lunes, 5 de enero de 2015

El niño que vivió.

Disclaimer: Harry Potter no me pertenece así como sus personajes. (Ya quisiera)

***- El primer capítulo se llama: El niño que vivió. -***

El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive…
-¿Dursley? Pero, ese es el apellido del esposo de mi Hermana - dijo con contrariedad Lily. Todos la miraron sorprendidos de que el libro iniciara de esa manera, ante eso Remus volvió a leer
…estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente.
-con normales se refieren a personas sin magia - se aventuró a decir Harry antes de que alguien le preguntara.
Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.
- que personas tan cerradas de mente - dijo Hermione, ganándose una mirada estupefacta de su dos amigos recordando el asunto del Cuento de los Tres Hermanos pero no le dijeron nada para no crear preguntas que no podrían responder
El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros.
Hermione hizo aparecer una pizarra donde mágicamente apareció la imagen de un taladro - es para hacer agujeros en la pared, los muggles lo ocupan para poder colocar algo en la pared y este no caiga o para otras cosas -
Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual…
- una familia de sílfides, claro está - dijeron los Gemelos Prewett
…lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos.  *Entrometida*  pensaron las mujeres de la sala aunque no dijeron nada Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él. Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter;…
- Pero si los Potter son unas grandes personas - dijeron Alice y Frank -
- Y más ahora que Lily mejoró el apellido - murmuraron Dorcas y Marlene
- Si, exactamen… ¡oigan! - les gritó James
-Si llaman mejorar a casarse con una sangre sucia…- comenzó a decir Lucius viendo con profundo desdén a Lily.
James se levantó con varita en mano dispuesto a hechizarlo cuando la profesora McGonagall hablo: -Sr. Malfoy le suplicare3 que no haga comentarios de ese tipo o será retirado de la sala - Lucius hizo amago de levantarse cuando Draco lo detuvo - Padre, siéntate y quédate callado si sabes lo que te conviene - ante la atenta mirada de todos, temiendo por lo que le pudiera hacerle a Lucius por hablarle así, pero por la mirada que Narcissa le mandó a su esposo este decidió quedarse callado y sentado no sin antes enviarle un mirada de enojo al que se decía ser su hijo.
- No te atrevas a mencionar nada acerca del estatus de sangre de mi esposa si no quieres que te demuestre porque he enfrentado a Voldemort y he salido con vida - dijo con voz calmada James mirando con desprecio a Lucius y ante una mirada orgullosa de Harry para su padre que este no noto Remus siguió leyendo
… La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil,
- ¡No soy un inútil! - grito alterado James
eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.
- ¡Harry es un excelente amigo y persona! - gritaron la mayoría de los que venían del futuro. Harry se ruborizó.
 Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta. Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
-No es normal que vuelen lechuzas por la mañana y menos en un barrio completamente muggle ¿Qué está pasando? - Pero los futuristas no contestaron
A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4. Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad.
- Los gatos no ven planos, a no ser que sea un animago - dijo Augusta mirando A McGonagall
Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. 
- ¿Porque los muggles temen que la magia exista? - preguntó Arthur
- Creo que los que Dursley teme es que algo afecte su tranquila, normal y aburrida vida - Le explicó Lily
El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día. Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa. El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados.
- Que puede ser tan importante para que se descuiden de esa manera, están exponiéndose demasiado
El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! Insertar gestos de asco por parte de Sirius y mirada fulminante de las serpientes en la sala ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros. El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra.
- Completamente normal, los muggles no deberían verlas -Afirmó Hestia
La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar.
-Que muggle tan irritante - dijo Narcissa y Draco sonrió, a su mamá le disgustaban esas personas exasperantes ya fueran muggles o magos.
Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente. Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación. —Los Potter, eso es, eso es lo que he oído... —Sí, su hijo, Harry...
-¿Qué ocurre? - volvió a preguntar Lily.
-Sólo escuchen - les dijo Sirius
El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo. Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido. Potter no era un apellido tan especial. Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O Harold.
- De ninguna manera llamaría así a mi hijo- interrumpió Lily
No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...!
- Si él hubiera tenido una hermana así habría sido muy afortunado, la Srta. Evans es una persona magnifica - hablo el profesor Flitwick
- Gracias profesor y soy Potter, Sra. Potter- le dijo al profesor.
- Si, aprecien el esfuerzo que trabajo me costó - mencionó James sin percatar la mirada de desprecio de Snape.
 Pero de todos modos, aquella gente de la capa... Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta. —Perdón — *tiene modales* pensaron la mayoría  gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo. Segundos después, el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban: — ¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día!
 Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó.
- Se ha ido, Voldemort se ha ido - Dijo sin poder creérselo Sirius - el cara de serpiente por fin se ha ido -
- Eso no puede ser, el Señor Tenebroso no pudo haber desaparecido - dijo con desconcierto Lucius
- No puedo creerlo, oh eso es perfecto - murmuro Molly
- ¿Que tiene que ver la familia Potter con Voldemort? - preguntó Lunático ocasionando que el ánimo decayera y tanto Lily como James se miraron preocupados. Dumbledore intuyendo lo que había pasado le pidió a Remus que continuara.
El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación). Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos. — ¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta. El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa.
- Si, es un animago…- dijo Gideon
- … y es la profesora más temida de Hogwarts -  terminó Fabian
El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa. La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»).
- Que niño tan malcriado - murmuro Molly
El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche. —Y por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica
- Debe ser un mago, o alguien que sabe de la magia - dijo la profesora Sprout
- ¿No serás tú Ted?- le dijo Andrómeda a su esposo
- Si puede ser, cuando era niño siempre quise trabajar en la TV muggle- le respondió
 —. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim? —Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa. El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter... La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo. —Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana? Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.
- Ya quisiera tener yo una hermana así - dijo Remus
—No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué? —Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro... — ¿Y qué? — interrumpió bruscamente la señora Dursley —Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo.
-¿Su grupo? - preguntó la mayoría
- Se refieren a los magos - les dijo Neville
La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado: —El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no? —Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez. —¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no? —Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.
- ¡Harry es un nombre precioso! - Gritaron en la sala
—Oh, sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo. No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo. ¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver con los Potter? Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos... bueno, creía que no podría soportarlo.
-Deberíamos presentarnos con sus vecinos Lily, sería muy divertido - le dijo James a Lily, ella sólo sonrió, estaba más preocupada con el hecho de que un libro que habla de su hijo comience con la vida de su hermana.
Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley.
James sonrió ante la sola idea de darles una sorpresa a su cuñada y concuño.
Los Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase...
Todos voltearon a ver al matrimonio.
- No pensé que fuera para tanto - dijo Lily
No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta)... No, no podría afectarlos a ellos... ¡Qué equivocado estaba! El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive.
-¿Que es lo que espera profesora?- le pregunto Molly pero nadie le respondió.
 Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche. Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron. En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez.
-¿Qué podría hacer ahí usted profesor? - cuestiono Lily al director, de mas esta decir que ella estaba muy preocupada, y la expresión de su hijo Harry no le ayudaba en nada, en nada.
El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore. Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. ­
*Usted no tiene idea de cuánto* pensó Harry
 Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró: —Debería haberlo sabido. Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró pero después de un momento le dirigió la palabra. —Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.
-¡JA! Ya decíamos nosotros que esa mirada solo la profesora la manda - Dijeron los Gemelos Prewett
- Quieren guardar silencio señores, desearía poder terminar al menos un capítulo del libro - Los reprendió McGonagall
Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada. —¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó. —Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso. Se escucharon risas en toda la sala —Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall. — ¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí. La profesora McGonagall resopló enfadada. —Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Terció la cabeza en dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común. —No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años...
Los futuristas bajaron la cabeza recordando todo lo que les contaron acerca de la Primera Guerra Mágica, había 8 presentes que habían muerto en la guerra, Marlene y su familia al igual que la de Edgar y el mismo, los Prewetts, Dorcas y Regulus y el matrimonio Potter, no querían ni imaginar cómo se lo tomarían.
—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores... Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperara que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando. —Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore? —Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón? —¿Un qué? —Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho.
Hermione les mostró en la pizarra como era un caramelo de limón
—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos—. Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido... —Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort. —Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo. —Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve.
- Solo que usted no es un mago oscuro como para utilizarlos - mencionó Andrómeda
—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.
—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras. La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar. —Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?
Todos estaban a la expectación de saber cómo Voldemort había desaparecido, Lucius esperaba poder informarle todo a su señor pero una mirada con el que decía ser su Draco le indicó que tendrían una charla pendiente.
Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento. Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad.
-¡QUE PUDO HABER SIDO POR MERLIN!- Grito Canuto.
- ¡Deja que Lunático Mayor lea para poder saberlo! - le grito James ocasionando que se callara.
 Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió. —Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter.
Algunos palidecieron, pero no tanto como los Potter mismos y Harry que sentía ganas de llorar aunque se contuvo
 El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos. Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.
-¡NOOO! Ellos, ellos no pueden morir, no… - Canuto grito
-Tranquilo Canuto, para algo están acá ¿no? para cambiarlo - intento tranquilizarlo James aunque él no lo estaba.
-Nos encontró James, nos encontró - Lily sollozaba abrazada a su esposo, Dorcas y Marlene estaban destrozadas, si, se perdían vidas en la guerra pero Lily … ellas eran muy amigas. Los de la sala intentaban que no se les escaparan las lagrimas pero las mujeres no pudieron evitarlo y se soltaron a llorar con excepción de Narcissa, Augusta y Andrómeda.
—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus... Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda. —Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza. La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó. —Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry.
-¡A MI BEBE NO! No a él - Lily miro a Harry que estaba hundido en su asiento
 Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido. Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.
- ¡COMO SI UN MOCOSO DE UN AÑO FUERA A DERROTAR AL SEÑOR TENEBROSO! - bramo Lucius
 -¡CALLESE! - le gritaron Hermione y Ginny
 — ¿Es... es verdad? — tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo?
-¿Eso quisiera saber? - Habló Moody
-Mi hijo es genial - alabó James.
-¡James por Merlín! ¡Estamos hablando de Voldemort cerca de Harry! - le reprendió Lily
 —Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos. La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas.
Lily miró enternecida a la profesora.
Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo: —Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no? —Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí. —He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.
-¡No profesor, Petunia le hará la vida imposible a mi niño! Y…. - pero fue interrumpida por Harry
-Tranquila mamá, está bien - intento calmarla Harry
- Pero cachorro, estamos Lunático y yo, bien podrías quedarte con nosotros, no es necesario que vivas con ellos - le replicó Canuto.
- Si, era necesario que viviera con ellos - concluyó Harry y haciéndole una seña con la cabeza Remus, este continuo.
― ¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! — gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí!
Exacto!, mi hijo no debe vivir ahí - grito James
-Por favor papá, solo escucha - le contesto Harry
—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta. — ¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... todos los niños del mundo conocerán su nombre. *maldita fama* pensaba Harry —Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda!
-Viéndolo desde ese punto, tiene razón - acoto Lily
¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo? La profesora McGonagall abrió la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo: —Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry. —Hagrid lo traerá. —¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso? —A Hagrid, le confiaría mi vida—dijo Dumbledore.
- Y cualquiera que lo conozca lo suficiente - dijeron los 2 pares de gemelos y los merodeadores haciendo que Hagrid se ruborizara escandalosamente
-Gracias chicos, profesor - les agradeció Hagrid
-No dije más que la verdad Hagrid - le respondió el director
—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de...
-¿Emborracharse? - dijo Fred
- ¿Hablar de mas? - continuo George que ya e3xtrañaba hablar a la par de Fred
Hagrid no sabía dónde meterse
 ¿Qué ha sido eso? Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos. La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para que lo aceptaran y además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas. —Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto? —Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor.
-¡JA! Salí primero que Lunático, pero, ¿porque no podemos quedarnos con él Remus y yo? - pero nadie le contestó.
— ¿No ha habido problemas por allí? —No, señor. La casa estaba casi destruida;…
- ¡oh Merlín! - sollozó Lily siendo abrazada por James
…pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol. Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.
Los del pasado intentaron ver la cicatriz en Harry peo este se la cubrió
 —¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall. —Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre. — ¿No puede hacer nada, Dumbledore? —Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto. Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley  —¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid. Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.
Sirius y Canuto fruncieron el ceño *ese afán de meterse con los perros*  pensaron
—¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles! —Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos...
- Gracias Hagrid - murmuraron entrecortadamente Lily y James
- No agradezcan, ustedes son demasiado buenos para morir y...- iba a seguir hablando pero Harry lo interrumpió -siempre los inocentes son las primeras víctimas dándole una mirada que nadie vio a Fred y pensando en Dobby, los del pasado se estremecieron, ¿Por cuánto habían pasado esos chicos?  Se preguntaban
y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles... —Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral,
-¡En el umbral! ¡Espero que haya puesto hechizos de protección profesor! - le gritó Lily aunque se arrepintió de haberle gritado y agregó - lo lamento profesor, es que estoy muy alterada y…-
-Descuide Sra. Potter la entiendo y estoy seguro que mi yo del futuro lo hizo-  la tranquilizó el profesor Dumbledore.
…sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado. —Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.―
-¿¡CELEBRACIONES!? Pero, un niño acaba de quedar huérfano y…- dijo Hestia olvidando que Harry estaba ahí pero con un codazo de Edgar se cayó.
- Tranquila Hestia, yo también pensaría lo mismo - le dijo Harry  —Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore. Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche. —Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta. Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata. Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4. —Buena suerte, Harry —murmuró.
-¡Oh! La necesité -  dijo Harry con una sonrisa
Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció. Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo,
- Aww ternurita - murmuraron las mujeres de la sala sonrojando a Harry.
- Si, ternurita, se ve que no lo conocen enojado - dijo con burla Ron
- Si sacó el carácter de Lily… - empezó Canuto pero al ver la mirada de Lily se cayó.
…sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley.. No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por todo el país estaban levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el niño que vivió!».
-Así termina el capitulo - dijo Remus -¿Quién leerá? - preguntó.
-Yo lo haré - dijo Lily tomando el libro -Bien, el capitulo se llama “El vidrio que se desvaneció”-




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