Disclaimer: Harry
Potter no me pertenece así como sus personajes. (Ya quisiera)
***- El primer
capítulo se llama: El niño que vivió. -***
El señor y la señora
Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive…
-¿Dursley? Pero, ese
es el apellido del esposo de mi Hermana -
dijo con contrariedad Lily. Todos la miraron sorprendidos de que el libro
iniciara de esa manera, ante eso Remus volvió a leer
…estaban orgullosos de
decir que eran muy normales, afortunadamente.
-con normales se
refieren a personas sin magia -
se aventuró a decir Harry antes de que alguien le preguntara.
Eran las últimas
personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso,
porque no estaban para tales tonterías.
- que personas tan cerradas de
mente - dijo Hermione,
ganándose una mirada estupefacta de su dos amigos recordando el asunto del
Cuento de los Tres Hermanos pero no le dijeron nada para no crear preguntas que
no podrían responder
El señor Dursley era el
director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros.
Hermione hizo aparecer
una pizarra donde mágicamente apareció la imagen de un taladro - es para hacer agujeros en la pared,
los muggles lo ocupan para poder colocar algo en la pared y este no caiga o
para otras cosas -
Era un hombre corpulento
y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era
delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual…
- una familia de sílfides, claro está - dijeron los Gemelos Prewett
…lo que le resultaba muy
útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la
valla de los jardines para espiar a sus vecinos. *Entrometida* pensaron las
mujeres de la sala aunque no dijeron nada Los
Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño
mejor que él. Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un
secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se
supiera lo de los Potter;…
- Pero si los Potter son unas grandes
personas - dijeron Alice y
Frank -
- Y más ahora que Lily mejoró el
apellido - murmuraron Dorcas y Marlene
- Si, exactamen… ¡oigan!
- les gritó James
-Si llaman mejorar a
casarse con una sangre sucia…- comenzó
a decir Lucius viendo con profundo desdén a Lily.
James se levantó con
varita en mano dispuesto a hechizarlo cuando la profesora McGonagall hablo: -Sr.
Malfoy le suplicare3 que no haga comentarios de ese tipo o será retirado de la
sala - Lucius hizo amago de
levantarse cuando Draco lo detuvo - Padre,
siéntate y quédate callado si sabes lo que te conviene - ante la atenta mirada de todos,
temiendo por lo que le pudiera hacerle a Lucius por hablarle así, pero por la
mirada que Narcissa le mandó a su esposo este decidió quedarse callado y
sentado no sin antes enviarle un mirada de enojo al que se decía ser su hijo.
- No te atrevas a mencionar nada
acerca del estatus de sangre de mi esposa si no quieres que te demuestre porque
he enfrentado a Voldemort y he salido con vida - dijo con voz calmada James mirando
con desprecio a Lucius y ante una mirada orgullosa de Harry para su padre que
este no noto Remus siguió leyendo
… La señora Potter era
hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así
que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su
marido, un completo inútil,
- ¡No soy un inútil! - grito alterado James
eran lo más opuesto a
los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al pensar qué
dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían que los
Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era
otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se
juntara con un niño como aquél.
- ¡Harry es un excelente amigo
y persona! - gritaron la
mayoría de los que venían del futuro. Harry se ruborizó.
Nuestra
historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes,
con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había
en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos
que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba
mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley
parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
-No es normal que
vuelen lechuzas por la mañana y menos en un barrio completamente muggle ¿Qué
está pasando? - Pero los
futuristas no contestaron
A las ocho y media, el
señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató
de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un
berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo
entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche
y se alejó del número 4. Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de
que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad.
- Los gatos no ven planos, a no ser
que sea un animago - dijo
Augusta mirando A McGonagall
Durante un segundo, el
señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la
cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet
Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber
sido una ilusión óptica.
- ¿Porque los muggles
temen que la magia exista? - preguntó
Arthur
- Creo que los que
Dursley teme es que algo afecte su tranquila, normal y aburrida vida - Le explicó Lily
El señor Dursley
parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor
Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por
el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que
decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los
planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos.
Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros
que esperaba conseguir aquel día. Pero en las afueras ocurrió algo que apartó
los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento
matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma
extraña. Individuos con capa. El señor Dursley no soportaba a la gente que
llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que
debía de ser una moda nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su
mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí,
muy excitados.
- Que puede ser tan
importante para que se descuiden de esa manera, están exponiéndose demasiado
El señor Dursley se
enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes.
Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! Insertar gestos de asco
por parte de Sirius y mirada fulminante de las serpientes en la sala ¡Qué valor! Pero entonces se
le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que
aquella gente hacía una colecta para algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico
avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de
Grunnings, pensando nuevamente en los taladros. El señor Dursley siempre se
sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo
hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los
taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí
que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban
una tras otra.
- Completamente normal, los muggles
no deberían verlas -Afirmó
Hestia
La mayoría de aquellas
personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor
Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco
personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar.
-Que muggle tan
irritante - dijo
Narcissa y Draco sonrió, a su mamá le disgustaban esas personas exasperantes ya
fueran muggles o magos.
Estuvo de muy buen humor
hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la
panadería que estaba en la acera de enfrente. Había olvidado a la gente con
capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al
pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo
también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con
un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su
conversación. —Los Potter, eso es, eso es lo que he oído... —Sí, su hijo,
Harry...
-¿Qué ocurre? - volvió a preguntar
Lily.
-Sólo escuchen - les dijo Sirius
El señor Dursley se
quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban,
como si quisiera decirles algo, pero se contuvo. Se apresuró a cruzar la calle
y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería
que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar
los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes
mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido. Potter no era
un apellido tan especial. Estaba seguro de que había muchísimas personas que se
llamaban Potter y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni
siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al
niño. Podría llamarse Harvey. O Harold.
- De ninguna manera
llamaría así a mi hijo- interrumpió Lily
No tenía sentido
preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier
mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una
hermana así...!
- Si él hubiera tenido una hermana
así habría sido muy afortunado, la Srta. Evans es una persona magnifica - hablo el profesor Flitwick
- Gracias profesor y soy Potter, Sra.
Potter- le dijo al profesor.
- Si, aprecien el esfuerzo que
trabajo me costó - mencionó
James sin percatar la mirada de desprecio de Snape.
Pero de todos
modos, aquella gente de la capa... Aquella tarde le costó concentrarse en los
taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan
preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.
—Perdón — *tiene
modales* pensaron la mayoría gruñó, mientras el diminuto viejo se
tambaleaba y casi caía al suelo. Segundos después, el señor Dursley se dio
cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el
empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras
decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban: —
¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que
alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles
como usted deberían celebrar este feliz día!
Y el anciano
abrazó al señor Dursley y se alejó.
- Se ha ido, Voldemort se ha ido - Dijo sin poder creérselo Sirius - el cara de serpiente por fin se ha
ido -
- Eso no puede ser, el Señor
Tenebroso no pudo haber desaparecido - dijo
con desconcierto Lucius
- No puedo creerlo, oh
eso es perfecto - murmuro
Molly
- ¿Que tiene que ver la
familia Potter con Voldemort? - preguntó
Lunático ocasionando que el ánimo decayera y tanto Lily como James se miraron
preocupados. Dumbledore intuyendo lo que había pasado le pidió a Remus que
continuara.
El señor Dursley se
quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera
poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera. Estaba
desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa,
deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado
antes, porque no aprobaba la imaginación). Cuando entró en el camino del número
4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se
había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de
su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas
alrededor de los ojos. — ¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta. El gato no
se movió. Sólo le dirigió una mirada severa.
- Si, es un animago…-
dijo Gideon
- … y es la profesora
más temida de Hogwarts - terminó Fabian
El señor Dursley se
preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y
entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa. La
señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó
de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que
Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»).
- Que niño tan malcriado
- murmuro
Molly
El señor Dursley trató
de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a
tiempo para ver el informativo de la noche. —Y por último, observadores de
pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han
tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan
durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido
cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la
salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las
lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca
irónica
- Debe ser un mago, o
alguien que sabe de la magia - dijo
la profesora Sprout
- ¿No serás tú Ted?- le dijo Andrómeda a su
esposo
- Si puede ser, cuando
era niño siempre quise trabajar en la TV muggle- le respondió
—.
Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo.
¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim? —Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—,
eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña.
Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han
telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron
un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar
antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores!
Pero puedo prometerles una noche lluviosa. El señor Dursley se quedó congelado
en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la
luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter... La señora
Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que
decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo. —Eh...
Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana? Como había
esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo,
normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.
- Ya quisiera tener yo una
hermana así - dijo Remus
—No —respondió en tono
cortante—. ¿Por qué? —Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor
Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una
cantidad de gente con aspecto raro... — ¿Y qué? — interrumpió bruscamente la señora
Dursley —Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya
sabes... su grupo.
-¿Su grupo? - preguntó la mayoría
- Se refieren a los magos - les dijo Neville
La señora Dursley bebió
su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a
decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se atrevería. En lugar de
eso, dijo, tratando de parecer despreocupado: —El hijo de ellos... debe de
tener la edad de Dudley, ¿no? —Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez.
—¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no? —Harry. Un nombre vulgar y horrible, si
quieres mi opinión.
- ¡Harry es un nombre
precioso! - Gritaron
en la sala
—Oh, sí—dijo el señor
Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo. No
dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley
estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la
ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba
allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo.
¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver con los
Potter? Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos...
bueno, creía que no podría soportarlo.
-Deberíamos
presentarnos con sus vecinos Lily, sería muy divertido - le dijo James a Lily, ella sólo
sonrió, estaba más preocupada con el hecho de que un libro que habla de su hijo
comience con la vida de su hermana.
Los Dursley se fueron a
la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley
permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y
consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter
estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él
y a la señora Dursley.
James sonrió ante la
sola idea de darles una sorpresa a su cuñada y concuño.
Los Potter sabían muy
bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase...
Todos voltearon a ver al
matrimonio.
- No pensé que fuera para tanto - dijo Lily
No veía cómo a él y a
Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la
vuelta)... No, no podría afectarlos a ellos... ¡Qué equivocado estaba! El señor
Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la
pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como
una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive.
-¿Que es lo que espera
profesora?- le
pregunto Molly pero nadie le respondió.
Apenas tembló
cuando se cerró la puertezuela de un coche en la calle de al lado, ni cuando
dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió
hasta la medianoche. Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado
observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que
había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron.
En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy
anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría
sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura
que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran
claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media
luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado
alguna vez.
-¿Qué podría hacer
ahí usted profesor? - cuestiono
Lily al director, de mas esta decir que ella estaba muy preocupada, y la
expresión de su hijo Harry no le ayudaba en nada, en nada.
El nombre de aquel
hombre era Albus Dumbledore. Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que
había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus
botas, era mal recibido.
*Usted no tiene idea de
cuánto* pensó
Harry
Estaba muy ocupado
revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo
observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con
fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció
divertirlo. Rió entre dientes y murmuró: —Debería haberlo sabido. Encontró en
su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo
abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle
se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara
quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas
luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del
gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel
momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y
brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió
a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle,
donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró pero después de un
momento le dirigió la palabra. —Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.
-¡JA! Ya decíamos
nosotros que esa mirada solo la profesora la manda - Dijeron los Gemelos
Prewett
- Quieren guardar silencio señores,
desearía poder terminar al menos un capítulo del libro - Los reprendió McGonagall
Se volvió para sonreír
al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer
de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las
líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una
capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía
claramente disgustada. —¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó. —Mi querida
profesora, nunca he visto a un gato tan tieso. Se escucharon risas en
toda la sala —Usted
también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de
ladrillo —respondió la profesora McGonagall. — ¿Todo el día? ¿Cuándo podría
haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y
fiestas en mi camino hasta aquí. La profesora McGonagall resopló enfadada. —Oh,
sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que
serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado
cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Terció la cabeza en
dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley—. Lo he oído. Bandadas
de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían
que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue
Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común. —No puede reprochárselo —dijo
Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once
años...
Los futuristas bajaron
la cabeza recordando todo lo que les contaron acerca de la Primera Guerra
Mágica, había 8 presentes que habían muerto en la guerra, Marlene y su familia
al igual que la de Edgar y el mismo, los Prewetts, Dorcas y Regulus y el
matrimonio Potter, no querían ni imaginar cómo se lo tomarían.
—Ya lo sé —respondió
irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la
cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a
plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia
rumores... Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si
esperara que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando.
—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber
desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque
realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore? —Es lo que parece —dijo Dumbledore—.
Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón? —¿Un qué?
—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho.
Hermione les mostró en
la pizarra como era un caramelo de limón
—No, muchas gracias
—respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél
no era un momento apropiado para caramelos—. Como le decía, aunque
Quien-usted-sabe se haya ido... —Mi querida profesora, estoy seguro de que una
persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa
tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente
para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora
McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en
desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá
muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún
motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort. —Sé que usted no tiene ese
problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la
admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que
Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo. —Me está halagando —dijo con
calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve.
- Solo que usted no es
un mago oscuro como para utilizarlos - mencionó Andrómeda
—Sólo porque usted es
demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.
—Menos mal que está
oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le
gustaban mis nuevas orejeras. La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura,
antes de hablar. —Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que
corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció?
¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?
Todos estaban a la
expectación de saber cómo Voldemort había desaparecido, Lucius esperaba poder
informarle todo a su señor pero una mirada con el que decía ser su Draco le
indicó que tendrían una charla pendiente.
Parecía que la profesora
McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la
verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues,
ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad
como lo hacía en aquel momento. Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello
que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era
verdad.
-¡QUE PUDO HABER SIDO
POR MERLIN!- Grito Canuto.
- ¡Deja que Lunático
Mayor lea para poder saberlo! - le
grito James ocasionando que se callara.
Dumbledore, sin
embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió. —Lo que están
diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric.
Iba a buscar a los Potter.
Algunos palidecieron,
pero no tanto como los Potter mismos y Harry que sentía ganas de llorar aunque
se contuvo
El rumor es que
Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos. Dumbledore
inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.
-¡NOOO! Ellos, ellos no
pueden morir, no… - Canuto
grito
-Tranquilo Canuto, para
algo están acá ¿no? para cambiarlo - intento tranquilizarlo
James aunque él no lo estaba.
-Nos encontró James,
nos encontró - Lily sollozaba
abrazada a su esposo, Dorcas y Marlene estaban destrozadas, si, se perdían
vidas en la guerra pero Lily … ellas eran muy amigas. Los de la sala intentaban
que no se les escaparan las lagrimas pero las mujeres no pudieron evitarlo y se
soltaron a llorar con excepción de Narcissa, Augusta y Andrómeda.
—Lily y James... no
puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus... Dumbledore se acercó y le
dio una palmada en la espalda. —Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza. La voz de
la profesora McGonagall temblaba cuando continuó. —Eso no es todo. Dicen que
quiso matar al hijo de los Potter, a Harry.
-¡A MI BEBE NO! No a él
- Lily miro a Harry que estaba hundido en su asiento
Pero no pudo.
No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no
pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la
que se ha ido. Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.
- ¡COMO SI UN MOCOSO DE
UN AÑO FUERA A DERROTAR AL SEÑOR TENEBROSO! - bramo
Lucius
-¡CALLESE! - le gritaron Hermione y
Ginny
— ¿Es... es
verdad? — tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo...
de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre
todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre
del cielo?
-¿Eso quisiera saber? -
Habló Moody
-Mi hijo es genial - alabó James.
-¡James por Merlín!
¡Estamos hablando de Voldemort cerca de Harry! - le reprendió Lily
—Sólo podemos
hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos. La profesora
McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás
de las gafas.
Lily miró enternecida a
la profesora.
Dumbledore resopló
mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy
raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el
perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó
y dijo: —Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría
aquí, ¿no? —Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me
va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.
—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le
queda ahora.
-¡No profesor, Petunia
le hará la vida imposible a mi niño! Y…. - pero
fue interrumpida por Harry
-Tranquila mamá, está
bien - intento
calmarla Harry
- Pero cachorro, estamos
Lunático y yo, bien podrías quedarte con nosotros, no es necesario que vivas
con ellos - le
replicó Canuto.
- Si, era necesario que
viviera con ellos - concluyó
Harry y haciéndole una seña con la cabeza Remus, este continuo.
― ¿Quiere decir...? ¡No
puede referirse a la gente que vive aquí! — gritó la profesora, poniéndose de
pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado
observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y
ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la
escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí!
-¡Exacto!, mi hijo no
debe vivir ahí - grito James
-Por favor papá, solo
escucha -
le contesto Harry
—Es el mejor lugar para
él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea
mayor. Les escribí una carta. — ¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall,
volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en
una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda...
no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de
Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... todos los niños del mundo
conocerán su nombre. *maldita
fama* pensaba
Harry —Exactamente
—dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería
suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar!
¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda!
-Viéndolo desde ese
punto, tiene razón - acoto
Lily
¿No se da cuenta de que
será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para
asimilarlo? La profesora McGonagall abrió la boca, cambió de idea, tragó y
luego dijo: —Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el
niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si
pensara que podía tener escondido a Harry. —Hagrid lo traerá. —¿Le parece...
sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso? —A Hagrid, le confiaría
mi vida—dijo Dumbledore.
- Y cualquiera que lo conozca lo
suficiente - dijeron los 2
pares de gemelos y los merodeadores haciendo que Hagrid se ruborizara
escandalosamente
-Gracias chicos,
profesor - les agradeció
Hagrid
-No dije más que la
verdad Hagrid - le
respondió el director
—No estoy diciendo que
su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora
McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de...
-¿Emborracharse? - dijo Fred
- ¿Hablar de mas? - continuo George que ya
e3xtrañaba hablar a la par de Fred
Hagrid no sabía dónde
meterse
¿Qué
ha sido eso? Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo
más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna
luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y
entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.
La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía
parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos
cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para que lo
aceptaran y además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, y una
barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las
tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían
crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en
mantas. —Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto?
—Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con
cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he
traído, señor.
-¡JA! Salí primero que
Lunático, pero, ¿porque no podemos quedarnos con él Remus y yo? - pero nadie le
contestó.
— ¿No ha habido
problemas por allí? —No, señor. La casa estaba casi destruida;…
- ¡oh Merlín! - sollozó
Lily siendo abrazada por James
…pero lo saqué antes de
que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos
sobre Bristol. Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las
mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata
de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una
forma curiosa, como un relámpago.
Los del pasado
intentaron ver la cicatriz en Harry peo este se la cubrió
—¿Fue allí...?
—susurró la profesora McGonagall. —Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa
cicatriz para siempre. — ¿No puede hacer nada, Dumbledore? —Aunque pudiera, no
lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla
izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno, déjalo aquí,
Hagrid, es mejor que terminemos con esto. Dumbledore se volvió hacia la casa de
los Dursley —¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.
Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con
la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera
un perro herido.
Sirius y Canuto
fruncieron el ceño *ese afán
de meterse con los perros* pensaron
—¡Shhh! —dijo la
profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles! —Lo... siento —lloriqueó
Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo...
Lily y James muertos...
- Gracias Hagrid - murmuraron
entrecortadamente Lily y James
- No agradezcan, ustedes
son demasiado buenos para morir y...- iba
a seguir hablando pero Harry lo interrumpió -siempre los inocentes son las
primeras víctimas dándole una mirada que nadie vio a Fred y pensando en Dobby,
los del pasado se estremecieron, ¿Por
cuánto habían pasado esos chicos? Se preguntaban…
y el pobrecito Harry
tendrá que vivir con muggles... —Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate,
Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, dando una
palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del
jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el
umbral,
-¡En el umbral! ¡Espero
que haya puesto hechizos de protección profesor! - le gritó Lily aunque se
arrepintió de haberle gritado y agregó -
lo lamento profesor, es que estoy muy alterada y…-
-Descuide Sra. Potter la
entiendo y estoy seguro que mi yo del futuro lo hizo- la tranquilizó el
profesor Dumbledore.
…sacó la carta de su
capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos.
Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de
Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz
titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos
abandonado. —Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que
hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.―
-¿¡CELEBRACIONES!? Pero,
un niño acaba de quedar huérfano y…- dijo Hestia olvidando
que Harry estaba ahí pero con un codazo de Edgar se cayó.
- Tranquila Hestia, yo también
pensaría lo mismo - le dijo
Harry —Ajá —respondió
Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas noches,
profesora McGonagall, profesor Dumbledore. Hagrid se secó las lágrimas con la
manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para
poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en
la noche. —Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore,
saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la
nariz por toda respuesta. Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se
detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata. Lo hizo funcionar una vez
y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se
iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se
escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el
bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4. —Buena suerte, Harry
—murmuró.
-¡Oh! La necesité
- dijo Harry con una sonrisa
Dio media vuelta y, con
un movimiento de su capa, desapareció. Una brisa agitó los pulcros setos de
Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta.
Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas.
Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano
pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo,
- Aww ternurita -
murmuraron las mujeres de la sala sonrojando a Harry.
- Si, ternurita, se ve que no lo
conocen enojado - dijo con burla Ron
- Si sacó el carácter de
Lily… - empezó Canuto pero al ver la mirada de Lily se cayó.
…sin saber que era
famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de la
señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de
leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su
primo Dudley.. No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas
que se reunían en secreto por todo el país estaban levantando sus copas y
diciendo, con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el niño que vivió!».
-Así termina el capitulo
- dijo
Remus -¿Quién leerá? -
preguntó.
-Yo lo haré - dijo Lily
tomando el libro -Bien, el capitulo se llama “El
vidrio que se desvaneció”-
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