guardariamos el dinero en la casa - le dijo Lily.
*no alcanzaria el espacio* pensaba James pero no dijo nada.
— ¡Ellos no guardaban el oro en la casa, muchacho! No, la primera parada para nosotros es Gringotts. El banco de los magos. Come una salchicha, frías no están mal, y no me negaré a un pedacito de tu pastel de cumpleaños.
— ¿Los magos tienen bancos?
— Sólo uno. Gringotts. Lo dirigen los gnomos.
Harry dejó caer el pedazo de salchicha que le quedaba.
- ¡No desperdicies la comida! - le gritó Ron.
- Hmp, menos si hay traidores como los Weasley que la necesitan por ser tan pobretones - dino con sorna Lucius.
- Padre ¡cállate!
Los hermanos Weasley estuvieron a punto de hechizar a Lucius pero al ver que este cerraba el pico se sentaron.
— ¿Gnomos?
—Ajá... Así uno tendría que estar loco para intentar robarlos, puedo decírtelo.
Nunca te metas con los gnomos,
Harry.
- Pues no le quedó muy claro - le dijo Ron a Hermione en un susurro para que nadie eacuchara pero si fueron escuchados por Harry.
- Oh ya callense - les dijo este.
- Ustedes saben de que hablan esos tres - preguntó Edgar a los del futuro. Estos asintieron recordando aquella vez que la noticia fue publicada en el profeta pero no revelaron nada.
-  Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras guardar, excepto tal vez Hogwarts. Por otra parte, tenía que visitar Gringotts de todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts. — Hagrid se irguió con orgullo — En general, me utiliza para asuntos importantes. Buscarte a ti... sacar cosas de Gringotts... él sabe que puede confiar en mí.
- Es algo que todos sabemos - murmuraron los merodeadores, los gemelos y el trio de oro
¿Lo tienes todo? Pues vamos.
Harry siguió a Hagrid fuera de la cabaña. El cielo estaba ya claro y el mar brillaba a la luz del sol. El bote que tío Vernon había alquilado todavía estaba allí, con el fondo lleno de agua después de la tormenta.
— ¿Cómo llegaste aquí? — preguntó Harry; mirando alrededor, buscando otro bote.
— Volando —dijo Hagrid.
- ¿Volando? - preguntaban la mayoria.
— ¿Volando?
—Sí... pero vamos a regresar en esto. No debo utilizar la magia, ahora que ya te encontré.
Subieron al bote.
- ¿Y en que regresaron el trio de animales que tienes como familia?
- No lo sé - dijo Harry como respuesta a Tonks
Harry todavía miraba a Hagrid, tratando de imaginárselo volando.
— Sin embargo, me parece una lástima tener que remar — dijo Hagrid, dirigiendo a Harry una mirada de soslayo — Si yo... apresuro las cosas un poquito, ¿te importaría no mencionarlo  en Hogwarts?
— Por supuesto que no — respondió Harry, deseoso de ver más magia.
- Logicamente quedrias ver mas magia, esta en tu sangre ser llamado por ella - dijo filosoficamente James.
Hagrid sacó otra vez el paraguas rosado, dio dos golpes en el borde del bote y salieron a toda velocidad hacia la orilla.
— ¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar en Gringotts? —preguntó Harry.
—Hechizos... encantamientos —dijo Hagrid, desdoblando su periódico mientras hablaba—... Dicen que hay dragones custodiando las cámaras de máxima seguridad.
Los futuristas voltearon a ver al trio de oro.
Ellos aún se preguntaban como rayos habían salido vivios ese día
Y además, hay que saber encontrar el camino. Gringotts está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes? Muy por debajo del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras podido robar algo.
Harry permaneció sentado pensando en aquello, mientras Hagrid leía su periódico, El Profeta. Harry había aprendido de su tío Vernon que a las personas les gustaba que las dejaran tranquilas cuando hacían eso, pero era muy difícil, porque nunca había tenido tantas preguntas que hacer en su vida.
- Me hubieras preguntado lo que quisieras Harry.
- Si Hagrid ahora lo sé - le contestó Harry con una sonrisa.
— El Ministerio de Magia está confundiendo las cosas, como de costumbre — murmuró Hagrid, dando la vuelta a la hoja.
— ¿Hay un Ministerio de Magia? — preguntó Harry, sin poder contenerse.
— Por supuesto — respondió Hagrid —. Querían que Dumbledore fuera el ministro, claro, pero él nunca dejará Hogwarts, así que el viejo Cornelius Fudge consiguió el trabajo. 
- ¡Pero si sólo es un Hufflepuff idiota!
- ¡Tío no insultes a los de mi casa!-  Lo regañó Nymphadora.
- Fuiste sorteada Hufflepuff - decía con orgullo Ted y su hija solo asintió sonriente.
- ¿Pero cuando se hizo Ministro de Magia? - preguntó Arthur
- En 1990 - respondió Percy.   
Nunca ha existido nadie tan chapucero. Así que envía lechuzas a Dumbledore cada mañana, pidiendo consejos.
- Ves Nymphadora, no es que insulte a los tejones, sólo que este es un idiota - le dijo Sirius a su sobrina.

Después leyeron la explicación de Hagrid acerca de lo que hacía un Ministerio de Magia. Todos estuvieron de acuerdo en que los muggles no supieran nada del mundo mágico.
- Vaya Hagrid, tienes que ser más discreto -le dijo James al semi-gigante cuando se leyó acerca de su reacción a los parquímetros. La profesora miró mal a Hagrid cuando este le dijo a Harry que quería tener un dragón, ella no quería ninguna de esas bestias cerca de sus alumnos. Y todos le recomendaron a Hagrid tomar algunas clases de Estudios Muggles cuando este le pidió a Harry que comprara los boletos del tren

La gente los miraba más que nunca en el tren. Hagrid ocupó dos asientos y comenzó a tejer lo que parecía una carpa de circo color amarillo canario.
— ¿Todavía tienes la carta, Harry? —preguntó, mientras contaba los puntos.
Harry sacó del bolsillo el sobre de pergamino.
— Bien — dijo Hagrid — Hay una lista con todo lo que necesitas.
Harry desdobló otra hoja, que no había visto la noche anterior, y leyó:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
— Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
— Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
— Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
— Una capa de invierno (negra, con broches plateados).

(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)

LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
— El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.
— Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
— Teoría mágica, Adalbert Waffling.
— Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
— Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
— Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
— Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
— Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.

RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.

SE RECUERDA A LOS PADRES QUE ALOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.

— ¿Podemos comprar todo esto en Londres? — se preguntó Harry en voz alta.
— Sí, si sabes dónde ir — respondió Hagrid.
Harry no había estado antes en Londres.
Se oían diversos insultos para los Dursley en esos momentos.
Aunque Hagrid parecía saber adónde iban, era evidente que no estaba acostumbrado a hacerlo de la forma ordinaria. Se quedó atascado en el torniquete de entrada al metro y se quejó en voz alta porque los asientos eran muy pequeños y los trenes muy lentos.
— No sé cómo los muggles se las arreglan sin magia — comentó, mientras subían por una escalera mecánica estropeada que los condujo a una calle llena de tiendas.
Hagrid era tan corpulento que separaba fácilmente a la muchedumbre. Lo único que Harry tenía que hacer era mantenerse detrás de él.
Risas se escucharon en la sala.
Pasaron ante librerías y tiendas de música, ante hamburgueserías y cines, pero en ningún lado parecía que vendieran varitas mágicas.
Los sangrepura se preguntaban que eran esas cosas.
Era una calle normal, llena de gente normal. ¿De verdad habría cantidades de oro de magos enterradas debajo de ellos? ¿Había allí realmente tiendas que vendían libros de hechizos y escobas? ¿No sería una broma pesada preparada por los Dursley?
- Ellos carecen de sentido humoristico hijo.
- Si, eso fue lo que pensé papá.
James sonrió. Su hijo era muy parecido a el y a su pelirroja.
Si Harry no hubiera sabido que los Dursley carecían de sentido del humor, podría haberlo pensado. Sin embargo, aunque todo lo que le había dicho Hagrid era increíble, Harry no podía dejar de confiar en él.
- Como todo aquel que le conoce - dijeron los merodeadores.
—Es aquí —dijo Hagrid deteniéndose—. El Caldero Chorreante. Es un lugar famoso.
Era un bar diminuto y de aspecto mugriento.
Las mujeres de la sala asintieron. *Ese lugar necesita una limpieza* pensaban ellas.
Si Hagrid no lo hubiera señalado, Harry no lo habría visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba. Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante. En realidad, Harry tuvo la extraña sensación de que sólo él y Hagrid lo veían.
- De hecho así es Joven Potter.
Harry le sonrió McGonagall, estimaba mucho a esa profesora.
Antes de que pudiera decirlo, Hagrid lo hizo entrar.
Para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y destartalado.
Las mujeres volvieron a asentir ante la diversion de loa hombres.
- Mira Harry, piensas como mujer.
- No Fred, es solo que no me gusta ser desordenado... - Ron lo miro burlon -... bueno, no tanto.
- El que tu vivas en un cuchitril no quiere decir que a los demás nos guste - dijo Ginny defendiendo a Harry.
Todos parecían conocer a Hagrid. Lo saludaban con la mano y le sonreían, y el cantinero buscó un vaso diciendo:
— ¿Lo de siempre, Hagrid?
— No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts —respondió Hagrid, poniendo la mano en el hombro de Harry y obligándole a doblar las rodillas.
— Buen Dios — dijo el cantinero, mirando atentamente a Harry — ¿Es éste... puede ser...?
El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.
—Válgame Dios — susurró el cantinero — Harry Potter... todo un honor.
Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia Harry y le estrechó la mano, con los ojos llenos de lágrimas.
— Bienvenido, Harry, bienvenido.
Despues de eso, Hary estrecho las manos con muchos magos y brujas. Diggle se emocionó cuando Harry lo reconoció. Luego se topó con un mago llamado Quirrel que resultó ser prosefor de DCAO.
Deapues Hagrid se hizo oir.
—Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, Harry.
- Gracias por sacarme de ahí Hagrid, es un poco sofocante.
- Eres como Lily, no te gusta la fama.
- Para nada papá.
Doris Crockford estrechó la mano de Harry una última vez y Hagrid se lo llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos.
Hagrid miró sonriente a Harry
—Te lo dije, ¿verdad? Te dije que eras famoso. Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerte, aunque te diré que habitualmente tiembla.
- Estúpido Quirrell - murmuraban el trio dorado.
-¿Enserio así es siempre? - preguntaban a los del futuro.
- Si, siempre ha sido así - murmuraban ellos.
— ¿Está siempre tan nervioso?
—Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones, para tener experiencias directas... Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera... Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia asignatura... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?.
- Pues para ser profesor de DCAO es muy patetico - dijo Lunático.
Sus amigos sonrieron, Lunático se tomaba muy enserio esa materia.
¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Harry era un torbellino. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.
—Tres arriba... dos horizontales... —murmuraba—. Correcto. Un paso atrás, Harry
Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas.
El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.
— Bienvenido — dijo Hagrid — al callejón Diagon.
Sonrió ante el asombro de Harry y entraron en el pasaje. Harry miró rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse.
Los nacidos muggles sonreían.
- La verdad es que la primera visita al Callejón Diagon es asombrosa.
Regulus miraba a Dorcas, se veía hermosa con sus ojos brillosos, aunque de esto solo su hermano mayor se dió cuenta.
El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda más cercana. «Calderos - Todos los Tamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata - Automáticos - Plegables», decía un rótulo que colgaba sobre ellos.
— Sí, vas a necesitar uno —dijo Hagrid— pero mejor que vayamos primero a conseguir el dinero.
Harry deseó tener ocho ojos más.
- Como las arañas - picó George a Ron
- Callate que tú copia va a sufrir cuando mamá se entere de mi fobia.
Fres que habia escuchado todo se asustó. Movía la cabeza en todas direcciones mientras iban calle arriba, tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas, las cosas que estaban fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta negaba con la cabeza en la puerta de una droguería cuando ellos pasaron, diciendo: «Hígado de dragón a diecisiete sickles la onza, están locos...».
- ¡Diecisiete! Eso es mucho - dijo Molly.
- Mucho más para unos pobretones como ustedes.
- ¡Usted callese! - le gritaron todos los hermanos Weasley a Lucius
Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rótulo que decía: «El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco». 
Harry sonrió triste al acordarse de Hedwick
Varios chicos de la edad de Harry pegaban la nariz contra un escaparate lleno de escobas. «Mirad —oyó Harry que decía uno—, la nueva Nimbus 2.000, la más veloz.»
- ¡Queremos una! - gritaron Cornamenta, Canuto y los Gemelos P.
- Caballeros, ese modelo aún no sale - les intentó explicar McGonagall aunque a ella también le fascinaban las escobas.
Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños instrumentos de plata que Harry nunca había visto.
Escaparates repletos de bazos de murciélagos y ojos de anguilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de la luna...
—Gringotts — dijo Hagrid.
Habían llegado a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tiendas. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, había...
—Sí, eso es un gnomo — dijo Hagrid en voz baja, mientras subían por los escalones de piedra blanca. El gnomo era una cabeza más bajo que Harry. Tenía un rostro moreno e inteligente, una barba puntiaguda y, Harry pudo notarlo, dedos y pies muy largos. Cuando entraron los saludó. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas.

Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia,
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.

—Como te dije, hay que estar loco para intentar robar aquí —dijo Hagrid.
- Creo que ni nosotros lo intentariamos ¿Verdad Cornamenta? -
- Eso sería estúpido de su parte James.
Hermione, Harry y Ron se empezaron a asustar.
Dos gnomos los hicieron pasar por las puertas plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de gnomos estaban sentados en altos taburetes, detrás de un largo mostrador, escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes. Las puertas de salida del vestíbulo eran demasiadas para contarlas, y otros gnomos guiaban a la gente para entrar y salir. Hagrid y Harry se acercaron al mostrador.
— Buenos días —dijo Hagrid a un gnomo desocupado—. Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del señor Harry Potter.
— ¿Tiene su llave, señor?
— La tengo por aquí —dijo Hagrid, y comenzó a vaciar sus bolsillos sobre el mostrador, desparramando un puñado de galletas de perro…
- ¡Yo quiero!
- Sirius ¡compórtate!
- ¿Cuál de los dos pelirroja? - preguntó con sorna Canuto
- ¡El que está hablando idiota!
Ambos Sirius se encogieron con el grito.
- Corni, tu esposa me grito feo - le dijo con un pucherito a su amigo
- Te lo mereces.
Sirius y Canuto miraron feo a James pero este solo recibió un beso de Lily *mandilón* susurraban ambos.
…sobre el libro de cuentas del gnomo. Éste frunció la nariz.
Todos le aplaudieron a Harry por haber hecho enfadar al gnomo.
Harry observó al gnomo que tenía a la derecha, que pesaba unos rubíes tan grandes como carbones brillantes.
—Aquí está —dijo finalmente Hagrid, enseñando una pequeña llave dorada.
El gnomo la examinó de cerca.
—Parece estar todo en orden.
—Y también tengo una carta del profesor Dumbledore — dijo Hagrid, dándose importancia
Hagrid se ruborizó.
 — Es sobre lo-que-usted-sabe, en la cámara setecientos trece.
- ¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece? - preguntó James
Harry sonrió - Es lo mismo que yo pregunté -le dijo Harry a su papá, este sonrió anchamente.
El gnomo leyó la carta cuidadosamente.
—Muy bien —dijo, devolviéndosela a Hagrid—. Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las dos cámaras. ¡Griphook!
Griphook era otro gnomo.
Los del trio de oro se miraron y gruñeron y los del pasado como sabían que no sacarían nada acerca de porque actuaban así mejor no preguntaron nada, Draco estaba preocupado, sabía que había conocido a Potter en el callejón Diagon, esperaba que no fuera tan malo.
Cuando Hagrid guardó todas las galletas de perro en sus bolsillos, él y Harry siguieron a Griphook hacia una de las puertas de salida del vestíbulo.
— ¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece? —preguntó Harry.
James casi revoloteaba de alegría ya que pensaba igual que su cervatillo.
— No te lo puedo decir —dijo misteriosamente Hagrid—. Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió.
- Hagrid, si es como Lily, no descansara hasta averiguar que es, tu solo le das mas cuerda- le dijo Marlene. Hagrid esperaba que no tuviera razón ya que McGonagall lo miraba feo.
Griphook les abrió la puerta. Harry, que había esperado más mármoles, se sorprendió. Estaban en un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas. Se inclinaba hacia abajo y había unos raíles en el suelo. Griphook silbó y un pequeño carro llegó rápidamente por los raíles.
- Ash, odio esos carros - murmuraban los Longbottom ante las risas de su amigos y bufidos de Hagrid, el también los odiaba.  
Subieron (Hagrid con cierta dificultad) y se pusieron en marcha.
Al principio fueron rápidamente a través de un laberinto de retorcidos pasillos.
Harry trató de recordar, izquierda, derecha, derecha, izquierda, una bifurcación, derecha, izquierda, pero era imposible.
Todos miraban raro - ¡Sentí que me perdía vale! -les grito Harry y sus amigos mejor no dijeron nada.
- Vale tío, no te enojes - le tranquilizó Ron 
El veloz carro parecía conocer su camino, porque Griphook no lo dirigía.
A Harry le escocían los ojos de las ráfagas de aire frío, pero los mantuvo muy abiertos. En una ocasión, le pareció ver un estallido de fuego al final del pasillo y se dio la vuelta para ver si era un dragón, pero era demasiado tarde.
- ¿De verdad hay dragones? - preguntaban los del pasado a los del futuro.
- ¿Porque nos preguntan a nosotros? - les preguntó Ginny
- Vienen del futuro…-
-…es obvio que saben más que nosotros.
- Pues se enteraran en los libros - 
 Iban cada vez más abajo, pasando por un lago subterráneo en el que había gruesas estalactitas y estalagmitas saliendo del techo y del suelo.
—Nunca lo he sabido —gritó Harry a Hagrid, para hacerse oír sobre el estruendo del carro—. ¿Cuál es la diferencia entre una estalactita y una estalagmita? 
- Veras Harry, las estalactitas crecen en el techo de una cueva y las estalagmitas crecen en el suelo por el goteo de una estalactita.
- Gracias mamá, pero me quedo con la explicación de Hagrid.
—Las estalagmitas tienen una eme — dijo Hagrid
Todos sonrieron a la explicación de Hagrid.
— Y no me hagas preguntas ahora, creo que voy a marearme.
Su cara se había puesto verde y, cuando el carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo, Hagrid se bajó y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las rodillas.
Griphook abrió la cerradura de la puerta. Una oleada de humo verde los envolvió.
Cuando se aclaró, Harry estaba jadeando. Dentro había montículos de monedas de oro.
Montones de monedas de plata. Montañas de pequeños knuts de bronce.
- Una pequeña parte de la fortuna Potter - dijo James pero sin esa pizca de arrogancia, sino más bien feliz de que a su hijo no le falte nada materialmente hablando en el colegio.
— Todo tuyo — dijo Hagrid sonriendo.
Todo de Harry, era increíble. Los Dursley no debían saberlo, o se abrían apoderado de todo en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cuántas veces se habían quejado de lo que les costaba mantener a Harry? Y durante todo aquel tiempo, una pequeña fortuna enterrada debajo de Londres le pertenecía.
Hagrid ayudó a Harry a poner una cantidad en una bolsa.
— Las de oro son galeones — explicó — Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle, es muy fácil. Bueno, esto será suficiente para un curso o dos, dejaremos el resto guardado para ti. —Se volvió hacia Griphook—.
Ahora, por favor, la cámara setecientos trece. ¿Y podemos ir un poco más despacio?
- No cgeo que quiega, siempge digcen lo migsmo.
- Una sola velocidad - terminó Bill
— Una sola velocidad — contestó Griphook.
Fueron más abajo y a mayor velocidad. El aire se volvió cada vez más frío, mientras doblaban por estrechos recodos. Llegaron entre sacudidas al otro lado de una hondonada subterránea, y Harry se inclinó hacia un lado para ver qué había en el fondo oscuro, pero Hagrid gruñó y lo enderezó, cogiéndolo del cuello.
La cámara setecientos trece no tenía cerradura.
— Un paso atrás — dijo Griphook, dándose importancia. Tocó la puerta con uno de sus largos dedos y ésta desapareció — Si alguien que no sea un gnomo de Gringotts lo intenta, será succionado por la puerta y quedará atrapado —añadió.
— ¿Cada cuánto tiempo comprueban que no se haya quedado nadie dentro? —quiso saber Harry.
—Más o menos cada diez años —dijo Griphook, con una sonrisa maligna.
Los del trio de oro gruñeron, odiaban a ese duende.
Algo realmente extraordinario tenía que haber en aquella cámara de máxima seguridad, Harry estaba seguro, y se inclinó anhelante, esperando ver por lo menos joyas fabulosas, pero la primera impresión era que estaba vacía. Entonces vio el sucio paquetito, envuelto en papel marrón, que estaba en el suelo. Hagrid lo cogió y lo guardó en las profundidades de su abrigo. A Harry le hubiera gustado conocer su contenido, pero sabía que era mejor no preguntar.
- Y espero que así se quede todo el año Sr. Potter - le dijo McGonagall a Harry.
- Eso hubiéramos querido profesora - y Harry le dio un zape a Ron
— Vamos, regresemos en ese carro infernal y no me hables durante el camino; será mejor que mantengas la boca cerrada —dijo Hagrid.
Después de la veloz trayectoria, salieron parpadeando a la luz del sol, fuera de
Gringotts. Harry no sabía adónde ir primero con su bolsa llena de dinero. No necesitaba saber cuántos galeones había en una libra, para darse cuenta de que tenía más dinero que nunca, más dinero incluso que el que Dudley tendría jamás.
— Tendrías que comprarte el uniforme — dijo Hagrid, señalando hacia «Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones»
Draco se movió en su asiento algo incomodo
— Oye, Harry; ¿te importa que me dé una vuelta por el Caldero Chorreante? Detesto los carros de Gringotts — Todavía parecía mareado, así que Harry entró solo en la tienda de Madame Malkin, sintiéndose algo nervioso.
Madame Malkin era una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva.
— ¿Hogwarts, guapo? — dijo, cuando Harry empezó a hablar — Tengo muchos aquí... En realidad, otro muchacho se está probando ahora.
En el fondo de la tienda, un niño de rostro pálido y puntiagudo estaba de pie sobre un escabel, mientras otra bruja le ponía alfileres en la larga túnica negra.
Casi todos voltearon a ver a Draco y este los miro fulminantemente
Madame Malkin puso a Harry en un escabel al lado del otro, le deslizó por la cabeza una larga túnica y comenzó a marcarle el largo apropiado.
— Hola — dijo el muchacho — ¿También Hogwarts?
— Sí — respondió Harry.
— Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas — dijo el chico. Tenía voz de aburrido y arrastraba las palabras
Varios soltaron risitas.
-Típico de un Malfoy - dijeron algunos pero Lucius se quedo callado
—. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carrera. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.
McGonagall miró feo al chico y este se encogió de hombros.
Harry recordaba a Dudley
Ahora Draco miraba feo a Harry.
- No te pases Potter.
- Tienes que admitir que eras así- esto provocó muchas risas.
— ¿Tú tienes escoba propia? —continuó el muchacho.
— No —dijo Harry.
— ¿Juegas al menos al quidditch?
— No —dijo de nuevo Harry, preguntándose qué diablos sería el quidditch.
- ¡Oh por favor James, no vayas a montar un drama!
- Pero cariño, mi hijo, MI HIJO, no sabe lo que es el quidditch - decía mirando a Harry como quisiera desheredarlo en ese mismo momento.
- De hecho papá, no me gusta el quidditch - James se quiso morir ante esto mientras Lily negaba con la cabeza preguntándose si se había casado con un hombre o con un niño - ¡me encanta! - gritó Harry con un puño en el aire ocasionando que todos se rieran incluido Harry pero a este se lo borro la sonrisa al ver la expresión de su padre - ¡Harry James Potter Evans! ¡Estarás castigado hasta que vayas a Hogwarts y entres en el equipo de tu casa! ¡¿Quedo claro?! ¡Y ni se te ocurra volver a asustarme así! ¿¡entendiste?! - Harry solo murmuro un *si papá* pero cuando pensaban que volverían a la lectura, un bebé comenzó a llorar, claramente BebeHarry se había asustado con los gritos de su padre. -James, has asustado al niño- dijo con una voz terriblemente calmada que hasta el mismo Dumbledore se asustó, todos sabían que esa noche James dormiría en el suelo, este se sentó mirando medio mal a su hijo que lo veía con una sonrisa de disculpa pero James volteo la cara provocando más risas de su amigos.
— Yo sí. Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?
— No —dijo Harry, sintiéndose cada vez más tonto.
— Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que seré de
Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Yo creo que me iría, ¿no te parece?
- ¡Oye!- exclamó Tonks, pero como no quería hacer drama mejor siguió leyendo.
— Mmm —contestó Harry, deseando poder decir algo más interesante.
— ¡Oye, mira a ese hombre! —dijo súbitamente el chico, señalando hacia la vidriera de delante. Hagrid estaba allí, sonriendo a Harry y señalando dos grandes helados, para que viera por qué no entraba.
— Ése es Hagrid — dijo Harry, contento de saber algo que el otro no sabía— Trabaja en Hogwarts.
—Oh — dijo el muchacho —, he oído hablar de él. Es una especie de sirviente, ¿no?
—Es el guardabosque — dijo Harry. Cada vez le gustaba menos aquel chico.
- Y así empezó la enemistad más reñida de nuestro curso - dijo con un susurro Hermione.
- Harry, donde se lea que te has peleado en el colegio me vas a conocer.
- Mamá fuiste tú la que se caso con un Merodeador.
Y ante eso Lily miro mal a James, el cual pensaba en las distintas maneras de torturar/matar a su hijo, eso era traición.
—Sí, claro. He oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha. Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama.
— Yo creo que es estupendo —dijo Harry con frialdad.
Hagrid miro agradecido a Harry y este le sonrió. * Hogwarts no era lo mismo sin él* pensaba
— ¿Eso crees? — preguntó el chico en tono burlón—. ¿Por qué está aquí contigo? ¿Dónde están tus padres?
— Están muertos — respondió en pocas palabras. No tenía ganas de hablar de ese tema con él.
—Oh, lo siento —dijo el otro, aunque no pareció que le importara—. Pero eran de nuestra clase, ¿no?
- ¡Purista a la vista! - gritó Canuto tirándose al suelo.
- Tío ¡déjame leer!- y ante ese gritó Canuto se sentó.
— Eran un mago y una bruja, si es eso a lo que te refieres
— Realmente creo que no deberían dejar entrar a los otros ¿no te parece? No son como nosotros, no los educaron para conocer nuestras costumbres. Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginarás. Yo creo que debería quedar todo en las familias de antiguos magos. Y a propósito, ¿cuál es tu apellido?
Pero antes de que Harry pudiera contestar, Madame Malkin dijo:
— Ya está listo lo tuyo, guapo.
Y Harry, sin lamentar tener que dejar de hablar con el chico, bajó del escabel.
— Bien, te veré en Hogwarts, supongo —dijo el muchacho.
- Por desgracia - dijeron los dos al mismo tiempo.
Harry estaba muy silencioso, mientras comía el helado que Hagrid le había comprado (chocolate y frambuesa con trozos de nueces).
— ¿Qué sucede? —preguntó Hagrid.
— Nada — mintió Harry.
-Apuesto a que está deprimido por no saber casi nada del mundo mágico - dijo Ron como si quisiera demostrar que conocía mucho a su casi hermano.
- Nadie tomaría esa apuesta Ron, Harry es demasiado cabeza hueca como para deprimirse por todo.
- Gracias Mione, es bueno saber que cuento contigo.
- Así son los amigos hijo, te apuñalan por la espalda - dijo dramáticamente James.
*Si supieras* pensaban los del futuro
Se detuvieron a comprar pergamino y plumas. Harry se animó un poco cuando encontró un frasco de tinta que cambiaba de color al escribir.
Cuando salieron de la tienda, preguntó:
— Hagrid, ¿qué es el quidditch?
Insertar gemidos de parte de James.
— Vaya, Harry; sigo olvidando lo poco que sabes... ¡No saber qué es el quidditch!
— No me hagas sentir peor — dijo Harry. Le contó a Hagrid lo del chico pálido de la tienda de Madame Malkin.
— ... y dijo que la gente de familia de muggles no deberían poder ir...
- Una reverenda estupidez si me permiten decir.
- ¡Así se habla Hagrid!- le aplaudían casi todos los de la sala.
— Tú no eres de una familia muggle. Si hubiera sabido quién eres... Él ha crecido conociendo tu nombre, si sus padres son magos. Ya lo has visto en el Caldero Chorreante. De todos modos, qué sabe él, algunos de los mejores que he conocido eran los únicos con magia en una larga línea de muggles. ¡Mira tu madre! ¡Y mira la hermana que tuvo!
- Exactamente, la Srta. Evans es una gran bruja - dijo el profesor Flitwick
Lily se ruborizaba pero le dijo: - Gracias profesor pero ya no soy Srta. Evans sino Sra. Potter - el profesor solo le sonrió a la que algunos año9s atrás fue su mejor alumna.
— Entonces ¿qué es el quidditch?
- ¡El mejor deporte del mundo!- gritaron cuatro voces
- ¡James!
- ¡Sirius!
- ¡Ron!
- ¡Cállense! - gritaban Lily, Marlene y Hermione.
— Es nuestro deporte. Deporte de magos. Es... como el fútbol en el mundo muggle, todos lo siguen. Se juega en el aire, con escobas, y hay cuatro pelotas... Es difícil explicarte las reglas.
— ¿Y qué son Slytherin y Hufflepuff?
— Casas del colegio. Hay cuatro. Todos dicen que en Hufflepuff son todos inútiles, pero...
Hagrid se sonrojó, ahí estaba la jefa de dicha casa, pero esta no le dijo nada.
— Seguro que yo estaré en Hufflepuff —dijo Harry desanimado.
— Es mejor Hufflepuff que Slytherin — dijo Hagrid con tono lúgubre —. Las brujas y los magos que se volvieron malos habían estado todos en Slytherin. Quien-tú-sabes fue uno.
— ¿Vol... perdón... Quien-tú-sabes estuvo en Hogwarts?
— Hace muchos años — respondió Hagrid.
El trio dorado esperaban que Hagrid pudiera volver a hacer magia y en cierta manera, aprender a controlarla cuando se supiera que el no fue el culpable de lo que pasó hacia 30 años.
Compraron los libros de Harry en una tienda llamada Flourish y Blotts, en donde los estantes estaban llenos de libros hasta el techo. Había unos grandiosos forrados en piel, otros del tamaño de un sello, con tapas de seda, otros llenos de símbolos raros y unos pocos sin nada impreso en sus páginas. Hasta Dudley, que nunca leía nada, habría deseado tener alguno de aquellos libros. Hagrid casi tuvo que arrastrar a Harry para que dejara Hechizos y contrahechizos (encante a sus amigos y confunda a sus enemigos con las más recientes venganzas: Pérdida de Cabello, Piernas de Mantequilla, Lengua Atada y más, mucho más), del profesor Vindictus Viridian.
—Estaba tratando de averiguar cómo hechizar a Dudley
- ¡Pensamiento de merodeador! - gritaron Sirius, Canuto y James
—No estoy diciendo que no sea una buena idea, pero no puedes utilizar la magia en el mundo muggle, excepto en circunstancias muy especiales —dijo Hagrid—. Y de todos modos, no podrías hacer ningún hechizo todavía, necesitarás mucho más estudio antes de llegar a ese nivel.
Hagrid tampoco dejó que Harry comprara un sólido caldero de oro (en la lista decía de peltre) pero consiguieron una bonita balanza para pesar los ingredientes de las pociones y un telescopio plegable de cobre. Luego visitaron la droguería, tan fascinante como para hacer olvidar el horrible hedor, una mezcla de huevos pasados y repollo podrido. En el suelo había barriles llenos de una sustancia viscosa y botes con hierbas.
Raíces secas y polvos brillantes llenaban las paredes, y manojos de plumas e hileras de colmillos y garras colgaban del techo. Mientras Hagrid preguntaba al hombre que estaba detrás del mostrador por un surtido de ingredientes básicos para pociones, Harry examinaba cuernos de unicornio plateados, a veintiún galeones cada uno, y minúsculos ojos negros y brillantes de escarabajos (cinco knuts la cucharada).
Fuera de la droguería, Hagrid miró otra vez la lista de Harry
— Sólo falta la varita... Ah, sí, y todavía no te he buscado un regalo de cumpleaños.
Harry sintió que se ruborizaba.
— No tienes que...
— Sé que no tengo que hacerlo. Te diré qué será, te compraré un animal. No un sapo, los sapos pasaron de moda hace años, se burlarán...
- ¡Oye! - reclamaban los Longbottom
y no me gustan los gatos,
McGonagall y Hermione miraban a Hagrid medio feo  
…me hacen estornudar.
- Oh, entonces es comprensible - dijo Hermione
Te voy a regalar una lechuza. Todos los chicos quieren tener una lechuza. Son muy útiles, llevan tu correspondencia y todo lo demás.
Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio de la Lechuza, que era oscuro y lleno de ojos brillantes, susurros y aleteos. Harry llevaba una gran jaula con una hermosa lechuza blanca, medio dormida, con la cabeza debajo de un ala.
Y no dejó de agradecer el regalo, tartamudeando como el profesor Quirrell.
— Ni lo menciones — dijo Hagrid con aspereza— No creo que los Dursley te hagan muchos regalos.
- Oh, gracias Hagrid, por sacarlo de esa cabaña fea, por llevarlo al callejón, por el regalo, por todo - sollozaba Lily en los brazos de su esposo.
- No tienes que agradecer Lily, seguro que mi yo del futuro lo hace encantado.
 Ahora nos queda solamente Ollivander, el único lugar donde venden varitas, y tendrás la mejor.
Una varita mágica... Eso era lo que Harry realmente había estado esperando.
- Como todos - mencionaron algunos.
La última tienda era estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: «Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.». En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de desteñido color púrpura, se veía una única varita.
- La primera varita fabricada por la familia Ollivander -  dijo Dumbledore
Cuando entraron, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacío, salvo por una silla larguirucha donde Hagrid se sentó a esperar. Harry se sentía algo extraño, como si hubieran entrado en una biblioteca muy estricta. Se tragó una cantidad de preguntas que se le acababan de ocurrir, y en lugar de eso, miró las miles de estrechas cajas, amontonadas cuidadosamente hasta el techo. Por alguna razón, sintió una comezón en la nuca. El polvo y el silencio parecían hacer que le picara por alguna magia secreta.
—Buenas tardes —dijo una voz amable.
Harry dio un salto. Hagrid también debió de sobresaltarse porque se oyó un crujido y se levantó rápidamente de la silla.
Un anciano estaba ante ellos; sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como lunas enla penumbra del local.
—Hola —dijo Harry con torpeza.
—Ah, sí —dijo el hombre—. Sí, sí, pensaba que iba a verte pronto. Harry Potter — No era una pregunta —Tienes los ojos de tu madre ― Parece que fue ayer el día en que ella vino aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.
- Siempre me he preguntado cómo logra acordarse de todas las varitas que ha vendido - se decía Hermione
- Nunca ha querido revelar su secreto, y por lo que veo nunca lo hará, tal vez, solo tenga una muy buena memoria - expuso el profesor Dumbledore.
- Gracias a eso supuse que mamá era muy buena en Encantamientos y papá en Transformaciones - dijo Harry con una sonrisa.
- ¿También te dijo la descripción de la mía? - Harry solo asintió
El señor Ollivander se acercó a Harry. El muchacho deseó que el hombre parpadeara. Aquellos ojos plateados eran un poco lúgubres.
—Tu padre, por otra parte, prefirió una varita de caoba. Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y excelente para transformaciones.
James en un gesto infantil abrazo a su varita como si fuera lo más preciado en el mundo.
Bueno, he dicho que tu padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.
El señor Ollivander estaba tan cerca que él y Harry casi estaban nariz contra nariz.Harry podía ver su reflejo en aquellos ojos velados.
—Y aquí es donde...
El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz de la frente de Harry, con un largo dedo blanco.
- ¡Eso es descortés! - gritó Molly
—Lamento decir que yo vendí la varita que hizo eso — dijo amablemente — Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en lasmanos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo...
Negó con la cabeza y entonces, para alivio de Harry, fijó su atención en Hagrid.
—¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez... Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible... ¿Era así?
—Así era, sí, señor —dijo Hagrid.
—Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo expulsaron —dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.
Hagrid se entristeció al recordar eso.
— Eh..., sí, eso hicieron, sí —respondió Hagrid, arrastrando los pies—. Sin embargo, todavía tengo los pedazos —añadió con vivacidad.
— Pero no los utiliza, ¿verdad? —preguntó en tono severo.
— Oh, no, señor — dijo Hagrid rápidamente. Harry se dio cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado.
- Y así como no sabes cambiar de tema sin que se den cuenta, amigo Hagrid, tampoco sabes disimular - le dijeron los gemelos P.
- Necesitas quien te enseñe Hagrid - decían los gemelos W. con un brillo divertido en sus ojos.
- ¡Ustedes no van a enseñarle nada! - y los gemelos se callaron al oír el regaño de su madre.
— Mmm — dijo el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a Hagrid —
Bueno, ahora, Harry... Déjame ver. — Sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas—. ¿Con qué brazo coges la varita?
— Eh... bien, soy diestro — respondió Harry.
— Extiende tu brazo. Eso es. — Midió a Harry del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza.
Mientras medía, dijo—: Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica, Harry. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.
De pronto, Harry se dio cuenta de que la cinta métrica, que en aquel momento le medía entre las fosas nasales, lo hacía sola. El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.
— Esto ya está — dijo, y la cinta métrica se enrolló en el suelo—. Bien, Harry
Prueba ésta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés centímetros. Bonita y flexible. Cógela y agítala.
- Esa no me gusta, la madera de haya es muy sensible - decía Lily como si estuvieran en Ollivander comprando la varita de su hijo.
Harry cogió la varita y (sintiéndose tonto) la agitó a su alrededor, pero el señor Ollivander se la quitó casi de inmediato.
— Arce y pluma de fénix. Diecisiete centímetros y cuarto. Muy elástica. Prueba...
- Esa tampoco es muy resistente.
 Harry probó, pero tan pronto como levantó el brazo el señor Ollivander se la quitó.
— No, no... Ésta. Ébano y pelo de unicornio, veintiún centímetros y medio. Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.
- Esa es muy dura - dijo James que se había puesto en el mismo plan que Lily.
Harry lo intentó. No tenía ni idea de lo que estaba buscando el señor Ollivander. Las varitas ya probadas, que estaban sobre la silla, aumentaban por momentos, pero cuantas más varitas sacaba el señor Ollivander, más contento parecía estar.
—Qué cliente tan difícil, ¿no? No te preocupes, encontraremos a tu pareja perfecta por aquí, en algún lado. Me pregunto... sí, por qué no, una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible.
Harry sonrió recordando su varita, Merlín gracias que se pudo reparar.
Harry tocó la varita. Sintió un súbito calor en los dedos. Levantó la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento, y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes. Hagrid lo vitoreó y aplaudió y el señor Ollivander dijo:
— ¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien... Qué curioso... Realmente qué curioso...
Puso la varita de Harry en su caja y la envolvió en papel de embalar, todavía murmurando: «Curioso... muy curioso».
- ¿Qué es tan curioso?
- Mira chucho pulgoso, si me dejaras leer…-
- Tranquila Tonks -
- Es que Remus, me interrumpe - dijo con un pucherito Tonks que hizo que Remus sintiera remolinos en el estomago.
— Perdón —dijo Harry—. Pero ¿qué es tan curioso?
El señor Ollivander fijó en Harry su mirada pálida.
— Recuerdo cada varita que he vendido, Harry Potter. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en tu varita dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es muy curioso que estuvieras destinado a esa varita, cuando fue su hermana la que te hizo esa cicatriz.
- Varitas gemelas - susurraban la mayoría
- Bueno, eso te da ventaja ¿no? - dijo una no muy convencida Lily.
Harry tragó, sin poder hablar.
— Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente curioso cómo suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo... Creo que debemos esperar grandes cosas de ti, Harry Potter... 
Sus padres sonrieron orgullosos
Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado hizo grandes cosas... Terribles, sí, pero grandiosas. Harry se estremeció. No estaba seguro de que el señor Ollivander le gustara mucho.
Pagó siete galeones de oro por su varita y el señor Ollivander los acompañó hasta la puerta de su tienda.
Al atardecer, con el sol muy bajo en el cielo, Harry y Hagrid emprendieron su camino otra vez por el callejón Diagon, a través de la pared, y de nuevo por el Caldero Chorreante, ya vacío. Harry no habló mientras salían a la calle y ni siquiera notó la cantidad de gente que se quedaba con la boca abierta al verlos en el metro, cargados con una serie de paquetes de formas raras y con la lechuza dormida en el regazo de Harry.
Este sonrió recordando a su lechuza
Subieron por la escalera mecánica y entraron en la estación de Paddington. Harry acababa de darse cuenta de dónde estaban cuando Hagrid le golpeó el hombro.
— Tenemos tiempo para que comas algo antes de que salga el tren —dijo.
- Oh gracias Hagrid - dijo una ya calmada Lily - estoy segura que muy pocas personas antes habían sido tan amables con mi bebé - Harry se sonrojo por como lo llamaba su mamá
Le compró una hamburguesa a Harry y se sentaron a comer en unas sillas de plástico. Harry miró a su alrededor. De alguna manera, todo le parecía muy extraño.
- Y ahí vamos, con los complejos de inferioridad nivel Potter - dijeron con un suspiro los dos mejores amigos del niño que vivió. Este los miró feo.
— ¿Estás bien, Harry? Te veo muy silencioso —dijo Hagrid. Harry no estaba seguro de poder explicarlo. Había tenido el mejor cumpleaños de su vida y, sin embargo, masticó su hamburguesa, intentando encontrar las palabras.
— Todos creen que soy especial — dijo finalmente— Toda esa gente del Caldero
Chorreante, el profesor Quirrell, el señor Ollivander... Pero yo no sé nada sobre magia.
¿Cómo pueden esperar grandes cosas? Soy famoso y ni siquiera puedo recordar por qué soy famoso. No sé qué sucedió cuando Vol... Perdón, quiero decir, la noche en que mis padres murieron.
Hagrid se inclinó sobre la mesa. Detrás de la barba enmarañada y las espesas cejas había una sonrisa muy bondadosa.
— No te preocupes, Harry. Aprenderás muy rápido. Todos son principiantes cuando empiezan en Hogwarts. Vas a estar muy bien. Sencillamente sé tú mismo. Sé que es difícil. Has estado lejos y eso siempre es duro. Pero vas a pasarlo muy bien en Hogwarts, yo lo pasé y, en realidad, todavía lo paso.
- Los mejores años los pasas en Hogwarts - Decían la mayoría.
Hagrid ayudó a Harry a subir al tren que lo llevaría hasta la casa de los Dursley y luego le entregó un sobre.
— Tu billete para Hogwarts — dijo —. El uno de septiembre, en Kings Cross. Está todo en el billete. Cualquier problema con los Dursley y me envías una carta con tu lechuza, ella sabrá encontrarme... Te veré pronto, Harry.
El tren arrancó de la estación. Harry deseaba ver a Hagrid hasta que se perdiera de vista. Se levantó del asiento y apretó la nariz contra la ventanilla, pero parpadeó y Hagrid ya no estaba.  
- ¡OH NO! - bramó Hagrid
- ¿¡Que pasa!?
-No le dije a Harry como entrar al andén.
- No te preocupes Hagrid, fue lo mejor que pudiste haber hecho por mí - dijo con una sonrisa Harry.
- De acuerdo, ahora, ese es el final, ¿quien lee? -preguntó Tonks - el capitulo que sigue se llama “El viaje desde el andén nueve y tres cuartos”
- Yo leo…-