jueves, 8 de enero de 2015

Las cartas de nadie.

Disclaimer: Harry Potter no me pertenece así como sus personajes. (Ya quisiera)

 ***-Bien, así termina el capitulo, quien quiere leer ahora. - Dijo Lily una vez que termino.
-Yo leeré cuñadita.- le dijo Canuto ante la mirada atónita de todos. -¡Que! si ya pasaron 10 años y el cumpleaños del cerdo del hijo de los Dursley cumple años en junio y Harry en Julio quiere decir que está por cumplir 11 años y lo más seguro es que en el próximo capítulo le llegue la carta de Hogwarts, y yo quiero leer como le llegó la carta a MiniCornamenta - Lily le tendió el libro y este se dispuso a leer, bien, el capitulo siguiente se titula: Las cartas de nadie ¡JA! ya decía yo- Y comenzó...***

-Esto será divertido - dijo Harry con una sonrisa.
La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo más largo de su vida.
-¡Pero si fue magia accidental! - gritó Hermione
 Cuando le dieron permiso para salir de su alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano
-Eso es un mes - dijo Dorcas
-Harry, tal vez necesiten una visita de Fluffy-susurro Ron y Harry rio.
-Después de cómo me encontraste en 2do año y esto te sorprende - le respondió Harry en un susurro para que nadie sospechara o hicieran preguntas.
y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.
-Y de seguro al niño ni le dijeron nada - Dijo Molly - ya le enseñare a esa señora como educar a un niño - dijo mirando a sus hijos y estos se estremecieron.
Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe.
Los del futuro miraron a Malfoy con burla pero este no dijo nada.
Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry.
-Como si eso fuera tan fácil - dijo Hannah, ella escuchaba a los de su equipo de quidditch hablar de cómo era Harry de rápido.
Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo. Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting.
-Ese colegio es horrible- dijo Lily
Piers Polkiss también iría allí. Harry en cambio, iría a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. 
-Claro que no, tu iras a Hogwarts - le dijo James a su hijo.
-Exacto compañero, y ahí llevaras una vida tranquila - le comentó Ron a su amigo y este lo fulminó con la mirada.
Dudley encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día
—dijo a Harry—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
—No, gracias —respondió Harry—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse. —Luego salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.
- Eso es Harry - gritaron los merodeadores y los gemelos.
Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Harry en casa de la señora Figg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que Harry viera la televisión y le dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años.
-Eso es descortés Harry - le reprendió su mamá
-Tú no tuviste que probarlo - le respondió
-¡No me repliques! - Harry asustado solo alcanzo a asistir con la cabeza pensando en que tendría graves problemas en cuanto se leyera todo lo que hizo.
Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo.
Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.
-Se veía totalmente ridículo - reía Harry
Mientras miraba a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dudley, tan apuesto y crecido. Harry no se atrevía a hablar. Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse.
Ahora Harry no se reprimía y reía a carcajada suelta con los demás bromistas de la sala.
A la mañana siguiente, cuando Harry fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
-Que no sea lo que estoy pensando - murmuraba Lily
—¿Qué es eso? —preguntó a tía Petunia. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Harry se atrevía a preguntar algo. —Tu nuevo uniforme del colegio —dijo.
Harry volvió a mirar en el recipiente.
—Oh —comentó—. No sabía que tenía que estar mojado.
—No seas estúpido —dijo con ira tía Petunia—. Estoy tiñendo de gris algunas cosas viejas de Dudley. Cuando termine, quedará igual que los de los demás.
- ¡TACAÑOS! Que les costaba comprar un uniforme como Merlín manda - grito Sirius furioso de lo que viviera su ahijado por culpa de Pettigrew.
Harry tenía serias dudas de que fuera así, pero pensó que era mejor no discutir.
-Chico listo - murmuro Moody
Se sentó a la mesa y trató de no imaginarse el aspecto que tendría en su primer día de la escuela secundaria Stonewall. Seguramente parecería que llevaba puestos pedazos de piel de un elefante viejo.
-Por Merlín Harry, se nota que eres hijo de un merodeador - decía entre risas James
Dudley y tío Vernon entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor del nuevo uniforme de Harry.
*idiotas* pensaba la mayoría
Tío Vernon abrió, como siempre, su periódico y Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba a todas partes.
Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
—Trae la correspondencia, Dudley —dijo tío Vernon, detrás de su periódico.
- ¡3312, tenemos un 3312! ¡Le pidió que hiciera algo! - gritaba James
- ¡Es el fin del mundo! - dijo Canuto
—Que vaya Harry
—Trae las cartas, Harry.
- Falsa alarma -
—Que lo haga Dudley.
—Pégale con tu bastón, Dudley.
-Saben, intentaré persuadir a mi hermana para que se divorcie de ese tipo, es él el que esta perjudicando a su hijo.-
Harry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia. Había tres cartas en el felpudo: una postal de Marge, la hermana de tío Vernon, que estaba de vacaciones en la isla de Wight; un sobre color marrón, que parecía una factura, y una carta para Harry.
Harry sonrió, ya que, a pesar de no haber leído la primera que recibió, el contenido de esas cartas “de nadie” le había cambiado la vida.
Harry la recogió y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él. ¿Quién podía ser? No tenía amigos ni otros parientes.
Canuto y Lunático voltearon a ver a sus versiones futuras, donde o que había pasado con ellos como para que no se comunicaran con el hijo de su mejor amigo.
Ni siquiera era socio de la biblioteca, así que nunca había recibido notas que le reclamaran la devolución de libros.
Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a él de una manera tan clara que no había equivocación posible.
Señor H. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello.
Con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H.
-¡Hogwarts, Hogwarts! - comenzaron a cantar los bromistas de la sala, la mayoría estaban contentos de que Harry por fin cambiara del ambiente en el que vivía.
—¡Date prisa, chico! —exclamó tío Vernon desde la cocina—. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bomba? —Se rió de su propio chiste.
-Que todas las deidades del mundo nos amparen el día en el que eso sea considerado un chiste - decía Canuto de manera dramática y tocándose el pecho como si sintiera un profundo dolor.
Harry volvió a la cocina, todavía contemplando su carta.
Hubo unas cuantas personas que se golpearon la frente, otros simplemente negaban con la cabeza.
Entregó a tío Vernon la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre amarillo.
Todos miraron a Harry como si este tuviera 7 brazos.                     
-¡Era un crio de 10 casi 11 años que nunca había recibido una carta OK! ¡Estaba emocionado! - dijo enfureciéndose y ante lo ultimo muchos agacharon la cabeza, era lógico que estuviera emocionado.
Tío Vernon rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una mirada a la postal.
—Marge está enferma —informó a tía Petunia—. Al parecer comió algo en mal estado.
- Espero que le duela mucho - murmuraba Harry
-Espero que se le inflame el estómago - decía Lily
Ante esto la mayoría de los futuristas comenzaron a reír dejando confundidos a los demás.
—¡Papá! —dijo de pronto Dudley—. ¡Papá, Harry ha recibido algo!
- Que niño tan chivato - decía Arthur
Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.
-¡Devuelvele su carta muggle de pacotilla! - gritaba James
-Cornamenta le estas gritando a un libro - le decía Canuto como si hubiera hecho el mas grande descubrimiento.
- Callate Pad y apresura a leer.
—¡Es mía! —dijo Harry; tratando de recuperarla.
-Uy... MiniHarry enojado - decian sus amigos
- ¡Callense! - les grito Harry.
*Saco el caracter de Lily* pensaba cierto animago que se transformaba en ciervo.
—¿Quién te va a escribir a ti? —dijo con tono despectivo tío Vernon,
- Ginny - dijeron los hermanos Weasley
- Es pelirroja - les decia James a sus amigos.
abriendo la carta con una mano y echándole una mirada.
- Que empieze el drama - dijo Lily
Su rostro pasó del rojo al verde con la misma velocidad que las luces del semáforo. Y no se detuvo ahí. En segundos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena cocida reseca.
—¡Pe... Pe... Petunia! —bufó.
Dudley trató de coger la carta para leerla, pero tío Vernon la mantenía muy alta, fuera de su alcance. Tía Petunia la cogió con curiosidad y leyó la primera línea. Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la garganta y dejó escapar un gemido.
—¡Vernon! ¡Oh, Dios mío... Vernon!
*Que muggles tan dramáticos* pensaban Lucius y Narcissa
Se miraron como si hubieran olvidado que Harry y Dudley todavía estaban allí.
Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Golpeó a su padre en la cabeza con el bastón de Smelting.
- Como dicen: cria cuervos y te sacaran los ojos - cito un dicho muggle Arthur.
-Arthur no empiezes con tus chismes muggles- le decia su esposa.
- Pero el tiene razon Molly, si a los 11 le pega a su propio padre, que no ara a los 15 o 17 - expuso Hestia
—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.
—Yo soy quien quiere leerla —dijo Harry con rabia—. Es mía.
-¡Eso Harry! !defiende lo que es tuyo! - apoyaba Canuto a su ahijado
—Fuera de aquí, los dos —graznó tío Vernon, metiendo la carta en el sobre.
Harry no se movió.
-Va a estallar - dijeron de manera muy dramatica Fred y George, cubriendose como ai de verdad fuera a estallar.
—¡QUIERO MI CARTA! —gritó.
-¡BOOM! - gritaron los Prewetts ante la mirada furiosa de Molly.
-Dejense de payasadas - les regaño
—¡Déjame verla! —exigió Dudley
—¡FUERA! —gritó tío Vernon y, cogiendo a Harry y a Dudley por el cogote, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Harry y Dudley iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura.
-¡Harry! ¡Harry! ¡Harry! - Aporreaban en la sala Los merodeadores y los Gemelos Weasley y Prewett
Ganó Dudley,
Los anteriores miraron mal a Harry
-Como esperaban que le ganara. ¡Me duplicaba el peso y el ancho! - les rebatió Harry
así que Harry, con las gafas colgando de una oreja, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
—Vernon —decía tía Petunia, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duerme él? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?
—Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos —murmuró tío Vernon, agitado.
—Pero ¿qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contestamos? Les decimos que no queremos...
Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y viniendo por la cocina.
—No —dijo finalmente—. No, no les haremos caso. Si no reciben una respuesta...
Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...
—Pero...
—¡No pienso tener a uno de ellos en la casa, Petunia! ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?
Una sola palabra cruzaba por la mente de los de la sala: Estúpidos/idiotas/tontos
-De verdad esperaban que con una negativa nos quedaramos tranquilos- Decia Dumbledore
-Obviamente mandaremos a alguien si la respuesta no llega -decia McGonagall
- Es el hijo de James y Lily Potter, ¡no pueden impedir qhe vaya a Hogwarts! - gritó Hagrid
Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Vernon hizo algo que no había hecho nunca: visitó a Harry en su alacena.
-¿Cabia?...- preguntó Percy
—¿Dónde está mi carta? —dijo Harry, en el momento en que tío Vernon pasaba con dificultad por la puerta.
-Tu respuesta - le dijo Harry a su cuñado
—¿Quién me escribió?
—Nadie. Estaba dirigida a ti por error —dijo tío Vernon con tono cortante—. La quemé.
-¡¿QUE HIZO QUE?! - gritaron la mayoria en la sala ya que las cartas de Hogwarts se guardan como si fueran reliquias.
—No era un error —dijo Harry enfadado—. Estaba mi alacena en el sobre.
-Saben, así como lo dice Harry hasta suena gracioso, *mi alacena* - rieron los Prewetts causando risas en la sala
—¡SILENCIO! —gritó el tío Vernon, y unas arañas cayeron del techo. Respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.
-Parecia como si hubiera tomado pocion crecehuesos - murmuro Harry
- Y tu como sabes de la pocion crecehuesos, espera, mejor no me digas, no quiero saber - le dijo Lily
—Ah, sí, Harry, en lo que se refiere a la alacena... Tu tía y yo estuvimos pensando... Realmente ya eres muy mayor para esto... Pensamos que estaría bien que te mudes al segundo dormitorio de Dudley
-¡SEGUNDO DORMITORIO! - gritaron varios en la sala.
- ¡Tenían un segundo dormitorio y te hacian dormir en la alacena! -gritaba Sirius
—¿Por qué? —dijo Harry —¡No hagas preguntas! —exclamó—. Lleva tus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios:
Insertar gruñidos de los Merodeadores
uno para tío Vernon y tía Petunia, otro para las visitas (habitualmente Marge, la hermana de Vernon), en el tercero dormía Dudley y en el último guardaba todos los juguetes y cosas que no cabían en aquél.
-Niño malcriado - murmuraban la mayoría en la sala.
En un solo viaje Harry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró alrededor. Allí casi todo estaba roto. La filmadora estaba sobre un carro de combate que una vez Dudley hizo andar sobre el perro del vecino, y en un rincón estaba el primer televisor de Dudley, al que dio una patada cuando dejaron de emitir su programa favorito. También había una gran jaula que alguna vez tuvo dentro un loro, pero Dudley lo cambió en el colegio por un rifle de aire comprimido, que en aquel momento estaba en un estante con la punta torcida, porque Dudley se había sentado encima.  El resto de las estanterías estaban llenas de libros. Era lo único que parecía que nunca había sido tocado.
-No necesitas jurarlo, se ve que ese niño no ha abierto un libro en su vida - mencionaba Hermione horrorizada.
Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dudley a su madre.
—No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
Harry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta a estar allí sin ella.
- Obviamente -  decían varios en la sala
- Tranquilo  cachorro, no dejaran de insistir - le dijo Remus
- Emm Remus, eso ya paso -  le dijo Harry a su “tio” intentando olvidar que el había muerto en guerra.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Dudley se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado a su padre con el bastón de Smelting, se había puesto malo a propósito, le había dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del invernadero, y seguía sin conseguir que le devolvieran su habitación.
-Pues claro, nunca le habían negado nada - decía Molly
-Ya puede seguir rogando -  dijo Ginny con amargura
Harry estaba pensando en el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el vestíbulo.
Todos se quedaron callados, prefirieron no decir nada
Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente.
Cuando llegó el correo, tío Vernon, que parecía hacer esfuerzos por ser amable con Harry, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron golpear cosas con su bastón en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
—¡Hay otra más! Señor H. Potter, El Dormitorio Más Pequeño, Privet Drive, 4...
-Obviamente, Hogwarts es el único colegio que te insiste para que vayas - decían los merodeadores.
Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asiente y corrió hacia el vestíbulo, con Harry siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le resultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello. Después de un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tío Vernon se enderezó con la carta de Harry arrugada en su mano, jadeando para recuperar la respiración.
—Vete a tu alacena, quiero decir a tu dormitorio —dijo a Harry sin dejar de jadear—. Y Dudley.. Vete... Vete de aquí.
Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo?
-¡EXACTAMENTE!- gritaron los profesores presentes
Pues la próxima vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan.
-Oh oh - dijeron Hermione y Ron
-¿Qué pasa? - preguntaron los del pasado.
- Es que, bueno, mis planes nunca funcionan pero… - pero fue interrumpido por Ron
- Que bueno que lo aceptes, ese es el primer paso - le dijo con burla.
-¡Ya vale no! ¡al menos soy bueno en la improvisación! - le grito enojado - y eso nos ha salvado de muchas, por si no lo recuerdan -les recalco Harry a su amigos.
-¿ha salvado de muchas? ¡Pues en que se han metido ustedes tres! - gritaron Lily, Molly y McGonagall.
-En mas líos de los que podría contar con mis manos - les contestó “inocentemente Neville”
El trio lo fulmino con la mirada
-No ayudes Neville - le dijeron y Canuto para quitarle una bronca a su ahijado y sus amigos siguió leyendo.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Dursley. Se deslizó por la escalera sin encender ninguna luz.
Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.
-Es un plan perfecto - dijeron en la sala haciendo una O con la boca.
- Disfrútenlo mientras dura - les decían los mejores amigos de Harry mientras este los miraba furioso.
-Si tiene la suerte de su padre, estará chalado de por vida- dijeron los merodeadores con una risa burlona ocasionando que James los mirara feo.
—¡AAAUUUGGG!
Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo... ¡Algo vivo!
Las luces se encendieron y, horrorizado, Harry se dio cuenta de que aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío. Tío Vernon estaba acostado en la puerta, en un saco de dormir, evidentemente para asegurarse de que Harry no hiciera exactamente lo que intentaba hacer.
-Harry 0, Ron y Hermione 1, así va nuestro marcador señores -dijeron los gemelos Weasley para que olvidaran la mala suerte de Harry
Gritó a Harry durante media hora y luego le dijo que preparara una taza de té. Harry se marchó arrastrando los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Vernon. Harry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.
—Quiero... —comenzó, pero tío Vernon estaba rompiendo las cartas en pedacitos ante sus ojos.
Aquel día, tío Vernon no fue a trabajar. Se quedó en casa y tapió el buzón.
-Eso no detendrá a las lechuzas de Hogwarts- dijo Hagrid, esas lechuzas eran  muy astutas.
—¿Te das cuenta? — explicó a tía Petunia, con la boca llena de clavos—. Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.
—No estoy segura de que esto resulte, Vernon.
—Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Petunia, ellos no son como tú y yo —dijo tío Vernon, tratando de dar golpes a un clavo con el pedazo de pastel de fruta que tía Petunia le acababa de llevar.
*Imbécil* murmuraban la mayoría.
El viernes, no menos de doce cartas llegaron para Harry. Como no las podían echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las rendijas, y unas pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo.
-Algo me dice que no sólo las lechuzas están intentando que a Harry le lleguen sus cartas -  murmuro James mirando a la profesora McGonagall y Harry miró a Hagrid con una sonrisa, aunque este no la entendió.
Tío Vernon se quedó en casa otra vez. Después de quemar todas las cartas, salió con el martillo y los clavos para asegurar la puerta de atrás y la de delante, para que nadie pudiera salir. Mientras trabajaba, tarareaba De puntillas entre los tulipanes y se sobresaltaba con cualquier ruido.
-¡Se está volviendo loco!- gritaron los Prewetts
El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse. Veinticuatro cartas para Harry entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería, tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia trituraba las cartas en la picadora.
-Lo ven, les dije que sería divertido -les dijo Harry a los de la sala que.
—¿Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse contigo? —preguntaba Dudley a Harry, con asombro.
-Mucha más gente que con el -dijeron Dorcas, Edgar y Marlene.
La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.
—No hay correo los domingos —les recordó alegremente, mientras ponía mermelada en su periódico—. Hoy no llegarán las malditas cartas...
-Que ingenuo, el corre mágico nunca descansa -  dijo Hestia
Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero Harry saltó en el aire, tratando de atrapar una.
-¡Recoge las que están en el suelo!- gritaron los merodeadores.
—¡Fuera! ¡FUERA!
Tío Vernon cogió a Harry por la cintura y lo arrojó al recibidor. Cuando tía Petunia y Dudley salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Vernon cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo. —Ya está —dijo tío Vernon, tratando de hablar con calma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote—. Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Coged alguna ropa. ¡Sin discutir!
-¿A donde los lleva?- preguntó Regulus
-A donde los de mi tipo no me encuentren. O eso escuche que le decía a Tía Petunia - le respondió Harry
Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arrancado, que nadie se atrevió a contradecirlo. Diez minutos después se habían abierto camino a través de las puertas tapiadas y estaban en el coche, avanzando velozmente hacia la autopista. Dudley lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el ordenador en la bolsa.
-¿Es idiota o se hace?- preguntó Bill
- Cgeo que egsa pgegunta no gse agse cagiño - le respondió su esposa.
Condujeron. Y siguieron avanzando. Ni siquiera tía Petunia se atrevía a preguntarle adónde iban. De vez en cuando, tío Vernon daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario.
—Quitárnoslos de encima... perderlos de vista... —murmuraba cada vez que lo hacía.
No se detuvieron en todo el día para comer o beber.
-Lleva a dos niños en crecimiento y no les da de comer - decía Hestia  
Al llegar la noche Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, se había perdido cinco programas de televisión que quería ver y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador.
Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspecto lúgubre, en las afueras de una gran ciudad. Dudley y Harry compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley roncaba, pero Harry permaneció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las luces de los coches que pasaban y deseando saber...
-Tranquilo Harry, sea quien sea lograra darte tu carta - consolaba James a su hijo.
-Emm papá estoy aca - le dijo Harry y James se ruborizó
Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y tomates de lata. Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a la mesa.
—Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor H. Potter? Tengo como cien de éstas en el mostrador de entrada.
Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:
Señor H. Potter
Habitación 17
Hotel Railview
Cokeworth
Harry fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano.
- ¡Que no lo toque! - gritaron los merodeadores, Lily, Ginny y Molly. Harry las miro agradecido.
La mujer los miró asombrada.
 —Yo las recogeré —dijo tío Vernon, poniéndose de pie rápidamente y siguiéndola.
— ¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Petunia tímidamente, unas horas más tarde, pero tío Vernon no pareció oírla. Qué era lo que buscaba exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al coche y otra vez lo puso en marcha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en mitad de un puente colgante y en la parte más alta de un aparcamiento de coches.
—Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? —preguntó Dudley a tía Petunia aquella tarde.
-Y apenas te das cuenta niñato - dijo Moody sorprendiendo a la mayoria de que hablara ya que parecia aburrirse.
En realidad Moody estaba esperando que algo importante apareciera.
Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y había desaparecido.
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley gimoteaba.
-¡¿Y ahora porque?! - gritó Percy
—Es lunes —dijo a su madre—. Mi programa favorito es esta noche. Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor.
-Tu primo esta obsecionado Harry, talvez tenga nargles en la cabeza - le dijo como sin nada Luna a Harry.
- Si Luna, eso es posible - le respondió Harry mientras los del pasado se preguntaban que eran los Nargles, pero como ella era hija de Xenophillus y Pandora prefirieron no preguntar.
Lunes. Eso hizo que Harry se acordara de algo. Si era lunes (y habitualmente se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por los programas de la televisión), entonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once de Harry.
-¡Viva! ¡11 años! ¡Cumples 11 años! ¡Hogwarts! ¡Hogwarts! -festejaban los bromistas, Harry quiso decirle que en realidad eso ya habia pasado pero al verlos tan emocionados se callo.
Claro que sus cumpleaños nunca habían sido exactamente divertidos: el año anterior, por ejemplo, los Dursley le regalaron una percha y un par de calcetines viejos de tío Vernon.
-¡Nadamas espera que cambiemos esto y tendras los mejores regalos del mundo - le dijo James -Al fin que ya tengo el permiso para malcriarte - terminó con una sonrisa
Sin embargo, no se cumplían once años todos los días.
Tío Vernon regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.
— ¡He encontrado el lugar perfecto! —dijo—. ¡Vamos! ¡Todos fuera!
Hacía mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable choza que uno se pudiera imaginar.
-No creo que allí haya televisión - dijo James.
- Oh, cornamenta, piensas igual que tu cervatillo - le dijo Canuto a su hermano de otra madre.
-¿Ah? - exclamó James y Canuto leyó:
Una cosa era segura, allí no había televisión.
James le sonrió a su hijo.
— ¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío Vernon, aplaudiendo—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se balanceaba en el agua grisácea.
—Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Vernon—. ¡Así que todos a bordo!
- ¿Piensa llevarlos a ese lugar cuando han anunciado una tormenta? Ese muggle está loco - dijo la profesora Sprout
En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta la desvencijada casa.
El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda. Sólo había dos habitaciones.
La comida de tío Vernon resultó ser cuatro plátanos y un paquete de patatas fritas para cada uno.
- !Qué horror! - gritaron los Weasley
Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero sólo salió humo.
—Ahora podríamos utilizar una de esas cartas, ¿no? —dijo alegremente.
-Ya te enseñare como prende fuego - murmuraba Sirius
Estaba de muy buen humor. Era evidente que creía que nadie se iba a atrever a buscarlos allí, con una tormenta a punto de estallar. 
*Ingenuo*pensaban la mayoría de los presentes
-Algo me dice que enviaremos a alguien a que le dé su carta - dijo Dumbledore
En privado, Harry estaba de acuerdo, aunque el pensamiento no lo alegraba.
- Vaya cornamenta es tan pesimista como tu - comento Sirius.
- Yo no soy pesimista - dijeron los dos Potter
- No, claro que no - dijeron Remus, Sirius, Canuto, Lunático, Ron y Hermione.
- Pfff… amigos - otra vez padre e hijo coincidieron.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las altas olas chocaba contra las paredes de la cabaña y el feroz viento golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Petunia encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dudley en el sofá. Ella y tío Vernon se acostaron en una cama cerca de la puerta, y Harry tuvo que contentarse con un trozo de suelo y taparse con la manta más delgada.
-¡Y a pesar de todo eso los protegiste en séptimo año! Harry ¿por qué? - le dijo Hermione sin darse cuenta de su error.
-¡Como que los protegiste! Harry esas personas no merecen nada de ti - le grito James a su hijo
-¿Y de que los protegiste, si se puede saber? - le preguntó Lily a Harry.
-Mmm después sabrás - le respondió mirando medio mal a Hermione.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Harry no podía dormir. Se estremecía y daba vueltas, tratando de ponerse cómodo, con el estómago rugiendo de hambre.
-Mi pobre bebé - decía Lily preocupada por lo que anteriormente había dicho la amiga de su hijo.
Los ronquidos de Dudley quedaron amortiguados por los truenos que estallaron cerca de la medianoche. El reloj luminoso de Dudley, colgando de su gorda muñeca, informó a Harry de que tendría once años en diez minutos. Esperaba acostado a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Dursley se acordarían y preguntándose dónde estaría en aquel momento el escritor de cartas.
-A punto de llegar volando sabrá Merlín como - Dijo Harry a sus amigos en un susurro.
Cinco minutos.
Harry oyó algo que crujía afuera. Esperó que no fuera a caerse el techo, aunque tal vez hiciera más calor si eso ocurría.
-¡Pero te hubiera aplastado! - chillo Alice
-Tranquila, el techo no me brindó calor - la calmó Harry
Cuatro minutos. Tal vez la casa de Privet Drive estaría tan llena de cartas, cuando regresaran, que podría robar una. Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿qué era aquel ruido tan raro? ¿Las rocas se estaban desplomando en el mar?
-¡Que está pasando! - Murmuraba Canuto
-Si leyera tal vez todos nos enteraríamos Joven Black - le dijo McGonagall
Un minuto y tendría once años. Treinta segundos... veinte... diez... nueve... tal vez despertara a Dudley, sólo para molestarlo... tres... dos... uno...
- Digno hijo de merodeador - dijo James, George y Fred miraron mal a Harry.
- ¿A qué se refiere con eso Harry? - le preguntaron
- Emmm luego les explico - les respondió
¡BUM!
- ¡COMO QUE BUM! - gritaron varios es la sala
Toda la cabaña se estremeció y Harry se enderezó, mirando fijamente a la puerta.
Alguien estaba fuera, llamando.
- Debe ser alguien de Hogwarts - dijo el profesor Flitwick
-Bien pues nos quedaremos con la duda porque así acaba el capitulo - Dijo Canuto y una vez macada la pagina cerro el libro.
-Bien, ahora, antes de leer el capitulo siguiente, ¿nos responderían unas preguntas?- les preguntó Dumbledore a los que venían del futuro.
Todos se miraron un momento y después Hermione habló:  
-Sabemos que están confundidos, así que les responderemos las preguntas, dependiendo que cual sea -.
-Lo justo es que sea una por persona- intentó negociar Lunático mirando a Hermione.
Ella miro a los demás que se encogieron de hombro *que mas da*
-¿Y quién será el primero? - pregunto Canuto con ojitos brillosos.
- Mejor que lo hagamos en el orden en el que vienen escritos en la carta - aconsejo McGonagall.
-Si, nos parece bien. - asintieron los gemelos Prewett
-Bien, Lily has tu pregunta - Dijo el profesor Dumbledore que tomo el puesto de moderador...





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